El secuestro Parte 2

1.9K 155 11
                                    

De pronto sentí que alguien abría la puerta

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

De pronto sentí que alguien abría la puerta. Y me puse histérica. Seguramente sería el psicópata que me tenía atada. Y venía a comenzar con lo que sea que tenía planeado hacerme. Sin quererlo comencé a temblar.

Entró por la puerta el mismo tipo que estaba a mi lado antes de saltar del puente. Me queda mirando de arriba abajo, y para mi espanto recién en ese momento me di cuenta que solo tenía puesta ropa interior.

No podía articular palabra. Sentía demasiado miedo. Sí es verdad quería morir, pero en mis planes no estaban las torturas de un psicópata.

— ¿Por qué una mujer bella como tú quiere acabar con su vida? — me mira fijamente y su semblante se veía mas bien tranquilo, pero su aspecto seguía siendo raro.

— ¿Tú me sacaste del agua? — pregunté casi susurrando.

— Si.

Lo quedé mirando fijamente.

— Contesta la pregunta. — el tipo me insiste y se queda esperando mi respuesta.

— ¡Primero suéltame! — le dije en tono serio y demandante, no quería demostrarle mi miedo.

Se acercó y con su pulgar presionó su uña en mi cuello, respirándome justo en la oreja.

— El que da las órdenes aquí soy yo, que no se te olvide eso. — amenazó y ahora su rostro se volvió más serio y sombrío.

— ¡Si vas a matarme hazlo de una vez psicópata, pero ni pienses que te vas a divertir conmigo! — le grité, si iba a morir quería que fuera rápido.

— No quiero matarte ni torturarte por el momento, voy a proponerte un trato. — dijo serio y se incorporó mirándome desde arriba.

Me quedé observándolo y escuchándolo a ver que tenía que decir. Que un secuestrador te ofrezca un trato era algo de por si insólito. Por lo general sabía que se dedicaban a hacer lo que querían con sus víctimas, pero no era precisamente negociar.

— Te he observado un largo tiempo, sé que estás decepcionada de tu vida. Pero puedo ofrecerte otra cosa, digamos una nueva oportunidad. Conocer un mundo del que pocos saben. Te ofrezco la libertad de ver mi vida y decidir si quieres acompañarme. O puedo ayudarte a terminar lo que empezaste en ese puente. Será tu decisión. — dijo y parecía estar hablando en serio.

— Yo ya no quiero vivir más. — respondí, pensé que verme saltar del puente hacia este hecho evidente.

— Sí lo sé, no es ese tipo de vida lo que te ofrezco. —dijo el desconocido

— Pero si tú estás en este mundo igual que yo, ¿cuál sería la diferencia?

— Que tú eres una humana y yo soy un vampiro. — me confesó sin más

Y yo no pude evitar soltar una gran carcajada. En medio de toda la situación su respuesta me pareció tragicómica, totalmente inesperada y obviamente una ridiculez.

— ¿De verdad te crees vampiro? — lo miré incrédula, y si su aspecto lo hacían ver como un hombre inusual, pero de ahí a creerse vampiro era demasiado.

De un salto se sentó sobre mi abdomen, puso su cara cerca a la mía. Y sin abrir su boca comenzó hablar y lo más extraño era que yo lo escuchaba, en mi mente. Me dijo:

— Yo vi cuando ese tipo te drogó, cuando te despojó de toda tu ropa. Y como recorría tu cuerpo con sus manos asquerosas. También escuché todos los mensajes amenazantes que te impidieron delatarlo ante la policía. Y todas las veces que en tu baño intentabas desesperadamente borrar ese recuerdo, restregando con fuerza tu piel hasta dejarte roja. Sé mucho de ti. Lo que te gustaba, con lo que soñabas y también a lo que le temes más. Eres un alma rota y solitaria. En realidad, nunca has tenido a nadie. Estás tan sola como yo. Quizás podamos acompañarnos.

De pronto pensé que todo esto se trataba de una macabra broma. ¿Qué un vampiro necesitara la compañía de una humana? Realmente era para tomárselo como un chiste.

Pero al parecer él podía leer mi mente. Así que se dispuso a darme una prueba más de que hablaba en serio.

Sus ojos se tornaron de un color azul, no bello, sino feroz, y pude ver claramente cuándo abrió su boca, dos colmillos que se expandían ante mis ojos incrédulos. Y su rostro atrayente inspiraba terror, porque ahora sus facciones armoniosas se deformaron en muecas monstruosas.

Grité aterrada cuándo con su mano giró mi cara para dejar expuesto mi cuello, y me mordió.

Mi corazón latía tan fuerte por el miedo, y el dolor de sentir sus dientes hiriendo mi piel.

— ¡Basta por favor! — le supliqué, y se detuvo de succionar mi sangre.

Al parecer por la contracción de su cara y de su cuerpo, él estaba haciendo un intento muy grande por soltar mi cuello. Como cuando a un alcohólico empedernido le quitas su botella de alcohol.

— Hasta tu sabor me encanta, creo que seriamos muy buenos compañeros. Piénsalo hermosa. —me dijo mientras sus ojos y sus dientes volvían a aparentar normalidad. Y parecía saborear mi sangre por demás emocionado.

En un parpadeo él ya no estaba sobre mí, ni tampoco en la habitación.

Podría pensar que se trataba de una pesadilla, pero el dolor de las heridas en mi cuello era bien real, y sentí como corría la sangre por mi piel.

No podía dejar de temblar. Pero en qué lío estoy metida ahora pensé. Y traté desesperadamente de ver cómo podía soltarme para huir de ahí.

Sentía terror de verlo entrar de nuevo a la habitación. Y empecé a forcejear con una de mis manos moviéndola para zafarme de la cuerda. Debía reaccionar rápido, no estaba frente a un psicópata cualquiera, en verdad este ser era sobrenatural y para mi angustia le gustaba mi sangre; eso no terminaría en nada bueno.

Tanto me esforcé en mi desesperación de soltarme, que hasta se me levantó un poco de piel de la muñeca y se formó una herida. Pero el miedo era más fuerte que el dolor. Quería morir sí, pero no de esta manera. No siendo devorada como una presa. Que este ser me dejara sin una gota de sangre y que quizás hasta arrancara un pedazo de mi cuerpo.

Ya no podía más del dolor de mi muñeca y la sangre empezó a caer sobre la cama, el mismo líquido ayudó a que mi mano resbalara, cuando por fin logré zafar esa mano.

Con desesperación comencé a soltar la otra mano que tenía atada.

Luego seguí con mis dos tobillos. Respiraba en extremo angustiada, me parecían eternos los minutos en que tardaba de soltarme de las amarras, y estos mismos sentimientos parecía que me hacían aún más torpe.

No tenía idea del lugar donde estaba, no sabía que había tras la puerta de la habitación. Quizás podría ser una casa dónde habría muchos más monstruos como él. Entonces vi como única opción tratar de salir por la ventana.

(E) 

La propuesta del vampiroWhere stories live. Discover now