Capítulo 11

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11

Rebecka

Tomo la botella, la inclinó hacia mis labios, y le pegó un largo y largo trago. El líquido se desliza por mi garganta quemándola al instante, haciéndome gruñir y alejar la botella de inmediato.
Pongo la botella sobre la mesita, y limpio el restante de mis labios.

—Odio a Alessandro Ackerman...

Cami da una risa juguetona, ya está ebria, igual que yo.

—¿Lo odias? ¿Por qué?, creí que te gustaba.

—En pasado...

—Claro...

—Lo digo en verdad, antes era mi completa obsesión.

—¿Y por qué dejo de serlo?

Suspiro—Porque es un idiota engreído.

—Pero no negarás que sigue siendo muy guapo.

Gruño—¡Mucho!, por eso lo detesto aún más.

Tomo de nuevo la botella y me paso el trago.

Media hora y botella después, ambas estamos lo que sigue de ebrias, confieso que somos algo inexpertas bebiendo, por eso se nos sube muy rápido.
Cami baila ridículamente en la sala, yo me burlo de ella desde el sofá.

—Apestas en el baile.

—Entonces hazlo tú, perra—gruñe.

Sonrió y me levanto.
Una canción latina y pegajosa comienza a sonar, me quito la goma del cabello, moviéndolo. Los instrumentos suenan y mis caderas comienzan a moverse, al igual que mis brazos, me inclino y tiro mi cabello, haciendo que caiga en una cortina rojiza.
Cami aplaude y grita desde el sofá, mientras yo continúo haciendo lo mío, disfrutando lo bien que se siente tener un poco de alcohol en el sistema.
La canción está apunto de terminar, cuando unos leves golpes en la ventana, me hacen distraerme y voltear.

Me quedo congelada de inmediato al ver a una persona parada en medio de mi jardín, con una sonrisa sobre sus labios, Alessandro me observa.
Cami se asoma y al verlo pega un grito.
Yo cierro los ojos, sintiendo vergüenza absoluta.

¿Me vio bailando?

¡Buen momento para morir!

Alessandro me hace una señal y desaparece de la ventana, para después tocar la puerta, volteo a ver a mi mejor amiga, quien tiene una tonta sonrisa en los labios.

—¡Deja de verme así!—regaño.

—¿Así como?

Ruedo los ojos, salgo de la habitación y camino hacia la puerta, paso los dedos por mis rebeldes mechones rojos, tratando de peinarlos un poco después de tanto alboroto, como si sirviera de algo.
Abro la puerta, encontrándolo ahí.

Me repasa con la mirada.

—Bailas bien... deberías considerar tomar clases.

—Muy divertido...

—Lo digo de verdad.

Suspiro—¿Qué necesitas?

—Venía a darte una sorpresa, pero me la lleve yo.

—¿Qué sorpresa?

Enfocó una caja blanca en sus manos, está tiene un fino listón rojo.
Me la extiende.

—Prométeme algo.

—¿Por qué debería?

—Lo que venga aquí dentro, lo que sea, no me lo devolverás... promételo.

Ackerman I: El clan Ackerman (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora