XLIV

12.1K 312 26
                                    

Habíamos tenido que volver de Manchester muy a nuestro pesar.

Pero jamás olvidaría aquel viaje y lo que me había hecho sentir.

Los chicos volvían a los entrenamientos y yo había pensado en ir a ver a mi madre.

Así que me despedí de Gavi después de bajar del avión y me pillé un autobús dirección Cantabria.

Cuando llegué mi madre estaba delante de mí con su característica sonrisa y me abrazó muy fuerte.

Cuando entramos me preparó una taza de café y se sentó a mi lado.

– ¿Qué tal estáis mi niña?

– Bien mamá, ya sabes. No tengo mucho que contarte.

– ¿Segura?

– Muy segura.– dije dirigiendo la taza a mis labios.

– Hay algo que no me estás contando.

Suspiré profundamente y la miré a los ojos.

Sabía que podría mentirle a todo el mundo pero a ella jamás, así que me eché a llorar.

Ella acarició mi espalda muy suavemente y yo seguí dejándolo salir todo.

Había empezado a guardar todas y cada una de las cartas de admisión para un trabajo en Estados Unidos, cosa que me ha hecho ilusión desde siempre.

Pero Gavi no podía venir conmigo. Ni yo quería estar sin él.

Mamá me escuchaba mientras lo soltaba todo, sin decir ni una palabra.

Cuando acabé la miré con los ojos enrojecidos.

– Leah, podéis quedar como amigos, ya lo sabes. Si después de acabar tus estudios y ese trabajo allí regresas y él ha seguido esperándote, es para ti. En cambio, si ha rehecho su vida después, te darás cuenta de que no estaba hecho para que durase para siempre.

Sé a lo que se refería con todo aquello. Pero yo estaba asustada. La gente de mi alrededor solía hacerme sentir remplazable.

Aunque a veces necesitas irte para que sean conscientes de que les haces falta.

Me prometí hablar con Gavi esa misma noche. No podía estar así.

Durante el día mi madre y yo estuvimos paseando por allí, me presentó a algunas vecinas y a algunas amigas que había hecho y yo me alegré por ella.

Papá iba a hacer falta siempre.

Pero que ella fuera fuerte e intentase pasar página dolía y me alegraba a partes iguales.

Por la tarde, quedamos con sus amigas y algunos de sus hijos.

Hubo un chico que me cayó genial, así que prometí llamarle al día siguiente para quedar y tomar algo.

Cuando llegué a casa ya había oscurecido y mamá me obligó a cenar en el pequeño jardín con el frío que hacía allí.

Cuando subí a la habitación, me senté en la cama y miré alrededor.

Entonces me decidí y le escribí a Gavi.

Gavi 💗

¿Puedes hablar? Acabo de llegar de la calle.

Por supuesto

Me llamó y cuando le vi empecé a tener ganas de nuevo. Estaba guapísimo, el pelo le caía por la frente y lo tenía peinado en todas direcciones. Llevaba una camiseta blanca lisa y me miraba como si fuera una estrella en su cielo.

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora