Temporada 3: [Capítulo 3]

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Anteriormente en: Mi esvástica

—Oye, Urss...

—¿Si, Reich?

—... Ich liebe dich

—я тоже тебя люблю.


















Third Reich estaba acostado mirando al techo de su habitación, escuchando el aullido de los perros, el canto de los grillos y el repetitivo sonido del reloj : tiktak . Hasta cierto punto ya no resistía no poder dormir, intentaba con todas sus fuerzas, cerraba los ojos fingiendo estar dormido e incluso se ponía a contar lo que fuese, pero no podía conciliar el sueño.

Él alemán quería descansar antes de verse con el soviético, esos serían los tres últimos días de su vida que los pasaría alado de el; suspiro triste ante esa idea en la cabeza, pero ya iba más que resignado para acometer su plan.

—Pero que mierda... si me pudiera tomar una pastilla ya estaría dormido —susurro para sí mismo— ¿será que Berlín duerme con seguro en la puerta? Podría ir solo para tomar el frasco de somníferos...

Lo meditó un segundo, no quería caer ante la tentación pero su voluntad no duró mucho. En silencio se puso de pie, salió de su habitación abriendo lentamente su puerta y caminó con cuidando que los tablones de madera no crujieran a sus pies, avanzó hasta el final del corredor en donde se encontraba la habitación que buscaba.

Retuvo la respiración cuando sostuvo el picaporte dorado, lo giró lentamente e hizo una mueca cuando logró abrir el pasador. Suspiro internamente al ver que no tenia seguro. La luz del pasillo era muy débil, asumió que el dueño del cuarto no se daría cuenta de que el lugar estaba siendo invadido por un adicto a los anti-psicóticos.

Sin respirar, abrió lentamente la puerta rezando por que no hiciera ningún rechinido y agradeció cuando logró abrir una pequeña rendija. Ahora entrar será pan comido, eso era lo que él pensaba, pero algo lo detuvo en seco mientras su respiración se agitaba preocupado, pues Berlín estaba despierto.

El alemán mayor estaba sentado sobre su cama, dándole la espalda a la puerta y no traía puesta la camisa de su uniforme. Su piel estaba rasgada como si un animal salvaje lo hubiera atacado mientras que de su carne abierta chorreaba la sangre que mojaban las sábanas blancas. Los ojos rubí de la esvástica vagaron sobre su cuerpo, viendo todas las profundas enormes cicatrices que le adornaban.

Su carne cuarteada, evidentes signos de lo que un country sufre cuando atacan su nación. Marcas de guerras que parecían tener siglos de antigüedad, quemaduras quizás de segundo grado sobre la piel de su costilla y varias marcas de tortura sobre sus hombros. La esvástica de cuestionó cómo aquel hombre se había ganado todos aquellos tatuajes hirientes sobre su piel, le causó sin duda un sentimiento agobiante en su pecho.

El contrario mostró tener una toalla húmeda en su mano y la giró para limpiar su hemorragia. El dictador solo lo miraban en silencio, después de limpiar su sangre, sacó una aguja e hilo quirúrgico.

Berlín giró un poco su rostro para poder ver el costado de su cuerpo, ahí había una herida más grande que las demás y Third casi se aguanta un chillido de dolor psicológico al ver como el contrario cerraba sus músculos con sus propios dedos mientras que, sin hacer ninguna expresión de dolor en su rostro comenzó a suturar su propia piel.

El invasor se sintió terrible al ver una escena así, indirectamente creía ser totalmente este culpable de aquel sufrimiento. Decidió que lo mejor era retirarse, de alguna u otra forma, la ansiedad por tomar los somníferos se había ido al caño. Justo antes de que cerrara la pequeña rendija que había abierto, una voz lo detuvo.

Mi esvástica: [LIBRO #1- TERMINADO]Where stories live. Discover now