Capítulo 39

2.3K 149 15
                                    

Narra Victoria:

Cierro la puerta y suspiro pesadamente. Que noche tan larga.
Giro mi cabeza, mirando el reloj a mi lado: las 12:30 de la noche, ¿todo ese tiempo me quedé? En parte se me hizo corto, pero, al mismo tiempo, larguísimo.

Me acuerdo de lo que Logan y yo hicimos y me vuelvo a ruborizar. Aún no lo puedo creer.

Me saco estos infernales tacones, que, a pesar de ser cortos, me estaban dejando ampollas en los pies. Tal vez eran demasiado ajustados.

Avanzo hasta la sala y veo a mi madre, acostada en el sillón, durmiendo. Parece que al final bajó a esperarme. Agarro una manta y la tapo, a pesar de que sigo enojada con ella.

Subo a mi cuarto y me tomo una ducha de cuerpo para relajarme. Ya debería estar durmiendo, mañana tengo escuela.

"[...] A esta edad es muy complicado tener una relación seria."

Esa frase que salió de los labios de Rebeca, de manera descarada, retumbó en mi cabeza; ¡maldita sea! Me duele saber que me alejaré de Logan si tomamos caminos diferentes, cosa que seguro haremos.

Me pongo mi pijama y bajo a tomarme una chocolatada bien caliente, no tengo sueño pero debo dormir.
Me la preparo y la tomo sentada en la mesada de la cocina.

La puerta del garaje se abre y cierra, inmediatamente me alarmo. Mi cuerpo se tensa y pienso en mil posibilidades de personas.

Max.
Logan.
Christian.
Melissa.
Lola.
Un ladrón.
Un asesino.
Un violador.
Dora la exploradora.

¿Eh...?

Pero la persona que apareció frente a mí era la última que me imaginaba. Me bajo de la mesada, estupefacta.

– Ben. –Hablo con dureza en mi voz. Sonríe y se acerca para abrazarme, pero retrocedo–. Me debes explicaciones. No, perdón, nos debes explicaciones. –Lo fulmino con la mirada.

No esperaba que apareciera hoy, pero tampoco se podía ir por siempre, ¿verdad? Aunque muchos lo hacen.
Su sonrisa desaparece y deja caer los brazos, a los costados de su cuerpo.

Respira hondo–. Victoria. Perdóname.

– ¿Por qué te fuiste? –Dejé la taza a un lado, sobre la mesada y me crucé de brazos.

– Tu madre y yo... –No encontraba las palabras.

– No es excusa para huir. –Aprieto los dientes. Estaba tan enojada, pero al mismo tiempo, tan segura de mi misma. Me miró sorprendido, pero seguí mi cuestionario:– ¿Adónde te fuiste?

– Estuve en Colorado.

– ¿Con quién?

– Yo sólo... –Mintió.

– ¿Con quién? –Repito, con el mismo tono que la pregunta anterior.

– Si crees que estuve con una mujer... –Me mira severo pero lo interrumpo.

– Después de abandonarnos, no me sorprendería que lo hayas hecho. –Niego con la cabeza–. Nos dejaste, sabiendo que tu esposa se quedaba a cargo de dos jóvenes.

– Max ya es adulto. –Se excusa, despreocupadamente.

– ¡Eso no te da derecho a dejarnos e irte con otra mujer! –Me acerqué a él, provocándolo, a pesar de que lo quería lo más lejos posible. Me hacía tanto daño verlo así de tranquilo, no tenía ni idea lo que fueron estas semanas sin él, aguantando a Helen.

– Si me fui con otra mujer tampoco te da derecho a entrometerte. –Gruñe. ¿Por qué se pone a la defensiva, si él es el que nos abandonó? Nunca pensé que podría sentir tanto asco hacia una persona. Mi padre es repugnante y tuve que esperar casi dieciocho años para darme cuenta.

Pero al fin abrí los ojos y empecé a entender que no todo es lo que parece.

– ¡Si que me da derecho! Soy tu hija, me dejaste sola sin siquiera avisar. No llamaste, no mandaste textos, nada. Ni señales de vida. Helen estuvo tomando y maltratándome porque te fuiste, y ni siquiera tienes una buena justificación. –Las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos, pero no me detengo, quiero sacarlo todo– ¡Tengo todo el maldito derecho a decirte y tratarte como se me de la gana! –Grité y sentí un fuerte ardor en mi mejilla.

Me había golpeado.

– ¡Te prohibo que me vuelvas a dirigir la palabra de tal manera! ¡Eres igual a tu madre!

– ¡Infeliz! –Volví a gritar y volví a recibir un golpe en mi cara. Llevé la mano a mi mejilla. Ardía, pero me gustaba, me gustaba gritarle e insultarlo, se sentía de maravilla descargarse.

– ¡No la toques! –Helen apareció y se interpuso entre nosotros dos, dándome la espalda, defendiéndome por primera vez en días. Estaba llorando y sus manos temblaban como nunca–. ¿Qué haces aquí? Si viniste a ponerte agresivo, llamaré a la policía. ¡No tienes derecho a entrar a esta casa y tocar a mi hija!

– ¡También es mía! –Ruge. Tenía tanto miedo de que le levantara la mano.

– ¡Ya no! Mañana mismo presentaré los cargos. Quiero el divorcio. ¡Estás demente!

La cara de Ben enrojeció. ¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Cómo pudo hacernos esto? El estómago se me revolvió, eran demasiadas emociones acumuladas.

– Perra... –Susurra. Más lágrimas resbalan por mi cara.

– ¡Vete de esta casa! –Grito, sin más fuerzas ni ganas de escucharlo. Acto seguido, agarrando a mi madre de las manos, acercándola a mí. Max entra a la cocina, alarmado. Sentí tanta paz al verlo.

– Max, llama a la policía. –Le ordena mi madre.

– Ni se te ocurra. –Ben lo amenaza.

– Lo haré si no te vas, Ben. –Le advierte, mi hermano, mientras aprieta los puños.

Éramos tres contra uno, notable ventaja.

Mi padre subió el mentón, luego asintió y se fue por el mismo lugar del que entró a peso firme y zancadas grandes.

A penas siento un portazo, abrazo a Helen, quién rompe en llanto a más no poder. Mi hermano se acerca y nos abraza con fuerza. Esto era demasiado para una noche.

Los tres lloramos hasta que se hace la una de la mañana. Todos subimos a nuestros respectivos cuartos, sin decir una palabra. Todo estaba dicho, no había nada que aclarar, opinar, sugerir o comentar.

Sin duda era demasiado para procesar. Habían sido unos meses muy agitados.

Logan y yo nos separaremos.
Tampoco volveré a ver a mis amigas.
El divorcio de mis padres.
Lo ocurrido con Ben.
Mi futuro.
El futuro de Max y Helen.

¿Cómo haremos? ¿Qué va a pasar?

Lo que está por venir no es bueno y eso me aterra, pero..., ¿por qué no me sorprende? Mis días están llenos de negatividad y noticias malas. Por cada una buena, aparecen cinco terribles.

Y es que no se puede vivir con la esperanza de ser feliz.

No todo es de color rosa. Mi vida no lo es, mi presente no lo es. Yo no lo soy.

Me acuesto en mi cama, con pocas energías y vuelvo a llorar. Lloro, lloro y sigo llorando, pero el dolor no se detiene. Y es que la cicatriz va a seguir molestando hasta que el tiempo diga.

Se hacen las tres de la mañana y sigo sin poder conciliar el sueño, mientras las lágrimas siguen mojando mis mejillas y la almohada.

La puerta de mi cuarto se abre y entra Max, por ella, sin previo aviso. La cierra detrás de él, se acerca, le hago un espacio y se acuesta a mi lado. La cama se hunde por su peso, que, obviamente, es mayor al mío.

— Está bien —da vuelta la almohada, apoyándose en el lado seco—. Todo se va a arreglar. Intenta dormir, ¿sí?

Asiento y lo abrazo con ganas, apoyando mi cabeza sobre su pecho—. No te vayas otra vez, Max. Hiciste mucha falta en esta casa.

Pone más fuerza en el abrazo y besa mi cabeza—. Lo prometo, pequeña. No me volveré a alejar.

Cierro los ojos y en segundos me duermo, abrazando a mi hermano, que tanta falta me hacía.

¿Quién era ella?Where stories live. Discover now