LIV

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⚠️ Advertencia de contenido explícito.

Llegué a casa y entré dejando las llaves en una pequeña cesta que había.

Miré alrededor encontrando todo a oscuras.

Por un momento pensé que Gavi no había llegado a casa todavía, hasta que una lámpara se encendió, iluminando toda la sala.

Me giré encontrándome a Gavi sentado en el sofá frente a mí, con las piernas abiertas y con una cara que no me inspiraba confianza.

Lo miré mientras me quitaba las zapatillas, entonces su voz, grave y ronca, rompió el silencio.

– ¿Puedo saber qué mierdas es eso?– dijo señalando.

Yo miré a donde señalaba y me fijé en la camiseta que llevaba puesta.

– ¿Quién coño es ese, Leah? ¿Por qué cojones te mira, te lanza la sudadera y llevas su camiseta?– dijo levantándose.

– Es Mario. Un viejo amigo.

– ¿Un viejo amigo? ¿Ese quiere que le parta la cara?– se acercó a mí.

Yo empecé a retroceder hasta topar con una pared y entonces él me quedó atrapada entre la pared y su cuerpo.

– Quiero que te quites esa camiseta. Ahora.

Me quité la camiseta y la tiró por alguna parte del salón.

– Se supone que eres mi amuleto de la suerte nena. Mío. No de otros.– desabrochó mi pantalón y tiró hacia abajo sin romper contacto visual.

Yo tragué saliva sin perder detalle de lo que hacía.

Bajó el pantalón hasta mis tobillos y entonces bajó una de sus manos, apartó mis bragas y metió dos dedos en mi interior de golpe.

Yo abrí un poco la boca y me puse de puntillas debido al acto inesperado.

Sus dedos salían y entraban en mi intimidad a una gran velocidad.

Entró uno de sus dedos y gruñó.

Yo me agarré a sus hombros.

– ¿Vas a contestar? ¿Tengo que ser más duro para que me digas porque ibas en contra de mí hoy, muñeca?

Yo solo contesté a sus preguntas con pequeños quejidos.

Rodó los ojos y me giró, me alejó un poco de la pared y me inclinó.

Apoyé las manos en la pared y me mordí el labio sabiendo lo que me esperaba.

Una de sus manos golpeó mi nalga con fuerza.

– ¿Con quién vas cariño?

Volvió a golpear mi nalga.

– Responde.

– Contigo.

Golpeó de nuevo.

– ¿Perdón? ¿Qué dices? No te escucho

– Contigo. Contigo

Golpeó de nuevo y sentí sus dedos en mi interior de nuevo.

Apreté mis manos en la pared y empecé a gemir de manera inevitable.

Sus dedos se duplicaron y miré a mi alrededor encontrándome con la vista de un espejo.

Podía verle morderse el labio y echar la cabeza hacia atrás mientras soltaba algún gruñido.

Sus dedos seguían martilleando en mi interior y a este punto yo no podía parar de gemir.

– Eres MI amuleto muñeca. Mi puto amuleto. Que se busque a otra porque esta diosa ya está pillada.

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviKde žijí příběhy. Začni objevovat