Saltando del Puente Parte 1

2.3K 170 3
                                    

No voy a aburrirlos contándoles los detalles de mi triste y desdichada historia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No voy a aburrirlos contándoles los detalles de mi triste y desdichada historia.

Ni el motivo por el que estoy en este momento de pie, en el barandal de un puente a punto de quitarme la vida.

No sé nadar, y para asegurarme de que a último momento no me arrepienta, até mi pie firmemente con una cuerda a un trozo de concreto, de aproximadamente unos tres kilos o más. Con esto pienso asegurarme de que no saldré a flote.

Tan solo quiero irme de este mundo.

Respiro hondo por última vez, y me inclino para tomar el trozo de concreto con el cual pienso saltar.

De pronto me asusto cuando alguien de un salto se para justo al lado mío.

— ¡No por favor! de verdad que no necesito un salvador, — dije molesta — solo siga con su vida yo ya he tomado mi decisión.

Lo miré de costado y era un hombre alto y todo vestido de negro. Su cabello, sus cejas y sus largas pestañas le daban un aspecto misterioso. Más aún el color de sus ojos, de un azul intenso, pero de mirada vacía. Lo único que le daba un poco de color a su extremadamente blanca cara era el tono rojo de sus labios.

— No pretendo impedir que acabes con tu vida. — me habló y por alguna extraña razón el tono de su voz me daba escalofríos.

Todo en él era como la sensación y el aspecto que se siente cuando estás en un funeral frente a la muerte o a un cadáver. Algo alrededor de él te hacía sentir la oscuridad, la falta de vida, jamás percibí algo así frente a otra persona. Y al mismo tiempo su rostro te llamaba a mirarlo, una mezcla rara, incómodamente atrayente.

— ¿Entonces vienes a presenciar el espectáculo? — le pregunté algo molesta y desconcertada. — Esto es algo personal, te agradecería que te fueras y me dejaras sola con mis asuntos.

— ¿Si querías quitarte la vida y que nadie te viera porque no lo hiciste en tu casa? — dijo en tono burlón y me miraba con su rostro en leve sonrisa.

— ¡A ti qué te importa!, cada quién decide dónde quiere estirar la pata; — le respondí enojada por su pregunta impertinente — ¡ya vete solo eres un morboso!

— ¿Y si no me voy qué? ¿Qué vas a hacer? — me preguntó retándome y me miraba directo a los ojos de forma seria.

— ¿Sabes nadar idiota? porque yo no, y además me amarré mi propia ancla. ¿Quieres nadar conmigo? — lo miré enojada y apreté mis labios para no soltarle otros improperios por su interrupción tan inoportuna.

Pero el tipo seguía mirando y ahora estaba sonriendo, inmune a mi enojo. Seguramente pensaba que solo estaba haciendo esto para llamar la atención.

Luego pensé, bueno, qué me importa que este idiota esté mirando. Y seguí con lo mío.

Volví a inclinarme para tomar el pedazo de cemento, y sin volver a mirar al tipo, sencillamente salté.

Era de noche, al caer al agua sentí un frío tan intenso que me dolía la piel, se traspasaba la sensación hasta mis huesos, y todos los músculos de mi cuerpo se tensaron con dolor. Mi final era irremediable a estas alturas, el pedazo de concreto me jalaba hacia abajo más y más. Hasta que comencé a sentir la falta de aire. Y la agónica desesperación por volver a respirar.

En ese momento me arrepentí de no haber buscado una forma menos dolorosa de acabar con mi vida. No tomé en cuenta que ahogarse no es un proceso rápido cuando lo vives ya bajo el agua.

Cuando ya no había más aire en mis pulmones y tuve que abrir desesperada mi boca, el agua comenzó a filtrarse por mi boca y mi nariz. Con cada inhalación, intentando en vano conseguir aire donde solo había agua. Sentir la horrenda sensación cuando el agua invade tus fosas nasales.

Era la sensación más desoladora y desesperante que había vivido en mi vida, y por instinto intenté desatar la cuerda que había atado a mi pie. Pero no podía. Me había asegurado de dejarla tan bien apretada. Precisamente para que no pasara esto, poder deshacer el nudo y volver a la superficie a enfrentar la realidad.

No sé cuántos minutos habré estado luchando desesperadamente. Pero para mí esos instantes fueron como toda una vida.

Cuando sentía que el agua estaba saturando mis pulmones y mi cuerpo, y me iba más y más al fondo, de pronto me envolvió una sensación de paz. Y dejé de luchar con mis pies y mis manos. Solo me dejé llevar, arrastrada por el ancla, pensando que ahí terminaba todo. En el fondo de mi subconsciente quería dormir para siempre y no sufrir más.

Todas las sensaciones tormentosas cesaron para dar paso a una paz, un estado de mi mente como irreal, donde todo iba en cámara lenta, como en un sueño en donde solo observas sin sentir nada. Y poco a poco tu visión se cierra; hasta que dejé de tener conciencia del mundo.

De pronto me desperté.

Estaba desconcertada. ¿Había sido todo un sueño? ¿En realidad, no morí ahogada?

— Pero ¿dónde estoy? ¿Qué es esto? — me sentí realmente asustada.

Estaba en una habitación completamente desconocida, podría decir de estilo gótico, pero más tenebroso. El color de las paredes de un rojo horrible a mi gusto, los muebles antiguos, hasta el color de la ropa de cama, demasiado lúgubre, no ayudaba en nada para dar confianza.

Al parecer alguien me había sacado del agua, y estaba atada de pies y manos sobre una cama de cobertor negro y almohadas rojas. El panorama no se veía para nada alentador, sin contar mi total desconcierto de cómo llegue ahí.

Me invadió el miedo, la desconfianza y la desesperación de no saber con qué propósitos me llevaron a ese lugar. Pero el solo hecho de estar atada a una cama hacia ver por si solo que no era para nada bueno. Y mi respiración se tornaba cada vez más desesperada, mi mente no podía reaccionar ante estas sensaciones de indefensión y me sentía aturdida.

No sabia si gritar pidiendo ayuda serviría de algo, o quizás solo empeoraría las cosas para mí. Quizás que demente me amarró y hacerlo enojar no sería buena idea. Y lo peor, pensar que podría ser mas de uno.

Podía ver por las ventanas que era de noche. Pero no tenía la menor idea de cómo había llegado ahí. Ni dónde estaba o cuanto tiempo estuve inconsciente.

Y qué pretendían hacer conmigo en ese desconocido y tétrico lugar.

(e)

La propuesta del vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora