LXXV

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El día había llegado.

Y yo estaba que iba a darme algo.

Sira se paseaba de un lado a otro con Liam en brazos y ayudándome.

La maquilladora y la peluquera iban a merecer un sueldo extra por aguantarme.

Tras un rato conseguí ponerme el vestido y mi madre me ayudó a colocar el velo.

Cuando me vi en el espejo casi lloro por quinta vez consecutiva.

Sira me miró sonriendo y miró a Liam.

– ¿A qué está guapa cielo?

Yo sonreí y la miré.

– Gracias por todo Sira.

– Gracias a ti, por haberme seguido las locuras siempre.

Nos abrazamos y entonces siguieron colocándome el vestido.

Era un vestido largo, que iba ceñido al cuerpo y el velo era bastante largo.

Intuía que iba a acabar pisándolo en más de una ocasión.

Pero iba a merecer la pena.

Y tanto que iba a merecerla.

Narra Gavi

No paraba de dar vueltas por toda la habitación mientras Ferrán me movía de un lado a otro agarrándome por los hombros.

Entró Pedri por la puerta y se acercó.

– ¿Qué tal?

– Mal Pedri, mal, estoy cagado.

– ¿Por qué?

– ¿Y si me deja plantado en el altar? ¿O se da cuenta de que no soy el amor de su vida? ¿O le pasa algo de camino?

Pedri me agarró por los hombros.

– Hermano, tranquilo ¿vale? Está clarísimo que te ama y que no va a dejarte plantado en el altar. Y ahora venga, colócate la pajarita y ponte la chaqueta que nos vamos.

Le hice caso y después nos subimos en su coche que estaba decorado con flores en los manillares de las puertas.

Llegué a la Iglesia y fui hasta el altar aprovechando para saludar a mi madre, mi padre y mi hermana.

– ¿Habéis hablado con ella?– pregunté desesperado.

– He ido a verla hace un rato.– comentó mi hermana.

– ¿Y?– proseguí.

– Tendrás que esperar para verla.– dijo sonriendo.

Iba a matarla.

Lo tenía claro.

Los minutos próximos estuve hablando con ellos y cuando cerraron la puerta supe que ya estaba aquí, así que me coloqué en mi sitio, nervioso.

Tardaron aproximadamente unos 5 minutos en volver a abrir la puerta.

Y entonces la vi.

Pedri agarraba su mano haciendo de padrino y yo casi me caigo de rodillas al verla.

Parecía una jodida princesa.

Que parecía. Lo era. Era una puta princesa.

Llegó hasta mí y no pude evitar que se me escapase una sonrisa tonta.

Ella también me sonrió y entonces se giró para mirar al cura.

Narra Leah

Que guapo.

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora