VI

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Terror. Angustia. Pesadilla.

Así podría clasificar mi vuelta a clases después de un tiempo bastante bonito de vacaciones.

No sé en que momento había decidido que era buena idea continuar en la Universidad sin tener una idea fija de lo que quería hacer, pero como siempre, ya era tarde.

Había estado hablando por teléfono con mis padres que, como siempre, se encontraban en la otra parte del mundo debido a una de sus múltiples empresas.

Creo que tiempo en familia he pasado poco a decir verdad. Tengo pocos recuerdos de estar con ellos, cuando era pequeña, me habían cuidado mis abuelos y sabía que mi padre era un gran aficionado al Real Madrid porque en más de una ocasión mientras vivía con mis abuelos me colaba a las tantas de la madrugada en la que era la habitación de mi padre y había visto posters, fotos, más posters, camisetas del equipo y más cosas que en ese momento no supe reconocer.

Todas las camisetas que él tenía, empecé a usarlas para estar por casa, hasta que se enteró de mi pequeña e inocente travesura y me dijo que ni se me ocurriera romper ninguna, porque eran de recuerdo y era una pequeña colección que él tenía. Prometió que cada cumpleaños me regalaría una del equipo y así fue como empezó mi obsesión con el fútbol y el equipo en general.

Siempre que llegaba de clase terminaba las tareas o estudiaba para el examen del próximo día para poder sentarme a ver el partido de esa noche, competición tras competición, jugadores tras jugadores...

Cuando una de las empresas de mis padres empezó a tener problemas en la sucursal de aquí de Barcelona, no tuvieron más remedio que regresar y estuve un tiempo con ellos.

Sí, también veía los partidos con ellos.

Arreglado el problema de la sucursal tuvieron que volver a marcharse.

De eso hace 4 meses.

Desde entonces, con 18 años recién cumplidos, les rogué y supliqué poder quedarme en casa y no irme de nuevo con los abuelos.

Creo que mis plegarias fueron escuchadas porque no pusieron pegas y aceptaron sin ningún problema. A cambio me prometí a mí misma que no tendría ningún problema en casa. Y hasta ahora, así era.
Me encargaba de pagar todas y cada unas de las facturas que llegaban con el dinero que ellos me pasaban a la cuenta y tenía todo siempre ordenado y recogido, aunque la verdad es que la mayoría del tiempo lo pasaba en mi cuarto, por lo que no me daba tiempo a ensuciar ninguna estancia más de la casa.

Sira era la única a la que había dejado entrar en mi casa viviendo sola, porque sabía que nunca iba a causar problemas.

Cuando entré en casa, solté un suspiro de cansancio y me recorrí el salón hasta llegar a la cocina, me hice algo rápido de comer y me senté a ver la tele mientras intentaba no quemar mis papilas gustativas con la comida.

El timbre de casa sonó varias veces y ya sabía quien era incluso antes de abrir.

– Leah Gómez Fernández.

– Buenas tardes para ti también, Sira.

– ¿Qué hacías?– preguntó sentándose en mi sofá y sopló la cuchara que había en mi plato.

– Pues estaba comiéndome eso que ahora me has quitado, gracias Sira.

– Lo siento cielo– ríe.– Es que estoy nerviosa ¿has empezado a estudiar literatura?

– De hecho iba a repasar cuando terminara de comer.

– ¿Repasar?–me miró incrédula.– Y yo que no he resumido ni el primer apartado.

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviWhere stories live. Discover now