IX

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Haciendo una búsqueda intensiva en Internet sobre que podíamos hacer en esta casa decidimos probar a jugar al tenis, cosa que no funcionó porque éramos nefastos en ello. También probamos con el ping pong, pero los chicos eso de la calma y la tranquilidad no lo tenían incrustado en su memoria, así que para no llegar a casa sin un ojo menos, decidimos no volver a jugar.

Cuando nos aburríamos nos dedicábamos a cantar karaokes, algo que Ansu adoraba, jugábamos al Uno, pero siempre con un Gavi molesto en la esquina del sofá, Sira y yo estudiábamos y a veces veíamos alguna película.

Gavi había empezado a dormir conmigo todas las noches y yo no podía estar más encantada con esa idea.

– ¿Estás segura de que eso es buena idea?– dijo Gavi mirando una mascarilla.

– Pablo Martin Páez Gavira, ponerse mascarillas en la cara es de lo más satisfactorio que existe en este mundo.

Abrí su mascarilla e hice lo mismo con la mía.

Me la puse y lo miré para que siguiera todos y cada uno de mis pasos.

– Nena, no lo pillo.

– Pablo, no es tan difícil cariño.– reí y lo miré.

Le vi un poco agobiado así que me senté encima suya y le coloque la mascarilla sin ningún problema.

– ¿Cuánto tiempo tenemos que tener esto puesto?– dijo acariciando mis caderas.

– Pues yo suelo dejármela 10 minutos para que absorba toda la grasa de mi cara y agarre bien los puntos negros.

Él asentía sin entender nada de lo que le estaba diciendo, pero el hecho de que estuviera ahí, prestándome tanta atención me encogió el corazón.

Pasados los 10 minutos, quité mi mascarilla con sumo ciudado y me preparé para ayudarle, pero él me paró agarrándome las manos.

– Yo lo hago.

Dejé que se encargara mientras buscaba una crema y la sacaba del neceser.
Pero Gavi, incapaz de librarse de aquella tortura me removió.

Cuando volví a mirarle me reí con muchas fuerzas.

Tenía media mascarilla en la mano y el resto en la cara.

– Esto duele que flipas.– dijo mientras se acariciaba suavemente el moflete.

– Lo sé mi amor, pero solo te queda la otra mitad, tira de golpe y no lo pienses.

Acabé arrancándole la mascarilla de la cara mientras él contenía sus ganas de matarme con sus manos.

Después para que no me odiara tanto, le pedí que cerrara los ojos y le eché crema en la cara y se la esparcí con cuidado.

– Creo que podría quedarme dormido en estos momentos.

– Pues entonces paro, no quiero que te duermas todavía, es temprano.

Cuando terminamos con la skincare le propuse jugar al Uno.

– Si gano yo, harás lo que yo te diga durante 24 horas.– dijo Gavi mirándome a la vez que barajaba las cartas.

– Hecho. Pero si gano yo, te toca a ti hacerlo.

– Vale. Vas a perder, así que no me importa.

Nos quedaba una carta a ambos y le tocaba a él, era su turno de jugar.

Cuando estaba a punto de decirme algo, la puerta se abrió y un Balde apareció en la puerta.

– Chicos, siento molestar, pero es urgente. Gavi, ven a la sala de estar.

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviOù les histoires vivent. Découvrez maintenant