LV

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Dolor.

Eso había sentido durante la última semana gracias a la maravillosa sesión de sexo de Gavi y mía.

Creo que nunca lo había visto tan enfadado como ese día.

Aún podía recordar sus manos tocándome, sus gestos, como me miraba.

– ... ¿No crees?

No respondí.

– Leah.– me dieron un codazo.– ¿Me estás escuchando?

Salí de mi embobamiento y miré a Sira, que estaba sentada a mi lado contándome vete tú a saber de la boda.

Sí, boda.

Ferrán le había pedido matrimonio hace unas semanas y Sira no paraba de enseñarme catálogos y revistas de vestidos, sitios para la boda, decoración...

– ¿Eh?– murmuré

– Joder Leah, ¿dónde estás?

– Perdón Sira, tenía la cabeza en-

– En Pablolandia ¿no?

Reí. Me hacía gracia cuando lo llamaban así.

– Leah, cuéntame.

– Bueno, creo que recuerdas que hace unas semanas estaba adolorida de la cadera.

– Sí. Tuve que comprarte una crema en la farmacia.

– No me dolía la cadera. Sino...

– ¿Qué me dices?– Sira abrió la boca y empezó a reírse.

– Sí. Se enfadó por el partido aquel. Y estuve unos días un poco floja.

– Dios. Que máquina.

Le pegué en el brazo y la escuché reír de nuevo.

– Anda, vámonos.

Nos levantamos cogiendo nuestras cosas y pusimos rumbo a nuestra casa.

Narra Gavi

Llevaba 3 semanas sintiéndome un poco culpable debido a la última sesión de sexo que había tenido con Leah.

No iba a negar que en aquel momento me puse cachondo a niveles inimaginables, pero al verla andar por casa entre quejidos, empecé a sentirme mal.

Acababamos de terminar el entrenamiento y como era el día de Sant Jordi todos estaban de un lado para otro con rosas y flores.

Y como no quería ser el único tonto sin regalarle nada, me acerqué a la floristería más cercana y le compré un ramo entero.

Cuando llegué a casa escuché el ruido de la ducha y supuse que estaba en el baño, por lo que puse las flores encima de la cama con mucho cuidado y bajé al jardín a jugar con Luna.

Este perro había crecido por millones y aunque no era un perro grande, se notaba que ya había crecido.

Ya podía comerle la boca a mi novia sin un perro gruñón de por medio.

Creo que ya había asumido que no iba a tenerlo fácil para separarme de ella, y que si alguien se iba de esa casa era ella, no yo.

Luna agarró un balón de tenis con su boca y se agachó moviendo la cola para que jugara con ella, así que me acerqué y quitándole la pelota empecé a correr por todo el jardín.

Estaba de espaldas a la casa observando a Luna cuando sentí que alguien se tiraba encima de mí.

Después empezaron a besar mi cuello y mis mejillas.

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviWhere stories live. Discover now