LXIII

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Me desperté con un dolor de cabeza descomunal y apagué la alarma.

Dejé caer el brazo y escuché a alguien quejarse y removerse a mi lado.

Reí suave y volví a subir y bajar el brazo.

– Leah... Para. Porque estoy que me cago de los nervios.

Reí escuchando a Sira. Anoche nos quedamos hasta tarde hablando con aquellos chicos y nos hicimos una foto grupal, bueno, yo, porque Sira estaba en el baño.

Gavi no había parado de mensajearme en toda la noche y yo había estado resubiendo las historias con los chicos para hacerle rabiar un poco.

Funcionó, porque había estado mandándome stickers de cuchillos y asesinos en serie.

Me reí recordándolo y me levanté.

Bajé a la cocina para tomarme un ibuprofeno cuando me encontré a la madre de Sira.

– Leah, ¿cómo estuvo la fiesta?

– Muy bien Elena, de verdad. Aunque me duele la cabeza. Voy a subirle agua y una pastilla a Sira.

– Vale. Sed rápidas porque vendrán a prepararnos en media hora.

Asentí y subí con las cosas para mi amiga.

Una media hora después estábamos en manos de los peluqueros.

Yo había estado indecisa sobre que hacerme en el pelo y Sira estuvo echándome en cara que no podía ayudarme porque no sabía como era el vestido de dama de honor.

Nadie sabía como era el vestido. Lo había tenido escondido y lo había dejado aquí la noche antes.

El peluquero me dijo que lo dejara en sus manos, así que cuando terminó me miré al espejo y abrí la boca mucho.

Estaba increíble.

Tenía el pelo ondulado y un semirecogido y llevaba algunas flores y diamantes por el pelo.

Me subí a la habitación y me vestí.

El vestido era rosa palo y la falda era como un reloj de arena, iba pegado al cuerpo y la verdad es que me encantaba.

Me puse los tacones blancos de aguja que llevaban una cuerda en la pierna.

Bajé y me apoyé en una puerta mirando a mi amiga vestida de novia, preciosa.

Sira se giró y abrió la boca en forma de O.

– Dios mío Leah, estás preciosa, sé de alguien que va a morir cuando te vea llegar.– dijo subiendo y bajando las cejas.

Sonreí y la abracé.

– La que está preciosa y va a dejar muriendo a alguien eres tú cielo.– la miré sonriendo orgullosa.

Una vez listos, los padres de Sira fueron hasta la Iglesia y nosotras nos montamos en la limusina.

Sira iba muy nerviosa y estaba apunto de darle algo.

Le agarré las manos para tranquilizarla.

– Sira, este paso ya no es nada si habéis estado juntos desde hace mucho. Lo difícil es llegar hasta aquí ¿vale?

Ella me miró asintiendo.

Entonces el chófer nos avisó de que ya estábamos.

La puerta de la Iglesia estaba cerrada y lista para ser abierta cuando nos bajáramos.

Mi amiga respiró profundamente y yo besé su mejilla.

– Baja y cómete el mundo.– sonreí.

Mi amiga bajó con mi ayuda y le coloqué el velo.

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviWhere stories live. Discover now