LA ÚLTIMA NOCHE DE OTOÑO

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"No desesperes, el amor llegará a tu vida en el momento indicado"

Scott Campos Barrantes

Como olvidar lo desastroso de ese día, hasta que me topé con ella. Cargaba todos los problemas encima, sentí que ya no podía más y solo tenía 19 años. Estaba a la mitad de mi carrera universitaria y ¿del amor? ¡Ja! Del amor.

¿Qué podría decirles de mi vida amorosa?... Pues, trataré de resumirla en una frase "Siempre fue un desastre"; ¿Qué? ¿No lo creen? En la secundaria me enamoré una vez, aunque quizá esté usando el término incorrecto para la edad en la que me encontraba, así que digamos que fue una ilusión del momento y deben saber que el amor pega duro cuando eres débil. Aunque todos piensen que el primer amor debe ser genial, para algunos solo marca el inicio de un dolor insuperable o el inicio de una fortaleza desastrosa.

Aquel día salí de casa, mi padre y yo discutimos como siempre, caminé alrededor de dos horas y luego me recosté en una de las banquetas de un parque. Allí no llegaba nadie y podía estar solo para pensar con tranquilidad. Pasaron las horas y estaba oscureciendo, pero yo seguía ahí, sin mover un pelo, recostado en aquella banqueta de un parque silencioso.

Recuerdo que la luna salió mucho antes, como si se hubiera apiadado de la soledad de mi alma. De pronto, alguien llegó y se sentó frente a mí, era una mujer de aproximadamente mi edad, traía el cabello suelto, una camisa blanca y un pantalón que apretaba sus curvas, resumiendo, era hermosa y admito que me atrajo demasiado. Sus ojos color café y sus labios rojos naturales hacían que no dejara de verla, estaba tan cerca que podía sentir su aroma traído por la suave brisa que recorría el ambiente.

Ella miró la luna mientras sonreía y aunque podrá sonar exagerado, era como ver un ángel que llenaba mi interior de paz absoluta. De repente, las nubes cubrieron la luna y empezó la lluvia, el último día de otoño nos abandonaba y daba paso al friolento invierno. A consecuencia, se empapó por completo y ¡¡Por Dios!!... Podía ver su ropa interior bajo su camisa.

Estaba sentado bajo un árbol y la lluvia no me alcanzaba de lleno, fue cuando se acercó y preguntó si podía sentarse junto a mí. Reaccioné sumamente nervioso, es terrible ser tímido a los 19 años ¿No creen? Yo solo me hice a un lado sin responder y ella se sentó muy cerca, la observé con disimulo, porque por alguna razón me era imposible dejar de verla.

Se congelaba de frío, así que me quité la sudadera y la extendí hacia ella. Al instante sonrió y dijo gracias, no imaginan lo placentero que fue oír su voz, su suave melodía esfumaban mis problemas, en verdad lo había olvidado todo y respondí que no se preocupara, que solo hacía para que no pescara un resfriado.

La escena que vi a continuación fue algo que no olvidaré jamás. Se quitó la camisa y expuso su cuerpo semidesnudo ante mí, una figura dibujada a detalle con una fina y suave piel que me invitaba a palparla. Sonrojado giré la cabeza reclamando el no haberme avisado que haría eso, a lo que ella respondió.

      —Eres mi salvador. Mi nombre es Aytem. —Extendió su mano derecha.

Aún seguía apenado, pero tomé su mano como un saludo.

     —Scott Kampell.

     —Mucho gusto, de ahora en adelante seamos buenos amigos.

Existen situaciones en la vida dignas de recordar, escenas imborrables grabadas en nuestro interior, momentos de los cuales uno siempre estará feliz de vivir. Este era uno de esos momentos, así conocí a mi verdadero amor, la mujer cuyas virtudes hicieron que aprenda a amar como nunca lo habría imaginado.

DOS ESTACIONES A SU LADO © (Completa) Sin editarWhere stories live. Discover now