XLIII

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Sira y yo dábamos vueltas por la habitación sin dar crédito a lo que acababamos de ver.

Mientras, Gavi miraba el test fijamente.

El resultado era negativo. Íbamos a ir a hablar con Ferrán y entonces le vimos entrar en la habitación con una chica.

– Sira. No pienses en lo peor, porque todavía no podemos decir que sean cuernos.

– ¿Sabes qué Leah? Voy a entrar.– tras decir aquello salió pitando de mi habitación en dirección a la que compartía con Ferrán.

Yo la seguí y tras abrir la puerta encontramos a Ferrán sentado en la cama y a aquella chica sentada en una silla dos metros más lejos.

Ambos se quedaron mirándonos y yo empecé a morirme de la vergüenza.

Después Sira empezó a hablar como una cotorra con ambos y yo me despedí para ir a mi habitación.
Cuando entré Gavi estaba viendo Netflix y me tumbé a su lado.

– ¿Me dejas poner a mí una película?

– Claro. Adelante.

Después de darme el mando empecé a buscar y lo vi negar con la cabeza.

– Ah ah, ni de coña. No pienso verme una película de Barbie.

– ¿Cómo que no Pablo?

– No me llames Pablo. Y no, no pienso tragarme una película de esas.

1 hora más tarde me pidió ver otra y después de esta, otra.

En resumen, Pablo se vio como 3 películas de Barbie sin rechistar y después de aquello se acurrucó a mí.

La habitación estaba a oscuras, la poca luz que había entraba por la ventana gracias a las luces de las calles.

Tras insistirle un poco salimos a pasear por aquella ciudad.

Creo que no había estado en una ciudad tan bonita desde hace mucho. Gavi se había puesto unos pantalones negros y una sudadera gris conjuntada con un gorro de lana del mismo color.

Estaba guapísimo. Y cuando se le reflejaban las luces de la ciudad en aquellos ojos marrones yo me enamoraba un poquito más.

Narra Gavi

Había aceptado salir de la comidad de la cama para visitar la ciudad.

Leah no paraba de hacer fotos de cada rincón y yo reía al verla tan emocionada. Parecía una niña pequeña y mi corazón sonreía al verla.

Estaba preciosa.

Llevaba unos pantalones cargo beige y una sudadera negra, mía.
Sus preciosos ojos verdes brillaban con aquellas luces de la ciudad.

Agarré su mano por simple instinto. No podía estar demasiado tiempo apartado de ella y mi cuerpo lo sabía.

La gente iba y venía por las calles sin darse cuenta de nuestra presencia. Me gustaba. Podía pasear por aquellas calles agarrado de la mano con mi chica sin que interrumpieran.

Vimos un pequeño puesto y ella lo señaló para mirarme después.

– Quiero algodón de azúcar.

Y ahí iba yo. Me acerqué al puesto y pedí algodón de azúcar con mi pobre nivel de inglés.

Leah me abrazó después de tenderle su algodón de azúcar y volvió a agarrar mi mano.

Volví a mirarla como siempre.

Sus ojos brillaban más que toda aquella ciudad, estaba muy seguro de aquello.

Y también estaba seguro de que estaba enamorado hasta las trancas de ella.
Esos sentimientos que me eran imposibles de expresar, crecían cada día a un ritmo incontrolable.

La vi correr hasta un pequeño charco de un parque y la seguí.

Le hice una foto y después la abracé por la cintura.

Hundí mi nariz en él hueco de su cuello e inspiré su olor. Siempre olía a caramelo y estaba obsesionado con ello.

Agarró mis manos y después se giró.

– Vamos a hacernos un selfie.

Agarré mi móvil y lo coloqué frente a nosotros para después apretar el botón.

– Gavi, salgo fatal.– dijo con una mueca mientras miraba el móvil.

– Deja de decir bobadas. Sales preciosa. En esta y en todas las fotos tuyas que tengo.

– ¿Cómo?

Siempre que estaba desprevenida le hacía fotos. Había una mientras dormía. La recordaba perfectamente. Acabábamos de tener sexo y se había quedado dormida en el instante. Dormía boca abajo, con la espalda desnuda al aire y estaba arropada hasta la cintura, el pelo tapaba su cara y caía sobre el colchón.

Era una de mis favoritas.

– ¡Pablo! Menudas fotos y que caras por dios.

Reí un poco.

– Sales como una puta princesa Leah. A callar.– dije quitándole el móvil y revolviendo su pelo.

Ella me miró y eché a correr por aquel parque mientras ella intentaba cogerme, cosa que era imposible porque era muy rápido.

Yo reía. Entonces tropecé y caí en el césped mientras reía cada vez más fuerte.

Llegó hasta mí y se tiró encima suavemente para después hacerme cosquillas.

Yo reía y agarraba sus manos intentando pararla.

Cogí sus manos entre las mías y la acerqué a mí, pegando mis labios a los suyos para sentirme en casa, por fin.

Ella correspondió mi beso como de costumbre.

Sus besos sabían a hogar, seguridad y paz, mucha mucha paz.

Un rato después nos levantamos del césped y andamos de vuelta al hotel.

Me quitó el gorro y se lo puso ella para después empezar a hacer bailes raros en mitad de la calle.

Yo reí.

– ¿Has visto lo bien que me queda?

– Te quedaría bien hasta una bolsa de basura Leah.

Volví a agarrar su mano, la levanté y se la besé.

Ella me miró sonriendo y yo estaba que me moría.

Cuando volvimos al hotel Pedri estaba en el hall.

– Anda. ¿Dónde estábais?– dijo besando la cabeza de Leah.

Pedri y Leah tenían una amistad que la verdad es que no conseguía descifrar.

Pero sabía que Pedri no intentaría jamás arrebatármela.

Me gustaba saber que él estaba a su lado. A veces le necesitaba más a él que a mí.

Sé que si yo me marchara él cuidaría de ella siempre y le estaba eternamente agradecido.

– Venimos de dar una vuelta. Bua, tendrías que haber venido Pepi, era todo mega bonito.– dijo Leah mientras articulaba con sus manos.

Pedri simplemente la miraba riendo.

– No voy a ir de sujetavelas.

– Idiota. No hemos ido morreándonos todo el rato.– dijo ella dándole en el brazo.

– Voy a dormir y vosotros deberíais hacer lo mismo.– dijo Pedri y tras despedirse se fue a su habitación.

Nosotros le imitamos y cuando me acosté Leah se tumbó a mi lado, dejando su cabeza en mi pecho.

Y mientras acarciaba mi pelo me quedé dormido.

En paz.

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Voy a llorar de lo bonitos que son 😩

Sira y sus dramones viven en mí siempre JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAA

Nos vemos en el siguiente guapis <3

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviWhere stories live. Discover now