Mi esvástica: [El inicio del final, parte 2]

255 19 18
                                    

Anteriormente en : Mi esvástica

—Para estar en silencio, pequeño. — volteó a verlo y con el filo del cuchillo sobre sus labios, le sonrió con una expresión que denotaba un : "shhh..." — por que estamos juntando a las escondidas con los aliados.

La esvástica cerró su boca, asintió con la cabeza y aprobó la idea. Era algo sutil, ideal para evitarles traumas a los niños. Mientras él comía algo de su desayuno, miró el calendario sobre la pared. Sin poder evitarlo se preguntó: "¿Cuántos días me restan?"







Tokio, Japón
26 de Marzo de 1945

Acontecimiento: EE.UU derrota a Japón en la batalla de Iwo Jima

Había pasado poco más de un mes desde que el nipón no aparecía en casa, dejando su ausencia muy marcada en sus niños que todos los días preguntaban por el: "¿Cuando volverá, Ōto-san?" , cuestionaban, en especial nuestra pequeña Japón. Las criadas o incluso la misma Tokio era quien les respondía que regresaría pronto, con una leve sonrisa y una caricia en el cabello. Nada más.

Su hogar era más tranquilo que de costumbre, la niña observaba desde la puerta de la habitación como es que su hermano mayor se la pasaba siempre ocupado, hablando con generales, firmando reportes o dictándole a la capital japonesa que posición tomar en esta guerra. Ella era muy pequeña aún para entender que el japonés de 13 años era quien tenía el 50% de responsabilidades en la gestión política del Imperio.

Por esto mismo, se sentía más sola que nunca. Las pesadillas se hacían más recurrentes, veía hilos por todos lados, no sabía lo que debía hacer, tenía miedo en hablar: ¿como expresarlo? , solo quería a su padre de vuelta en casa.

El sol comenzaba a salir por las montañas, iluminando el precioso paisaje que tenían como jardín frontal en su palacio. Los peces se chapoteaban en su estanque y las flores de los cerezos desprendían su aroma dulce como en cada amanecer. Ella solo estaba sentada sobre las escaleras de madera, viendo todo.

—Ōto-san... —susurró viendo al cielo — ¿cuando volverás a casa?

Cerró sus ojos, flexionó sus piernas para pegar sus rodillas a su pecho y recargó sus brazos cruzados sobre estas, para poder colocar su quijada en ellas. Hundido su rostro con tristeza, haciéndose una pequeña bolita. Las ganas de llorar las tenía en su garganta pero no quería defraudar a su padre con romper sus enseñanzas de flaquear ante la debilidad. Se limitó a sollozar en silencio.

—¿Te molesta si me siento junto a ti?

Alzó sus ojos cristalinos, topándose con la esbelta figura de la mano derecha de su progenitor: Tokio. Ella se limpió las mejillas y se hizo a un lado para indicarle que podía acompañarla. La mujer tomó asiento.

—Señorita Tokio... —desvió los ojos avergonzada— no le digas a Ōto-san de esto...

—No te preocupes corazón, las viejas somos las mejores para guardar secretos —respondió con esa fina voz muy peculiar, siempre hablaba con un tono juguetón.— pareces triste, estoy toda oídos.

La nipona guardó silencio un rato, su compañera sacó su abanico negro para desplegarlo y ocultar su sonrisa bajo el papel del objeto haciéndole dar una apariencia misteriosa, siempre ocultaba sus finos labios.

—¿Por que siempre usas ese abanico? —susurro con algo de pena por la pregunta personal.

—¡Oh! , ¿esto? —alzó las cejas dejando contonear al aire lo que tenía en sus manos — verás, Japón, esto fue un regalo de una persona que fue muy especial para mi. Es una historia muy larga y no apta para ti una niña tan pequeña como tu.

Mi esvástica: [LIBRO #1- TERMINADO]Where stories live. Discover now