Capítulo 30

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– ¡Christian! – Lo llamo.

Él se detiene, su cuerpo se tensa, el corazón me late a mil cuando se da vuelta y veo una gran cortadura en su labio. Miro a todos lados, ningún profesor o alumno fuera de clases, sólo nosotros dos, tranquilos, para hablar.

Seguro dirán que estoy loca, es una mala idea y nada saldrá bien de esto, pero la culpa me mataba al darme cuenta en la persona que Christian lentamente se convertía. No puedo evitar pensar que, en parte, yo fui responsable, y voy a remediar todo lo que más pueda.

– ¿Qué quieres? – Tenía las manos en los bolsillos, el pelo desacomodado y unas ojeras que me daban miedo. Sin embargo, a pesar de su apariencia desastrosa, seguía siendo guapo.

– Yo... – Respiro hondo. – Quiero hablar de lo que te está pasando.

Soltó una carcajada seca. – No me pasa absolutamente nada, Victoria.

– No me mientas, te conozco.

— ¿Tú? —Me miró burlón, pero intenté evitar su indiferencia—. ¿Conocerme?

— Sí.

– Eso no es verdad. – Habló con voz ronca.

— Claro que lo es, y lo sabes.

— Por favor, no sabes nada de mí. —Se empezó a acercar, pero sólo me limité a jugar con mis dedos mientras su mirada llena de lujuria me examinaba de arriba a abajo.

— Te estás haciendo daño, y atacarme no te servirá de nada. —Negué con la cabeza y me crucé de brazos una vez que su cuerpo se encontraba muy cerca del mío, con el fin de poner distancia.

– Sabes que si te ataco es porque me cambiaste por un idiota. – Frunce el ceño, pero no se detiene, sigue avanzando, lo que me obliga a retroceder.

– Quieto. – Lo fulmino con la mirada.

– ¿Qué? ¿Te sigo poniendo nerviosa? – Sonríe con malicia.

Siento mi espalda chocar contra un casillero y una de sus manos se apoya al costado de mi cabeza.

– No. –Me felicito por no haber tartamudeado—. ¿Por qué te haces esto? ¿Sigues fumando? ¿Sigues bebiendo?

– Tal vez. – Encarna una ceja.

– ¿Tal vez? Desde aquí siento tu aliento a tabaco. – Lo sermoneo. – ¿Y ahora también peleas? ¿Quién te hizo esto? – Miro su cortadura, luego vuelvo a sus ojos.

– ¿Por qué te importa? ¿Crees que arreglarás algo con fingir preocupación? – Frunce el ceño.

– No, sólo intento ayudar. Te haces mal. Además, no estoy fingiendo.

– Yo me siento mejor que nunca. – Sostiene mi mandíbula con fuerza, pero no me hace daño. – Aunque veo que tú no, sientes culpa por haberme abandonado como un perro. – Gruñe. – Por haberme dejado e irte con otro.

– Basta... —Intento apartar la cara.

– ¿Qué? ¿No te puedo tocar? – Intensifica la fuerza que pone sobre mi rostro. – ¿Es que ahora eres sólo suya y te tiene controlada? ¡Tu eras mía! ¡Te he tocado más de lo que él piensa!

Lo empujo pero no resulta, es más fuerte que yo y ni se le ha movido un pelo, así que decido usar mi diminuto pero rápido cuerpo para escabullirme. Por un costado escapo y me alejo unos pasos de él.

¿Quién era ella?Where stories live. Discover now