Capítulo 59

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La música comienza y siento cómo la sangre corre más rápido por mis venas. Camino al altar, agarrada de mi hermano. Pero me detengo, antes de llegar a la vista de los demás y que se den vuelta para contemplarme.
Todos sabemos cómo termina esta pesadilla.

De un tirón, me suelto del brazo de Max, ignorado esa punzada en mi pecho. Tengo que despertar. Tengo que despertar ahora mismo. Me dije una y otra vez, intentando que el pánico no me invada.

Mi hermano intentó acercarse a mí, aún con una sonrisa plasmada en su rostro. Me alejé bruscamente, viendo a mi alrededor, asegurándome que él no estuviera cerca de mí.

Me doy la vuelta y empiezo a caminar por donde volví, perdón, trotar. ¿Qué digo? Estaba casi corriendo, lo único que impedía que lo hiciera con una velocidad mayor, era el incómodo vestido que llevaba puesto.

Sin embargo, antes de pasar por las grandes puertas que dividían el interior de la Iglesia y mi libertad, lo veo, apoyado contra éstas, con una mano en su bolsillo. Su mirada no estaba fija en mí, sino en un anillo que sostenía con la otra mano.

— Qué extraño, ¿verdad? —Inquiere, casi en un susurro inaudible que milagrosamente logré captar.

— ¿Qué cosa? —Hablo con firmeza. Me sentí orgullosa de mí misma por haber contestado de una manera severa y no con temor.

— ¿Nunca te has preguntado por qué jamás llegamos a ponernos los anillos? —Meneó la cabeza, aún sin quitar sus ojos del objeto brillante.

— Porque tú eres con quién me voy a casar.

Aprieta la mandíbula y encierra el anillo en su mano, formando un puño. Me observa con dureza y se acerca a paso lento hacia mí.

Retrocedo unos pocos centímetros, mi cuerpo no dejó que haga más.

— ¿Me tienes miedo? —Suelta unas carcajadas que erizaron mi piel—. Haces bien. Tú no me conoces, no sabes de qué soy capaz.

— No podrías... —Se me fue el aliento, como si olvidara la manera en que se hacía para hablar.

Vuelve a reír, de una manera macabra. Unas inmensas ganas de vomitar vinieron a mí. Sensaciones horribles cruzaron mi cuerpo entero, como si estuviera enferma o algo peor. Mis ojos ardieron al igual que mi pecho. Tenía la respiración entrecortada; en cualquier momento caería inconsciente al piso, y creo que esa sería mi salida.

— ... según dices... nadie te... conoce. —Se me hizo difícil, pero no imposible. Le sostuve la mirada, pelearía esta vez, pelearía y vencería, no puede ser que sueñe con esto constantemente.

— Y a eso, ¿lo ves como una ventaja o desventaja? —Esa sonrisa maliciosa que apareció en su rostro, me terminó de petrificar.

¿Qué significan estos sueños?
Pero... también debo cuestionarme...
¿Sé de qué es capaz?
¿Sé hasta qué punto podría llegar?
¿Sé quién es?

(...)

— Para la semana que viene, quiero el informe sobre los capítulos uno, dos, tres y cuatro, del libro. También que hagan las actividades de la página 102. —Ordenó la profesora—. ¡No me ponga esa cara, señor Morgan! Esto lo ayudará a ganar puntos, y vaya que los necesita.

¿Quién era ella?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora