Capítulo 57

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— Te queda hermoso. —Aseguro.

— No lo sé, me gusta que tenga escote, pero no tanto. —Melissa se queja mientras observa el vestido que tiene puesto, frente a un espejo.

— Mel, hace media hora estamos aquí. —Lola le gruñe—. Llévatelo, con un collar no parecerá tan pronunciado.

— El que te regaló Thiago quedaría perfecto con ese vestido. —Opino mientras pago el buzo que me llevo. Era hermoso. De lana, moderno. Gris claro, con cuello de tortuga, como me gusta. No tengo muchos así y qué suerte que llegué y aproveché el descuento que había.

— Bien. Bien. Lo compraré. —Rueda los ojos, intentando ocultar una sonrisa traviesa. Va al vestíbulo, corre la cortina con prisa, se cambia y sale reluciente mientras desfila hasta la caja. Se roba la mirada de muchos chicos que estaban acompañando a sus novias, haciendo que varias de ellas se enojen. Una vez que pones la mirada sobre Melissa, es difícil sacarla de ahí. No los culpo.

Salimos del local y Lola hace presente su canto de la victoria, sobre lo feliz que está, por liberarse de esa tortura. No le encanta salir de compras. Prefiere hacer otras actividades.

— Vamos a comer algo. Muero de hambre. —Acomodo mi bufanda.
El viento estaba muy frío y algunas gotas se hacían notar. Me gusta que el clima esté así, aunque sea hay algo que aún me hace creer que estoy en Canadá.

— Bien, vamos al McDonalds. —Propone la castaña. Frunzo el ceño y miro la hora: eran las siete y media de la tarde, pero no me interesó, sostuve mi cartera de mano y algunas pequeñas cajas con ropa y nos encaminamos hasta allí.

Al llegar, nos sentamos algo alejadas del mostrador. Melissa dejó sus compras en una silla y por un milagro, no se cayó todo. Me saqué la campera pero conservé la bufanda. Elegimos nuestros pedidos y Lola propuso ir a comprar todo, luego de que le dimos la plata.

— No puedo creer que aún no me haya aniquilado.

La miro sonriente mientras saco un libro y lo coloco en la mesa—. ¿De qué hablas? —Pregunto, teniendo una idea de lo que se refiere.

— No le gusta que salgamos de compras, mucho menos si yo estoy. Odia que tarde tanto. No entiendo cómo no me ahorcó con los cintos que habían colgados al costado del mostrador. —Sube una ceja. Agarra su celular y se mira desde él, poniendo la cámara frontal, observando que su pinta labios siga intacto.

— Tal vez, por el fondo le gusta, pero no quiere reconocerlo. Aunque hoy si cansaste; sin embargo, conociéndote, ambas estábamos conscientes de que tardarías mucho.

— Oye —ríe—, no te burles. Deja de echarme en cara mi obsesión por la moda.

— La palabra "obsesión" te queda corta.

— Ya, cállate. —Gruñe divertida mientras lleva su celular a la oreja—. Thiago.

Ruedo los ojos aguantando la risa y abro mi hermoso libro.

— Todo bien, amor. Sí, estoy perfecta... gracias. —De repente su voz ha cambiado. Mis ojos la observan con detenimiento y me maravillo al encontrarla sonrojada. Frunzo el ceño al no saber qué le pasaba.

A medida que la conversación continúa, no puedo evitar observar un pequeño chupón en su cuello. Cierro mi libro, apoyo mi espalda contra la silla y me cruzo de brazos.

¿Quién era ella?Where stories live. Discover now