XI

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Advertencia: contenido 🔞 si no quieres leer, te invito a seguir hasta que acabe esta parte.

Gavi se subió encima de mí y empezó a besar mi cuello como había hecho 5 minutos antes.

– Leah, ¿te he dicho ya cuánto me gustas?– dijo bajando sus besos hasta el borde de la toalla.

Quitó de un tirón la toalla de mi cuerpo y siguió besándome hasta llegar a mi escote.
Yo cerré los ojos preparada para lo que fuera a hacer.

Rozó mi pezón derecho con sus labios y luego hizo lo mismo con el izquierdo.
Volvió a subir sus labios hasta mi boca y me besó.

Yo correspondí su beso y le agarré la nuca sobándole el pelo.

Dejó mis labios para bajar hasta mi entrepierna y comenzó a besarme con mucha rapidez.

Yo agarré su pelo y tiré con una mano mientras con la otra me tapaba la boca para no gritar.

Al parecer, no estaba agusto con lo que estaba causando en mí y decidió meter dos de sus dedos en mi interior y moverlos rápido.

Yo intentaba aguantar los gemidos, pero fue imposible.

Se levantó dejándome ahí abierta de piernas y con una mano en la boca y se dirigió a su maleta.

Me reí cuando le vi sacar un condón de ella y acercarse a mí dándole vueltas para enseñármelo.

– ¿Estás segura de esto?– se acercó a mí y me miró fijamente.

– Muy segura, Gavi.

No tardo mucho en quitarse la toalla que llevaba mostrándome toda su desnudez y colocarse el condón a una velocidad asombrosa.

Cuando llegó a mí se colocó mientras me miraba y entró en mí mientras me besaba.

Yo acaricié su espalda que seguía mojada de la ducha.

Esperó sin moverse hasta que me acostumbré a su longitud.

– Joder Leah, estás tan cerrada que...– cogió aire y tragó saliva.– Necesito moverme nena.

– Hazlo... Muévete...– dije mientras le peinaba el pelo alborotado.

Siguió mi orden y empezó a moverse a un ritmo lento pero fuerte.
Cada estocada que daba la cargaba de más y más fuerza y yo no podía parar de gemir.

Para acallarme besaba mis labios con suavidad y aceleró sus embestidas.

Llegó un punto en el que se movía muy rápido y con fuerza, el pelo le caía por la frente y el sudor resbalaba por esta también.
Su espalda se contraía por la fuerza y la postura y sus brazos se aferraban a mí con fuerza mientras me miraba a los ojos.

Lo besé y dejó de moverse.

Cuando iba a preguntar qué ocurría, agarró mi cadera, abrió más mis piernas y las colocó en sus hombros para volver a empezar con ese ritmo.

Tras eso, no tardé ni dos minutos en llegar al orgasmo y él lo hizo también.

Se quitó el condón y se tumbó a mi lado, abrazándome.

Yo me acurruqué en su pecho y cerré los ojos para tranquilizar mi respiración cuando me quedé dormida.

Me desperté arropada con unas sábanas por encima, miré la hora en el reloj y salí corriendo de la cama hacia el baño.

Los chicos entrenaban en media hora y yo no estaba ni arreglada.

Gavi ya se había ido porque iban todos en el autobús del equipo.

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora