Temporada 3: [Capítulo 23]

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Anteriormente en: Mi esvástica

—...entiendo. —se quedó en silencio un segundo — ¿Los soviéticos ganaron?

—Si, pequeño... los soviéticos ganaron. —le sonrió levemente dándole a entender que el ruso estaba bien.

La esvástica no pudo evitar soltar una pequeña risa de alivio que ante los ojos confundidos del doctor, parecían ser más risas de nervios. Después de aquello solo miró al techo, cerró sus ojos y sonrió.

Si, él está bien.













Una madrugada simplemente me acoste mirando al techo, pensando en una pequeña idea qué pasó por mi cabeza. Al inicio lo que hice fue juzgarme por tener una idea tan absurda, no tengo el tiempo o el talento para hacer tal cosa. Sin duda, mi idea moriría en el olvido. Pero no tenía nada que perder con intentarlo, ¿verdad?

Pensé en muchos nombres, sin que ninguno me convenciera, sentía que no captaba esa esencia que buscaba transmitir para lo que se me atravesaba en la cabeza. Muchas palabras aleatorias, frases o incluso en otro idioma. Me acosté de nuevo en mi colchón, cerré mis ojos unos instantes y antes de quedar dormida, lo encontré. Había encontrado el nombre ideal: Mi esvástica


[El inicio del final: epílogo.]
Recapitulación

Temporada 3: [Capitulo 20]

—Así que... ¿aquí será? —cuestionó su mano derecha , viendo todo el lugar— no estamos muy lejos de la casa, pequeño. No me parece la mejor opción, lo ideal sería irnos al sur de Alemania.

—Este búnker solo fungirá como refugio para mi y mis objetos personajes. —habló calmado, acomodando todas las cosas que había traído en su coche.— no planeo que Urss me asesine aquí, simplemente... haré tiempo, el tiempo suficiente para que tú te prepares junto a los niños.

—Serás la carnada... —susurró— ya veo...

El dictador acomodó las cajas de cartón bajo la chimenea apagada, metiendo en la pequeña sala una serie de cuadros viejos que eran retratos de sus padres; fotografías de 1800 y las medallas condecoradas del gran Second Reich. Puras cosas viejas, cosas del pasado.

Con ayuda de Berlín, bajaron una pequeña caja fuerte para dejarla sobre el mueble principal del comedor, el de esvástica se encargó de limpiarlo del polvo.

—¿Le dejarás todo a Urss?

—Si... nadie más se las merece. —sonrió levemente — no se que haga con mis archivos, espero... él respete mi última voluntad.

—Son cosas muy importantes las que estas dejando aquí, pequeño...

—No importa,de cualquier forma, el infierno no acepta equipaje.

En aquella pequeña caja fuerte estaban las cosas materiales que Third Reich amaba: notas románticas, escritas durante las noches que se quedó en vela, fotografías suyas con los niños, con sus adorables hijos. La colección de cartas que guardaba en un baúl, todas aquellas que alguna vez compartió con el soviético.

Era un pequeño cofre, una cápsula. Que perduraría durante muchos años, solo si aquel hombre de parche lo permitía. Después de la caída del Tercer Reich , era su elección que hacer con todas aquellas pequeñas, pero, muy valiosas cosas.

—Berlín...

—¿Si, pequeño?

—Quiero... quiero pedirte un favor...

El adulto mayor giró su rostro para verlo a los ojos, por otro lado, Third bajo la cabeza oscureciendo sus facciones, como si le fuera de mucho trabajo decir las palabras que tenía atravesadas en su garganta, suspiró con los labios temblorosos.

Mi esvástica: [LIBRO #1- TERMINADO]Where stories live. Discover now