Temporada 3: [Capítulo 6]

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El soviético, con el rostro embarrado de sangre, con esos ojos rojos brillantes que parecían ser de un depredador y esos dientes filosos dejados al descubierto por una desquiciada sonrisa alzó su arma hasta el nivel de la cabeza del pobre dictador, apuntándole entre las cejas.

—Te di todo, Third Reich...

—Urss... te am—

Entonces, el disparó.


















El dictador despertó con un nudo en la garganta, se sentó rápidamente sobre la blanda superficie del colchón que hasta le causó un fuerte mareo por el abrupto cambio de posición y con la vista borrosa lo primero que hizo fue ver sus manos temblorosas, limpias, sin rasgos de sangre.

Miro su bata blanca impecable, solo mojada por el sudor. No podía evitar jadear desesperado por recobrar la respiración, podía sentir unas manos sobre su tráquea que lo asfixiaban y cuando una gran mano sostuvo su brazo no pudo evitar gritar aterrorizado.

—¡Tranquilo, Reich! —exclamó el soviético— Shhh... soy yo, soy Urss.

Solo con ver el rostro del ruso comenzó a llorar asustado, las terribles imágenes de aquella pesadilla comenzaron a llegar a su mente y sin poder evitarlo sintió un miedo terrible al estar frente a su presencia. Se retorció entre sus brazos, buscando zafarse para huir de él.

—¡Suéltame, suéltame! —grito desesperado con los ojos húmedos— ¡déjame ir!

—¿Que? , ¡no! , ¡ya basta, Reich!

No tuvo más opción que aplicar fuerza sobre el frágil cuerpo del dictador que se removía desesperado bajo de él, pataleaba y sacudía sus brazos, le era imposible calmarlo, parecía estar en un estado profundo de shock. Estaba muy cerca de tumbarlo en la cama cuando él alemán logró liberar su brazo derecho solo para darle un zarpazo al rostro del ruso.

—¡AHG! —gruñó molesto y aflojó un poco el agarre, logrando así que el contrario pudiera quitárselo de encima para levantarse de la cama corriendo en dirección al baño— ¡Reich!

Muy tarde, él ya se había encerrado bajo llave en aquella habitación. El soviético se puso de pie con la mejilla rasgada y sangrante, golpeó con fuerza la puerta en busca de una repuesta pero solo podía escuchar sollozos ahogados del otro lado de la madera.

—¡Si no abres la maldita puerta la tirare! —advirtió.

Third se quedó con la espalda recargada sobre aquel objeto que lo separaba del ruso, se tapó la boca con las manos logrando así reprimir un poco su llanto. Había sido de las peores pesadillas que jamás había tenido, incluyendo una en la que descuartizaba a sus propios hijos.

Sus nervios lo obligaron a poner sus brazos sobre sus hombros para enterrar sus uñas y rasgarse la piel hasta sentir algo de calma emocional por el dolor físico que se infligía. Podía seguir escuchando como tocaban la puerta, la voz desesperada de su amante y sus advertencias de que derribaría aquella puerta.

—Esto no es real... esto no es real... esto no es—

—Claro que es real... —le interrumpió aquella voz en su mente — soy mucho más real de lo que crees, Third Reich.

Se quedó en silencio, no quería conversar con él. De pronto recordó que detrás del espejo del baño había acomodado todas las medicinas que ambos usaban, si, por que él soviético también estaba medicado, corrió desesperado hasta el lavamanos de porcelana, con sus extremidades temblorosas abrió la puerta de cristal del espejo, buscando con la mirada aquel frasco transparente de píldoras rojas.

Mi esvástica: [LIBRO #1- TERMINADO]Where stories live. Discover now