Temporada 3: [Capítulo 22]

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Anteriormente en: Mi esvástica

Los soldados soviéticos al frente de la trinchera palidecieron aterrados al escuchar ese tono, esa forma tan mezquina y jodidamente enfermiza de hablar; estaban frente a un desquiciado. Su risa fue la peor parte, no hacía falta que tuviera un megáfono, su eco se dispersaba en el aire.

—Será como tú quieras, Reich. —murmuró entre dientes y alzó su mano izquierda al aire— ¡QUE ESTO COMIENCE!
















EL ORIGEN DEL MIEDO
¿Cuando fue el comienzo de sus problemas?

¿Todo comenzó cuando asesinaron a su familia? , en realidad si, solo para Third Reich. Pero, ¿que había pasado antes de eso? , sin duda habían muchas interrogantes en la cabeza del alemán, preguntas que le enloquecían, pareciera que aún no sabía todo sobre su historia.

¿Por que Imperio Ruso organizó todo aquello? , ¿por que su madre nunca le dijo nada a su padre? , ¿por que se lo callo todo? , ¿por que nunca Second se dio cuenta de la relación entre el zarista y el húngaro? , ¿por que Imperio de Austria aceptó desposar a su hijo mayor y heredero al trono a un ser tan repugnante como aquel ruso? , ¿por que? , ¿por que?

Bien, hace falta recapitular un poco, ¿no creen?

En aquellos tiempos, todo era muy distinto; reinaban los grandes imperios, aquellos que tuvieran fama, riqueza y poder. Solo eso te distinguía como alguien importante, alguien que mereciera tener el derecho de conservar su tierra a través del tiempo. Entre todas esas personas, nacieron dos iconos importantes: Cölln y Prusia.

¿Lo recuerdan? , ese era el nombre original de Berlín.

La diferencia de edad era por seis años, siendo el de ojos amarillos el mayor de ambos. Hermanos casi gemelos, ambos tricolores horizontales, con escudo en sus rostros, altos, apuestos y alemanes. Pronto buscarían establecerse en el mapa. El más grande de los dos siempre buscó lo mejor para su hermanito.

—Prusia — lo llamó mientras entraba en la pequeña casa de campaña hecha con pieles viejas de animales — ¿Prusia? , ¿hermano?

No le respondieron, por lo general, él siempre recibía una respuesta inmediata. Escuchó unos pequeños quejidos, corrió para solo encontrarse con el débil cuerpo del niño acostado sobre unas mantas viejas sobre el suelo. Temblando, con el rostro ardiendo en una fiebre horrible, con escalofríos.

—Cölln ... —susurró el prusiano con los ojos cerrados— me siento mal... hermanito...

—Mein gott... —lo abrazó contra su pecho y meció — tranquilo, shh... tú hermanito buscará como curarte, estarás bien, estarás bien.

Ambos aún eran unos niños, de solo seis y doce años de edad, pobres, aún sin hogar y viviendo en condiciones miserables. Eso de una u otra forma dejó muy marcado al pequeño prusiano; odiaba no ser nada, por que solo los pobres sufren.

Quería ser alguien quien lo tuviera todo, que tuviera todo lo que deseaba, todo lo que siempre quiso. No importaba que tan alto sea el precio, lo conseguiría. Su hermano mayor tenía una idea diferente, el solo buscaba una buena y tranquila vida.

El tiempo pasó, tristemente distanciándose. Cölln logró fundar un pequeño estado soberano, no era el más grande ni el más notorio sobre el mapa, pero vaya que era lindo y próspero. Era un buen líder, sabio, tranquilo y cuidadoso. Nada que ver con su hermanito, que pronto se fundó una fama sangrienta que se extendía en toda Europa.

Llegó un día en donde se reencontraron.

—Hermano. —sonrió el menor con las manos detrás de la espalda— cuanto tiempo sin verte.

Mi esvástica: [LIBRO #1- TERMINADO]Where stories live. Discover now