60 - Doble cara II

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LAURA

*Contenido exclusivo de la versión editada*

***

ANA

¿Quién me hubiera dicho que visitaría la casa de Marta? El apartamento de sus padres está ubicado en un edificio del barrio. Según ella, es un alquiler provisional hasta que compren una casa en las urbanizaciones vecinas. Planean mudarse en diciembre, dentro de poco. Será como un regalo de cumpleaños para esta niña pija.

—¡Qué puntual! —exclama Marta tras abrir la puerta—. Pensaba que eras de esas que se retrasan y se hacen de rogar.

—He aprendido buenos hábitos de algunas personas. De todas formas, quedamos pronto. Apenas tuve tiempo para comer, ni me cambié de ropa.

—Ya, yo tampoco —subraya Marta, refiriéndose a que también sigue con el uniforme escolar puesto—. Encima tuve que cocinarme algo. Pero bueno, todo sea por salir rápido del trabajo de Historia. Pasa.

—He traído unos pastelitos horneados por mí para merendar. —Le entrego la bolsa con el táper al entrar.

—Mmm, qué rico. Así que sabes de repostería.

—Sí, y estos los horneé con mucho amor. —Por no decir que los horneé haciendo el amor apasionadamente con Flor mientras la complacía luciendo su uniforme de voleibol.

—¿Y esa sonrisa perversa? —pregunta Marta de camino al salón—. No le habrás puesto algo raro, ¿no?, ya que tienes fama de consumidora de sustancias ilícitas y eso a mí no me va.

—Tengo fama de muchas cosas, algunas son verdad y otras son mentira, pero te aseguro que nunca drogaría a alguien. —Le guiño un ojo.

—Ni yo, pero más vale prevenir porque cuesta confiar en ti después de ver que tienes una lengua muy suelta.

—Y eso que no sabes ni la mitad de todos los usos que puedo darle —enfatizo con insinuación.

—¡Ja, ja, ja! ¡Qué presumida! Perro ladrador, poco mordedor. A ver si vas a ser de esas... —Marta deja la bolsa sobre la mesa del salón, donde tiene su ordenador portátil listo y el libro de Historia abierto. Tras un vistazo rápido, me fijo en la vitrina que contiene una colección de aviones en miniatura. Por lo demás, la sala luce muy normal y organizada—. Será mejor que empecemos.

Me ahorro la respuesta porque ella y yo sabemos quién ladra y quién muerde de verdad.

Marta junta dos sillas frente al ordenador y tomamos asiento. Durante un rato, debatimos sobre el tema que elegiremos para el trabajo hasta que acordamos profundizar en el reinado de Isabel la Católica. Los minutos se tornan largos y pausados mientras navegamos por Internet en busca de información valiosa que luego filtramos para deshacernos de la paja. En todo momento, Marta demuestra ser una buena alumna que, a pesar de bostezar como yo de vez en cuando, mantiene la concentración y se esfuerza para que avancemos.

—De verdad, no entiendo el nivel de incesto patológico al que llegaban los monarcas —comenta Marta mientras apuntamos unos datos referentes al matrimonio—. ¿Casarse entre primos? ¡Qué asco! Seguro que de ahí surgió lo de que los primos se exprimen.

—Ya... —Recuerdo a mi prima pervertida, que me haría de todo si le diera luz verde—. Eran otros tiempos y los nobles se casaban entre ellos por conveniencia principalmente. Lo mismo se unían que se mataban por los títulos a pesar de ser familia. Tampoco creas que han desaparecido las relaciones incestuosas consentidas hoy en día. La diferencia es que ya no deben ser por asuntos de títulos nobiliarios, sino por morbo, nuevas experiencias, locura, etcétera.

La hermana de mi exnovio [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora