XXVIII

13.7K 334 27
                                    

La felicidad es un estado de ánimo que por desgracia no tiene tiempo ni espacio.

Las cosas son efímeras, suaves, y tan delicadas que pueden romperse solas, sin necesidad de que nadie las toque.

Creo que aquello fue lo que me pasó a mí aquella noche.

Estaba dormida cuando un sonido me despertó.

Abrí mis ojos y vi que mi móvil estaba dando una llamada, una llamada de mamá.

Mamá no solía llamarme a estas horas de la noche, pero supuse que sería el momento en el que habían podido tumbarse a descansar después de trabajar.

- Dime mamá.

No escuché nada del otro lado.

- ¿Mamá?

- Cariño... Siento llamarte tan tarde. Pero tengo que decirte algo.

Su voz sonaba sin vida, apagada y yo me asusté.

- Claro mamá.- me levanté con cuidado para no despertar a Gavi, que dormía a mi lado sin enterarse de nada.

Fui hasta el baño y cerré sin echar el pestillo.

- Cuéntame ¿pasa algo?- me senté en el retrete.

- Tu padre...- empezó a llorar.- Se va Leah, se va.

En aquel momento se me cayó el mundo encima.

Mi madre seguía hablando a través de la línea, pero no escuché, no escuché nada.

Ni siquiera pude escuchar mi propio llanto, que empezó a salir con fuerza.

Gavi abrió la puerta en aquel momento y sin decir nada, me abrazó.

Estaba sentada en el tren, Gavi me agarró de la mano y la apretó con fuerza.

El viaje desde Barcelona hasta Madrid fue agotador, pero necesitaba despedirme. Por él, por mí. Por ambos.

No quise ir a casa de mis padres primero, así que en cuanto nos bajamos salí de la estación y me fui hasta el hospital.

Cuando llegué mi madre estaba en la sala de espera.

Tenía el pelo recogido en un moño alto, despeinado.

Jamás había visto su pelo despeinado.

Las ojeras en sus ojos eran notorias y yo solo pude abrazarla y llorar con ella.

Soltarlo todo.

Que injusta es la felicidad, cuando te da algo acaba arrebatándote otra cosa.

Pasé cuando estuve más tranquila y cuando le ví me derrumbé por milésima vez en el día.

Miles de cables se conectaban a él y aunque tenía los ojos cerrados, supo que estaba aquí.

Abrió los ojos y respiró todo lo fuerte que sus pulmones destrozados le permitieron y me tendió la mano.

La agarré y me senté a su lado.

- Estás guapísima hija mía.- dijo sonriéndome.

- Gracias papá, lo he sacado de ti.- acaricié su mano fría.

- ¿Has traído a tu novio? ¿El culé ese putrefacto?

- Papá.- reí suave.- No hables así de él. Me cuida muchísimo.

- Es lo menos, mi princesa merece un príncipe que la cuide.- rió y tosió un poco.- Dile que entre, quiero hablar con él, a solas.

- Vale.- dije encaminándome hasta la puerta.

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviWhere stories live. Discover now