Capítulo IX

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En ese momento todo se esfumó, el pulso de mis padres había desaparecido, ya habían dejado este mundo.

¿Mamá, papá? —comencé a agitar sus cuerpos inertes, negándome a perderlos—. ¿Mamá, papá?.

Ellos no respondieron, y no lo volverían a hacer nunca.

¿Por qué me pasaba todo ésto a mí?...

Un inmenso odio y tristeza junto con angustia y desesperación inundaron mi cuerpo. La cabeza me quemaba y sentí cómo un inmenso poder crecía dentro de mí.

Mi mente y corazón ya no podían más. El llanto se disparó y gritos sordos hacían eco, y en esa terrible noche desperté la máxima maldición de odio del clan Uchiha.

¡Mamá, papá!, ¡Por favor no me dejen!, ¡No me dejen!

Sentía cómo todo se derrumbara.

¿Qué voy a hacer sin ustedes?.

El tiempo pasó demasiado lento, el ruido a mi alrededor se detuvo y me adentré en una burbuja, ya no veía nada a mi alrededor, todo está a oscuro, solo estábamos mis padres y yo. Puse sus cabezas sobre mi regazo y acaricié su cabello con delicadeza mientras los miraba con mirada perdida.
De nuevo ya no sentía nada, ni dolor ni tristeza, mi cuerpo se volvió como un cascarón.
Lentamente las lágrimas comenzaban a secarse, mientras, de nuevo, comenzaba a culparme por su muerte, no dejaba de pensar que si hubiera visto en alguna visión lo que les pasaría a ellos hubiera podido detenerla, hubiera cambiado el destino para que ellos siguieran con vida, pero esa idea se quedó como un simple lamento que recordaría toda la vida.

Algo me sacó de mi burbuja, cerca de mí escuché a un bebé llorar y enseguida recordé que hoy nacería el pequeño Naruto. No iba a separarme de mis padres, pero algo me movió a ir tras ese llanto.

Perdónenme por favor, papá, mamá —dije poniendo sus cabezas en el suelo delicadamente—. Ahora vuelvo.

Comencé a correr en dirección hacia donde se escuchaban los llantos y cuando llegué no pude creer lo que veía, Minato y Kushina estaban tendidos en el suelo, tenían atravesada la mitad de su cuerpo, la sangre salía como una cascada de sus cuerpos, abrí los ojos y lloré de nuevo.
Diatinguí dos chakras distintos, uno era el de Kushina, casi inexistente, pero estaba ahí, el otro era el del bebé al lado de ella.

— A-Anaru.

Avancé hacia Kushina rápidamente y me arrodillé a su lado, inspeccionando sus heridas. Utilicé mi ninjutsu médico tratando desesperadamente al igual que con mis padres de que sobreviviera hasta que alguien llegara y nos ayudara.

— Está bien, Anaru-chan —dijo con una sonrisa débil mientras un delgado hilo de sangre de deslizaba sobre la comisura de su labio—. No te preocupes, linda, está bien.

— Kushina-san —las lágrimas se hicieron cada vez más abundantes.

— Quiero pedirte un último favor —apretó mi mano con fuerza—. Por favor, cuida de Naruto.

Abrí los ojos grandes al escuchar su petición, casi podía escuchar los latidos de mi corazón, resonaban en mi interior como un eco. Sostuve su mano con ambas manos y apreté los ojos con fuerza. ¿Cómo iba a cuidar de un recién nacido si apenas y podía cuidarme a mí?. Era una estupidez, pero viendo la mirada suplicante de la pelirroja y viendo al pequeño niño sin culpa llorar desconsolado acepté.

— Lo haré, lo prometo.

Kushina-san volvió a sonreír, ahora aliviada y muy agradecida.

— Te lo agradezco, sé que Naruto estará bien contigo —su agarre en mi mano se hizo más débil—. Creo que ahora podré irme en paz.

Nuestra promesa «Shisui Uchiha»   [EDITANDO]Where stories live. Discover now