Capítulo 3

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03

Rebecka

Después de gritar como locas, Cami y yo pasamos por Ray a la escuela y después a comer pizza.

Observó a mi hermano jugar en el restaurante.

—¿Cuándo volverá tu madre?—pregunta Cami.

Suspiro—No lo sé... ya no me molesto en preguntar.

Toma mi mano y la estrecha en señal de apoyo.

Siempre sucede lo mismo, mamá viajando, y nunca tiene fecha de regreso.

—Debería parar con eso, tú no eres niñera Becka, no estás viviendo tu vida, te la pasas cuidando a Ray.

—Sabes lo que ocurrió cuando traté de hablarle de eso...

En pocas palabras mamá me golpeó, y huí a casa de Cami por dos semanas.
Al final se disculpó, pero dijo que jamás volviera a mencionarlo, que yo era hermana de Ray y que mi deber era cuidarlo cuando ella no estaba.

Terminamos de comer, dejo a Cami en su casa y conduzco a la mía. Observó a Ray recostado en el asiento, mientras respira lentamente, está dormido, acaricio su cabellera castaña oscura, que heredó de su padre, supongo. Ray y yo no somos hijos del mismo papá.
Mamá jamás quiso contarme quien era el padre de Ray, simplemente se limitó a decirme que él no se haría cargo de mi hermanito, y que tendríamos que hacerlo juntas.

No veo mucha diferencia, hemos crecido juntos, aunque él no sabe esto, cuando era más pequeño despertó su curiosidad por conocer a su creador, siempre me asegure de decirle que nuestro padre no valía la pena.
En realidad ni siquiera yo se quien es mi papá, eso fue algo que mi madre tampoco quiso decirme, después de tantos años, mejor evite preguntar por él, era inútil intentarlo.

Entro hacia nuestra calle, cuando veo muchos autos aparcados frente a mi casa, una multitud de personas la rodean. Al igual que luces rojas y azules, y las sirenas policiacas.
Me asusto muchísimo, conduzco el auto hasta la orilla y despierto rápido a Ray, ambos nos bajamos corriendo, hasta que vemos que la gente está observando la casa de los abuelos Ackerman.

Tomo a Ray de la mano y me acerco hacia el cordón, veo cómo suben a alguien a la ambulancia, ahí es cuando me preocupo más, los abuelos ya son algo viejitos, y ya no pueden estar solos.
Veo al señor Ackerman, con un traje sumamente elegante y es todo un adonis, al igual que sus hijos.

Ariel Ackerman, el empresario y jefe de la familia, siempre está con su semblante serio y su mirada da miedo, sus ojos verdes resaltan, son del mismo tono que el de sus hijos.
Lo observó subir a la ambulancia, buscó con la mirada hasta que encuentro a la abuela Ackerman, sin dudarlo me acerco a ella.

—Señora Ackerman... ¿está bien? ¿qué ocurrió?

Voltea a verme, con lágrimas en los ojos.

—¡Oh dulce Becka!—solloza—Hal se sintió mal, le dio un paro, no podía respirar, me asusté muchísimo.

—Lo lamento señora Ackerman... todo estará bien.

Asiente y me abraza.

Estuve con ella hasta que se tranquilizó, lo más extraño de todo es que ni los nietos Ackerman, ni la misma señora Ackerman, fueron a verlos.
Me asegure de que la abuela Ackerman se durmió, le di un té, y le hice compañía, después regrese a mi casa, aún preocupada.

Termine unas tareas pendientes y cocine la cena, un poco de pasta, horneé unas galletas de avena, las guardé en un plato pequeño, las tapé con un paño y cruce la calle hasta llegar a la puerta de enfrente.
Toque la puerta, pero después recordé que la abuela está en la cama, así que entre.

Ella me tiene mucha confianza y jamás le fallaría.
Observó la casa vacía y camino hacia las escaleras. La casa es grande y muy hogareña, tiene 6 habitaciones completas y un gran recibidor, camino por el largo pasillo hacia la habitación. Agarro fuerte el plato.

—¿Qué haces aquí?—una voz seca y directa me hace sobresaltar y soltar el plato de galletas.

Pero una ágil mano, las toma antes de que lleguen al piso.
Con el corazón en la mano, me atrevo a voltear, para ver a Alessandro.

Tres veces el mismo día, es demasiado, bueno para mi no, para él tal vez.

—¡Ay pelirroja! ¿Qué estoy haciendo para verte tan seguido?

Trago duro, me está intimidando, eso es lo que hace, lo conozco muy bien. Cada que se acerca a una chica, eso es lo que hace, intenta ponerlas nerviosas, pero espero que eso no funcione conmigo, no dejaré que lo haga.

Hago una mueca—Me pregunto lo mismo...

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no tocaste la puerta? ¿Acaso no tienes modales?

—Los tengo si... mejor que algunos, tus abuelos ya me conocen, solo quería ver cómo estaba tu abuela, se veía muy mal hace rato.

—¿Vives cerca?

Frunzo el ceño—Si... vivo en la casa del frente.

Carraspea—Mi abuela está bien, está dormida, ¿tienes algún mensaje para ella?

—No, solo por favor dale las galletas y dile que vine.

—¿Algo más?

Niego lentamente.

—Bien, supongo que ya conoces la puerta.

Se da la media vuelta y comienza a caminar.

Respiro hondo, bajo las escaleras y salgo de ahí, casi corro hasta mi casa y cierro la puerta detrás de mi.
Cierro los ojos y pongo la mano en el pecho, sintiendo mi corazón demasiado acelerado.

—¿Estás bien?—pregunta Ray.

Abro los ojos y lo veo parado al pie de la escalera.

—Si, solo fui a darle unas galletas a la señora Ackerman.

—Te ves muy roja, ¿hace calor?

—¿Qué?, no es solo que corrí, tal vez fue eso.

—Becka... la puerta de los abuelos Ackerman está a 6 pasos de aquí.

—Bueno, ya deja de cuestionarme.

Subo las escaleras muy rápido y grito desde la segunda planta.

—La cena está en la mesa, si está fría, métela al microondas.

Y me encierro en mi habitación, dispuesta a hacer mi pasatiempo favorito.

Espiar a mi Ackerman favorito. Si me preguntan, podría decirles toda su biografía, se todo de él...

Toda la vida me la he pasado observándolo.


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