Capítulo 25

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25

Rebecka

No quería olvidarme nunca de esta sensación. Sus ,ánimos bailando sobre los míos era algo que había deseado desde hace tanto, de pequeña lo imagine tanto que me dolía la cabeza, me planteaba que tan suaves eran sus labios, o si era brusco al besar.

Todas esas dudas se habían respondido.

Sus labios eran tan suaves, y no era brusco, sabía lo que hacía y yo me sentía muy inexperta al respecto.
La falta de aire comenzó a notarse, era evidente que teníamos que separarnos, pero ninguno de los dos quería, sus manos aún seguían en los lugares adecuados y las mías estaban alrededor de su cuello, la lluvia seguía empapándonos.

El espacio entre nosotros creció, no me atrevía a verlo a los ojos, no después de esto, para él podía ser algo simple, pero para mi no, no era algo simple.

—Eso fue...—murmuró.

Me encogí de hombros—No estuve mal.

—¿Perdón?

—No estuvo malo, pero tampoco fue algo increíble—tome mi mochila y le di la espalda.

Mordiéndome el labio para no gritar y aguantándome las ganas de regresar y volverlo a besar.

Corrió detrás de mi y me detuvo.

—Pero yo creí...

—¿Creíste que iba a gritar de emoción por que me besaste?

Parpadeo como si no creyera lo que estaba diciendo—Bueno... si, honestamente si espere eso.

—¿Y herí tu orgullo?

—No.

Sonreí—No esperes mucho de mi, no seré como con las que te metes, tampoco te dire que soy única, pero no me emocionare por cosas simples, sobre todo por cosas que a ti te nace hacer.

—No espero que lo hagas, en realidad detesto que se emocionen si las tomo de la mano o les beso la mejilla.

—Genial, pero que a mí me da igual eso.

Mentira, en realidad me gusta pero él no lo sabe.

—Bien.

—Bien, debo irme—retome mi caminata.

—Espera..—vuelve a detenerme.

—¿Si?

—¿Nos veremos esta tarde?

—Supongo que si.

—Entonces te espero en casa.

—De acuerdo—comienzo a caminar.

—¿Sabes qué?, mejor te espero y nos vamos juntos.

—No, ve a descansar, mi practica es larga.

—Da igual, te esperare.

—Bien—término aceptando.

Fue una larga práctica. Me sumergí en el agua y me olvidé de todo, menos del reciente beso que recibí, supero todas mis expectativas respecto a besar a algún chico.
No quería que fueran bruscos, o que usaran la lengua, mucho menos que compartiéramos mucha saliva, pero con Alessandro fue perfecto, es como si lo estuviera planeando, y de verdad podría estar probando sus labios a cada minuto.

Estuvo sentado en la banca durante el entrenamiento, solo observándome en los pequeños lapsos donde paraba de nadar y respiraba un poco.
No se perdía ni uno de mis movimientos, lo cual me hacía sentir más nerviosa. Cuando el entrenamiento termino, me espero afuera de la alberca con una toalla sobre su mano, inmediatamente la puso alrededor de mi cuerpo cubriéndome por completo y evitando que me diera frío.

—Buen entrenamiento—alabó.

—Gracias...—sonreí.

Me puse un suéter enorme y tome mi mochila, comenzamos a caminar.

—No sabía que eras tan amante de los deportes...—murmuro.

Sonreí—Tampoco me considero una amante, la natación es una buena forma de desestresarme.

—Igual yo... el fútbol realmente ayuda.

—¿Aún sigues practicándolo?

—No tanto como me gustaría.

Me detuve y lo voltee a ver—¿Por qué te cambiaste de escuela?

—Problemas...

—¿Con tu escuela?

Poso una ligera sonrisa—No, conmigo.

—¿Te portaste mal?

De su garganta salió una risa ronca, se veía algo divertido.

—Solo un poco...

Sonreí y continué caminando.

—¿Hasta cuando vivirás con los Gerber?

Suspire profundamente, una buena pregunta, pero no una respuesta concreta.

—¿Toda la vida?

—Realmente estás molesta con tu madre.

—Muy molesta, y no doy mi brazo a torcer, ella me necesitará primero.

—No deberías estar enfadada con ella, al fin de cuentas es tu madre...

—Te podría decir lo mismo con respecto a tu padre.

Inmediatamente reino en silencio entre nosotros. Solo se escuchaba nuestros zapatos al tocar el pavimento y el viento.

—Deberías regresar... echo de menos a mi vecina favorita..

Sonreí y respiré—Y seguirás extrañándola...

Continuamos caminando hasta que nos acercamos a la casa Gerber, fue cuando el gran portón de la mansión Ackerman se abrió dejando ver una camioneta negra, avanzó un poco y después aparcó frente a nosotros, por inercia me detuve pero Alessandro tomo mi mano y me obligó a caminar.
El vidrio negro de la camioneta se bajó, revelando a la madre de Alessandro.

—Espera...—pidió.

Alessandro siguió caminando, pero se escuchó una puerta cerrarse y después tomo del brazo a Alessandro, nos detuvimos de inmediato.

—Espera hijo...

—Vete mamá.

—Regresa a casa.

—No lo haré, estoy bien con los abuelos.

—¡Pero esa no es tu casa!—se exaltó.

—Ya ni siquiera tengo una.

—Si la tienes, está justo enfrente.

—No regresaré mamá, es mejor que no insistas y que te vayas, papá no puede verte conmigo.

Volteo a verme, de nuevo tomo mi mano y me guió. Dejamos atrás a su madre, quien después de unos segundos se subió a la camioneta y se fue.
Podía sentir que estaba tenso, hablar de su padre lo hacía sentir diferente, no dijimos nada hasta que llegamos a la puerta.

—Gracias por traerme...—agradecí.

—Gracias por la compañía...

—¿Podemos vernos? ¿Mañana?—pregunte.

—No lo se, yo te veré por ahí.

Y lo comprendí.

—De acuerdo... si.

Se dio la media vuelta y se fue.

Que ingenua Rebecka, ¿de verdad creíste que por un beso él se quedaría?, obviamente no, para él fue un simple beso y nada más, eso no significa que tenga sentimientos por mi o algo parecido, acaba de demostrarlo.

Me sentí aún peor que cuando espere que me llamara.


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Ackerman I: El clan Ackerman (+21)Where stories live. Discover now