EL DÍA QUE LA DEJÉ SOLA

197 47 16
                                    

"Amor mío... Déjame decirte, que hasta en la noche más oscura, tú me devuelves la vida"

Scott Campos Barrantes

Creó que al fin comprendía lo que mi madre dijo acerca del amor, era hora de tocar el cielo con los dedos y no saben cuán alto volé por ella. El amor, no es generalmente algo que sentirás por todos y aunque decir "te amo" en estos tiempos se volvió una moda, aunque todo sea tan superficial... mi corazón se había enamorado, estaba siendo feliz por primera vez en mi vida.

Pero el amor o las relaciones de pareja a veces tienen percances y es debido solucionarlos. Con esto no digo que, si vuestra pareja es infiel, si descubrieron algo indebido, si su relación se llena de discusiones o son tratados de una manera humillante, deben perdonar como si nada. Si tú vives esta situación o la viviste y ahora sigues en este mismo círculo vicioso, no te equivoques, lo tuyo puede ser simplemente dependencia, pero no es amor.

El amor hacia otros, nace después de aprender a amarnos nosotros mismos. Si te amas sabrás que nadie que no te quiera o valore es indispensable, que el amor debe ser mutuo para que sea perfecto.

Nosotros vivíamos nuestro momento de ensueño, no necesitábamos nada mas en nuestro pequeño mundo, solo nosotros dos en una cabaña de la montaña.

Era viernes e iba por un examen a la universidad, desperté muy temprano, ya que desde donde estábamos hasta la universidad eran un par de horas en la motocicleta. Aytem dormía en la habitación y yo en el sofá de la sala, así es, en todo este tiempo viviendo en la cabaña, no habíamos pasado una sola noche en la misma cama.

Quise despedirme de ella, pero aún estaba dormida. Me quedé observando lo indefensa que se veía... «¿Cómo es que cada que la miro, automáticamente una sonrisa se dibuja en mi rostro?»

Me arrodillé y le di un beso en la frente, luego me asomé a su oído y le susurré:

           — Agradezco cada segundo que pasas conmigo... Agradezco que llegarás a mi vida. Te amo Aytem.

Pasé casi todo el día en la universidad y al salir, me noté observado, un auto negro estaba estacionado de manera muy sospechosa. Para estar seguro elegí un camino equivocado y efectivamente me estaban siguiendo. Supuse que eran los hombres del padre de Aytem.

Me pasé las horas tratando de desviarlos, hasta que al final lo logré. No debía dejar que supieran a donde iba y mucho menos podía escapar a mi casa, porque de inmediato pondría en peligro a mi familia.

Me hice muy tarde y tras escapar fui a dormir a casa. Al día siguiente, apenas amaneció volví a la cabaña y ahí la encontré... estaba en un rincón de la habitación, al parecer había llorado toda la noche.

        — ¿Aytem? — Dije acercándome.

Levantó la mirada y en silencio se puso de pie.

       — ¿Te encuentras bien? — Le hable de nuevo.

Se colocó frente a mí y seguía sin mencionar una sola palabra.

      — Lo siento, no pude pasar la noche contigo...

      — Te odio — Dijo interrumpiéndome — Te odio por dejarme sola, por estar más pendiente de ti y sólo de ti, siento que tu amor por mí se esfuma a cada segundo — Lágrimas de sus ojos caían sin cesar — ¿No me echas de menos? ¿Ya no me quieres? Te necesitó conmigo... por favor no me dejes sola.

Sentí el dolor de cada una de sus palabras, sentía dolor en mi corazón por provocar las lágrimas de quien amaba, esa fue nuestra primera crisis de amor.

DOS ESTACIONES A SU LADO © (Completa) Sin editarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora