Capítulo 29

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29

Rebecka

Abro poco a poco los ojos, mi espalda se siente pesada y siento mucho espacio a mi alrededor, mi cama no es tan grande. Cuando finalmente mi vista me lo permite, examino el lugar donde estoy. Un cuarto algo oscuro para mi gusto, gruesas cortinas grises y las estrellas en el techo.

No tengo idea en qué momento me quede dormida, pero la gran cama está vacía. No debe ser muy tarde, o solo eso espero. Me levanto con agilidad de la cama intentando buscar mis zapatos, que por alguna razón desaparecieron de mis pies. Pero fracasó en el intento de encontrarlos.

El suelo está frío y gruño cuando mis dedos lo tocan, abro lentamente la puerta intentando que no haga ruido. Cruzo el pasillo y llego a la de Alexis, no me iré sin Cami, giro la perilla y esta abre con facilidad, me asomo y no veo a nadie más que a Alexis dormir plácidamente.

Me acerco e intento moverlo para que despierte, lo cual resulta inútil, mi paciencia se acaba y decido meterle una bofetada que lo despierta de inmediato.

—¡Carajo!—maldice y abre los ojos poco a poco.

Me enfoca y su rostro se relaja.

—¿Qué ocurre?—pregunta.

—Lamentó la forma tan original de despertarte, pero... ¿dónde está Cami?

—En su casa, probablemente descansando—dice como si nada.

—¿En su casa? ¿Se fue sola?

—Cálmate, vive a diez pasos, y no, yo la lleve hace como una hora.

Suspire aliviada.

—Bien, entonces ya me iré.

—Cuídate Becka.

—Tu igual—camine de regreso a la puerta.

Pensé seriamente en robarle unos zapatos a Alessandro, claro, cuando supiera donde se había metido. Lo de anoche fue algo inexplicable, no puede negar que sintió algo, por que yo lo sentí y fue tan cercano, nadie me había tocado así, me sentía extraña pero él hacía que eso se esfumara.

Baje las grandes escaleras y conforme lo hacía veía la casa cada vez más limpia, como si jamás hubiéramos estado en una fiesta ayer.
Al bajar el último escalón vi mis zapatos en suelo, junto a ellos un suéter mío y mi bolso que creí que se había llevado Cami.
Levante la mirada y vi a Alessandro, junto a él su imponente padre quien me veía fijamente.

—Ven Rebecka, queremos charlar contigo—dicto el hombre mayor.

Eso me asustó un poco, no tenemos asuntos de que hablar, a menos que le contara lo de anoche, pero no hay nada de que preocuparse, solo fueron los inocentes y expertos dedos de su hijo.

Trague duro y me acerque a la sala, donde estaban sentados, decidí ponerme frente a Alessandro. Su padre bebía café lentamente y me observaba.

—¿Hice algo malo?—rompí el silencio.

Alessandro hizo un ademán de que quería hablar pero su padre lo silenció de inmediato.

—Nada malo, solo estabas apunto de cometer un grave error, pero estamos aquí para guiarte—se adelantó.

Fruncí el ceño, estaba confundida.

—¿Grave error?, no entiendo señor...

—¿Cuánto dinero quieres Rebecka?

—¿Perdón?—reaccione—¿Por qué querría dinero de usted?

—A lo que me refiero... es que te pagaré el dinero que necesites a cambio de una pequeña cosa.

—¿Un favor?

—¡Exactamente eso!

—No cobró los favores—murmuré.

—Pero este si...

—¿Qué está queriendo decir?

—¿Cuánto dinero quieres por alejarte de nosotros?, por fingir que jamás tuviste lo que hayas tenido con mi hijo, simplemente alejarte, dejar de cuidar a mis papás y volver a tu vida de antes, a ser ignorada e invisible.

La forma en la que le describió hizo que me dieran escalofríos, era como si me conociera a la perfección.

—No cobraré por eso...—me levante del sofá.

Lance una última mirada a Alessandro, quien estaba tan callado que por un momento creí que los ratones habían robado su lengua. Solo veía fijamente a la taza de café que reposaba en la pequeña mesa de centro.

Jamás me volteo a ver, su rostro estaba raro, sus ojos algo rojos al igual que su nariz.

Me di la media vuelta, tome todas mis cosas y caminé hacia la salida con un enorme nudo en la garganta y con la dignidad sobre el suelo.

Me detuve en algún momento y volteé hacia ambos.
Me dirigí hacia el moreno.

Él ya me estaba viendo fijamente.

—¿Es lo que quieres?—pregunte con el nudo en el estómago.

Sus ojos lo decían todo, no lo quería, y muy en el fondo o en otro tiempo él hubiera dicho que no. Pero frente a mi no lo dijo.

—Si, es mejor que te vayas—susurro.

Volteo a ver a su padre quien tenía un semblante ridículo de orgullo. Tome la poca dignidad que aún guardaba en mi y salí corriendo de ahí. Con mis ojos cristalinos y la nariz picándome. No les daría el gusto de llorar cerca.

Corrí hacia mi casa, lo hice tan rápido que me dolieron los pies, pero llegué y me refundí en mi habitación.

Pase casi todo el día llorando. La mitad del tiempo me detenía y recordaba aquel desagradable momento, las frías palabras de Alessandro, era como si hubiera estado leyendo un guion y su personaje pasó de ser alguien dulce a un idiota.
Jamás espere dicha humillación, aunque en el fondo sentí que debí hacerle caso a mi madre y alejarme.

Tontamente pensé que un beso, una caricia o darme a desear haría que Alessandro cediera. Pero no era así, yo era la que tenía que ceder, estaba molesta, todo se mezclo, y miles de preguntas llegaron.

¿Qué carajos tiene que ver su padre en todo esto?
¿Por qué me importa que esté con Alessandro?

Me dormí pensando en todas esas preguntas sin resolver, también salto una duda muy grande.

¿Cuándo se reconcilió Alessandro con su padre?
¿Y como hizo el señor Ackerman para volver a ganarse la confianza de su hijo?

Me dolía la cabeza de tanto pensar en algo que probablemente no tenía respuesta, solo me quedaron dudas y dolor.

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Ackerman I: El clan Ackerman (+21)Where stories live. Discover now