Un Vil Chantaje Parte 14

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—Si no aceptas por lo menos estar unos días conmigo antes de morir, me encargaré personalmente que pague por todo el placer que se dio con tu cuerpo

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—Si no aceptas por lo menos estar unos días conmigo antes de morir, me encargaré personalmente que pague por todo el placer que se dio con tu cuerpo. Masacraré a la puta de su esposa y su pequeño delante de sus ojos antes de destrozarlo a él. —sentenció el vampiro como si yo fuera de su propiedad, y Robert hubiese cometido un gran delito al estar conmigo.

Y la sola imagen que su sentencia formaba en mi cabeza en medio de mi terror no me dejaba pensar.

—¡No te atrevas a tocarlos maldito! — dije enfurecida mientras trataba de quitar sus manos de mí. Pero su fuerza era increíble, aun con todo mi esfuerzo, no podía moverlo ni un poco.

—¿Tanto te encaprichaste por tu primer orgasmo? — se burló descaradamente y luego me miró fijo. — Yo puedo hacerte sentir cosas mucho mejores.

Trató de acercar su boca a la mía e hice un esfuerzo tremendo por evadirlo. La sola idea de que sus labios me tocaran me causaba rechazo, de recordar como mordió mi cuello.

Le molestó tanto mi desprecio y para desquitarse me levantó tomándome fuerte por la cintura y apretó con tanta fuerza que me costaba respirar.

Sus ojos y sus gestos mostraban una tremenda molestia. Como si le hubiese dicho el más grande de los insultos.

—Podría en este mismo momento romper todos tus huesos, deja de desafiarme Emily. ¡Ni siquiera los de mi especie se atreven a tanto! —dijo realmente enojado.

Cuando me soltó, respiré profundo porque me sentí ahogada y las lágrimas salieron solas rodando por mi cara. Solo fue una advertencia, pero estar a merced de este ser era demasiado para mí.

—¿En que estábamos? —dijo el vampiro, y esta vez sí dejé que su boca tocara la mía. Sus labios se sentían helados igual que sus manos que comenzaban a recorrer mi cuerpo. Quería con todas mis ansias correr, pero no podía.

—¡Ya basta por favor! —le supliqué — Deja que me vaya.

—¿No te preocupa la vida de tu querido juguete Robert? ¿Y su pequeño hijo? Yo cumplo lo que prometo Emily, jamás dudes de eso. —me miró esperando mi decisión.

La sola idea de que Robert y su pequeño terminaran en manos de este monstruo me atormentó, incluso sentí piedad de su ex esposa. Nadie merece morir de esa forma.

Como quien acabara de enterarse que lo iban a sentar en la silla eléctrica, lloré desconsoladamente sin poder parar. Parecía que mi destino ya estaba trazado y no podía hacer nada por remediarlo. No tenía lugar en el mundo donde esconderme de aquel cuyo nombre ni siquiera sabía.

—¿Entonces? —me miró victorioso, sabiendo de antemano mi respuesta. Y esbozó una leve sonrisa, mientras sus ojos azules y despiadados observaban mi respuesta.

—Volveré contigo, con la condición de que dejes a esa familia en paz. — le respondí casi susurrando, y sintiendo como si una enorme roca aplastara mi pecho.

—Te hubieses evitado este sufrimiento si solo hubieses obedecido la primera vez. Mañana volverás a despedirte a tu trabajo y me presentarás con Robert. —dijo el vampiro mientras con sus manos secaba mis lágrimas.

—¿Que? ¿Por qué quieres que haga eso? ¿Qué tramas? ¡No lo haré! —dije resuelta, quizás no se conformaría con obligarme a volver con él. Y desataría más muertes ahí.

Entonces clavó una de sus uñas en mi pecho hasta hacerme sangrar. No pude evitar quejarme del dolor, y lamió mi sangre mientras me miraba con esos ojos terroríficos.

—No agotes mi paciencia Emily, obedece y nada malo le pasará a Robert. Nos iremos en paz.

Y desapareció de mi vista sin más. La única prueba de su visita era el hilo de sangre que aun corría por mi pecho.

En el albergue lloré hasta quedarme dormida. Me dolía no volver a ver más a Robert. Pero no quería ser culpable por su muerte o la de su familia. Además, de que no tenía forma de escapar, eso era un hecho.

Traté de ocultar el rojo de mis ojos con maquillaje y fui por última vez al trabajo.

Robert estaba en su oficina, al parecer con su ex esposa y su hijo.

Primero salió el pequeño, una de las empleadas lo llevó por un helado. Era idéntico a su padre.

Luego salió la esposa y se me queda viendo. Era la típica rubia frívola a la cual se le deben cumplir todos sus caprichos. Era evidente. Se vestía con joyas y ropa carísima, del estilo que llama la atención de todo el mundo, las que siempre quieren ser el centro de la atención.

Robert salió y me llamó a su oficina.

—Emily lo que tengo que decirte quizás te moleste.

En mi corazón pensé, no Robert, lo que voy a decir yo es peor.


(E)

La propuesta del vampiroDove le storie prendono vita. Scoprilo ora