Capítulo 26

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26

Rebecka

No se como había llegado hasta aquí.

Estaba parada justo afuera de mi casa, Luna me había convencido de hablar con mi madre.
Detrás de mi estaba la familia Gerber, se supone que sería una cena familiar, es la peor idea que había escuchado, si mamá quería solucionar las cosas era mejor que lo hiciéramos a solas.

Sostuve fuerte el plato que galletas que ocupada mis manos, respiré profundamente y comencé a caminar. Luna toco el timbre y mis nervios aumentaron, mi orgullo se estaba cayendo por la borda y no intenté tomarlo.

Incluso entrar a esta calle me había costado, pues llevaba días sin hablar o ver a Alessandro, me sentía herida al respecto, pero si él no me buscaba yo tampoco lo haría. Por un momento deseé con todas mis fuerzas no haberlo conocido, tan solo si ese día hubiera salido más temprano de casa, no lo hubiera casi atropellado, y él así jamás habría notado mi existencia.

Mamá abrió la puerta, con esa ropa falsa y ese maquillaje, fingiendo una sonrisa que no existía, me miró directamente a los ojos, me escaneo por completo quise esconderme en cualquier rincón, esa mirada... como cuando era niña y ensuciaba el vestido costoso que me compro, esa mirada de regaño que siempre me hacía temblar.

—Por favor... adelante—murmuro.

No dudamos en entrar. Los ojos de Ray brillaron al verme, corrí a abrazarlo como pude y deposite las galletas en la mesa, enorme y tan adornada que me dio vomito visual.
La casa estaba diferente, había cambiado algunos muebles.

Ya no se sentía como mi casa.

Nos sentamos todos a la mesa, la cena estaba servida, lasagna de verduras, mi favorita.

—Tu favorita—murmuró al poner el plato frente a mi.

—Cuando tenía 5...

—Se ve delicioso—intervino Luna.

Mamá poso una sonrisa. Comenzamos a comer en silencio, no quería hablar, no frente a la familia que me había acogido las últimas semanas. Quería gritarle, pero seria a solas.

Los adultos comenzaron a hablar, honestamente no me concentré en su conversación, mi atención estaba en el plató, me obligué a comer para callar. Cami acariciaba mi brazo en señal de apoyo.

Más tarde la familia Gerber se fue, insistí en que se llevarán a mi hermano, sería lo mejor, no quería que escuchara nada que no debía.
Mamá tenía tantos secretos que estaba cansada de soportar su silencio.

Solo estábamos ella y yo, frente a frente, viéndonos fijamente.

—Te he visto...—comenzó.

—¿En dónde?

—En las calles, paseándote con ese tipo.

—¿Con Alessandro?

—Te advertí que te mantuvieras lejos de esa familia.

—¿Cómo podría?, trabajo para ellos.

—Obedece Rebecka, debes hacerme caso, ellos no te traerán nada bueno.

—¿Cómo lo sabes?

—Solo se lo que la gente dice.

—Me has dejado Solá tanto tiempo que he aprendido a tomar mis propias decisiones.

—No te estoy exigiendo que dejes de verlo, solo que tu misma te condenaras, a ellos solo les importa una sola cosa, el dinero, el poder, ser mejores, no se enamoran, mucho menos dejan todo por amor.

—No espero eso...

—Me iré—anuncio.

—Era cosa de tiempo...

—Y no quiero irme molesta, quiero hacer las pases con mi hija.

—Jamás estaremos bien mamá, nunca has sido la mamá que yo esperaba y tal vez yo tampoco he sido la hija que esperabas tú.

—Lamentó escuchar eso.

—No deberías, eso en realidad debería motivarte a no irte y quedarte, no por mi, hazlo por Roy.

Suspiro y se levanto de la mesa—No puedo quedarme, trae tus cosas de vuelta, me marcho mañana.

Intente hacerla cambiar de parecer, evidentemente no funcionó, pero no dejaría solo a mi hermano.

*****

Tal como lo dijo, al siguiente día se marchó. Roy ya no lloro como solía hacerlo, le dio igual. Yo regrese a casa, me despedí de la familia Gerber y me instalé de nuevo, no sabía cuánto había extrañado mi habitación.

Me dediqué a limpiarla, me pasaba en bragas, una diminuta camisa pegada y un moño desordenado. Movía mis caderas al ritmo de una pegajosa canción mientras sacudía el polvo y colgaba ropa.
El timbre sonó, suspiré y seguí con mi trabajo hasta que volvió a sonar.

—Roy, por favor abre la puerta—pedí desde mi habitación.

Seguí limpiando, abrí un poco las ventanas y tiré algunas cosas que mi madre había almacenado ahí. Mi habitación parecí bodega y eso que solo me fui unas semanas.

Unos toques en la puerta me hicieron parar, fruncí el ceño, supuse que era Cami, me prometio venir a ayudar con la nueva remodelación de la casa, me había propuesto quitar cosas que nos recordaran un amargo momento, eso significaba que el sofá amarillo chillare que mamá había traído se iría para siempre.

Estaba emocionada por eso.

Seguí bailando y moviendo cosas.

—Pasa Cami—grite sobre la música.

Estaba de espaldas, acomodando algunos libros en una vieja repisa, pasando un trapo viejo y retirando el polvo acumulado.
Después de unos minutos reaccioné.

No había llegado Cami, mi amiga hubiera gritado y se hubiera lanzado a la cama.

Voltee y lo vi.

Recargado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados, una camisa de manga corta, dejando al aire algunos de sus tatuajes, no sabía que tenía, una sonrisa adornaba sus labios.

Abrí los ojos como platos, tomé lo primero que vi, una almohada y me cubrí.

Ladeo la cabeza y me recorrió por completo.

—Estabas mejor sin la almohada.

—¿Qué... haces aquí?—apenas podía hablar.

—Tu hermano me dejo entrar, te busque en la casa Gerber, al parecer regresaste más pronto de lo que creí.

—Mi mamá ya se fue, así que si...

—Entonces creo que ya puedo estar feliz.

—¿Eso por qué?

—Tendré de regreso a mi sexy vecina.

Sonreí—Disfrútalo entonces.

Su celular sonó, lo saco de su bolsillo y suspiro al encender la pantalla, volteó a verme.

—Debo irme.

Asentí—Bien...

—No veremos por ahí.

—Seguro.

Me dio una ultima sonrisa antes de marcharse.
Me lance sobre la cama, me puse al almohada en la cara y grité con todas mis fuerzas.

¿Por qué eres tan complicado Alessandro?

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Ackerman I: El clan Ackerman (+21)Where stories live. Discover now