En la Cueva de la Bestia Parte 30

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Desperté con un tremendo dolor en la cabeza, y al abrir mis ojos, creo que de la contusión me sentía mareada

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Desperté con un tremendo dolor en la cabeza, y al abrir mis ojos, creo que de la contusión me sentía mareada.

Estaba en una habitación, sobre una gran cama. Me levanté lentamente, si me movía rápido todo se me daba vueltas. Por el estilo parecía ser una cabaña, algo rústica y la luz en su mayoría eran velas.

Traté de pararme con cuidado por los mareos, y me acerqué a una ventana que estaba justo enfrente. Al mirar hacia fuera no se veía nada más que bosque. No tenía idea en dónde me encontraba. Ni que me había golpeado para dejarme allí.

Traté de mirar por todos lados a ver si encontraba algo con que defenderme. Pero eran solo libros, almohadas, mantas, nada que realmente me sirviera.

Como la primera vez que fui secuestrada, sentí temor de no saber quién entraría por esa puerta. Esta vez si fuera kilian mi corazón se llenaría de alegría. Pero dada la situación, deduje que eso era muy poco probable.

A esas alturas, ni siquiera podía saber si todavía existía.

Me acerqué sigilosamente a la puerta, para ver si podía escuchar, quién estaba afuera.

Agudicé el oído y pude escuchar un murmullo. Era más de una persona, pero la voz que más se imponía era de un hombre. Una voz profunda y ronca. Quién al parecer les dio algunas órdenes a los que estaban allí y se escuchó el sonido de otra puerta más lejana.

No sé cuántas personas más había en esa cabaña, ni con qué propósito me tenían ahí. De pronto sentí unos pasos pesados que se acercaban a la puerta, entonces retrocedí lo más que pude. Y mi corazón empezó a latir rápido, sin saber que me esperaba. El bombeo acelerado de mi corazón agudizaba el dolor de cabeza. Y me sentía incómoda en todas las formas posibles.

La puerta se abrió de par en par, y un hombre muy alto y de físico imponente entró a la habitación.

Su cabello corto era frondoso, tenía una leve barba, cejas negras que intensificaban la fiereza de su mirada. Y su tórax completamente desnudo dejaba ver su gran musculatura. Hombros, brazos y hasta el abdomen, no había parte visible, que no mostrara un músculo bien trabajado. Solo trae un pantalón negro y unos zapatos toscos. Mis ojos se quedaron mirando a las dos heridas que tenía en el abdomen. Una a un costado y otra en el centro.

La del costado era de aspecto redondo y la del centro Parecía un corte más alargado.

Me alteré todavía más, al pensar, que en esos mismos lugares yo había herido aquella bestia que entró en mi celda.

Quería con toda mi alma, que este supuesto hombre no tuviera nada que ver con ese monstruo.

— ¿Eres el juguete de kilian? — me preguntó ese hombre desconocido

Yo apenas si podía respirar mucho menos responder.

— ¿Por qué te tenía en esa celda? — su voz profunda inspiraba miedo

Luego se acercó y yo no pude evitar retroceder, hasta que me topé con la ventana.

Era tan alto que tuve que mirarlo hacia arriba.

— ¿Qué acaso no sabes hablar, entiendes lo que te estoy diciendo? — me presionó para que contestara mientras yo veía sus ojos cafés con un tono extrañamente dorado

— ¡Contesta! — me gritó

Y yo salté del susto, golpeándome contra la ventana.

— No sé porque estaba ahí — traté de mentir, era obvio que este hombre era un enemigo de kilian y su gente.

— ¡Mientes!, tomó tu cuerpo, siento su olor en toda tu piel, incluso en tu vagina. — el desconocido no dejaba de mirarme

— Dijo que sería su cena — traté de desviar la conversación

— kilian no suele jugar con su comida. ¿Qué ocultas? — y tomó mi cuello apretando poco a poco, para que soltara la verdad.

Se me dificultaba el respirar, pero no estaba dispuesta a decir nada.

Continuó apretando hasta que sentí que poco a poco me iba a desmayar.

Antes de que cayera al suelo me sujetó, y me dio una bofetada para que me despertara.

— ¡No te duermas! — me ordenó

Luego me empujó al centro de la habitación, y comenzó a caminar alrededor de mí, como si quisiera descubrir algo.

— Quítate la ropa — al ver que yo me quedaba quieta sin obedecer dijo— ¡ahora! —me gritó enfurecido

Comencé a quitarme todo lo que tenía puesto, hasta que ya no tuve nada más que sacar. Intenté tapar con mis brazos mis senos y mi entrepierna.

Otra vez me encontraba ante la incertidumbre de no saber que sería de mí. Y de qué forma podría escapar o defenderme.


(E)

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