LUZ Y OSCURIDAD

233 45 10
                                    

Día del escape de la boda, ocho de la noche. Mansión Summer.

Richi era arrastrado por la mansión, él aún sangraba por la herida en su pierna. Lo llevaron al sótano y entraron en una habitación con muchas herramientas de tortura.

           — Padre ¿Por qué me has traído a este lugar? — Preguntó el joven que contemplaba el próximo suceso.

          — Te lo preguntaré una vez más, ¿Dónde está Aytem? — Rodolfo cogió una navaja y se la puso en el rostro.

          — Ya te lo dije, no lo sé. Quizá cruzaron la frontera y ya están lejos de aquí. — Contestó Richi.

         — ¿No hablaras? — Rodolfo se dio la vuelta — Willians, átalo a la silla, vamos a sacarle la información.

         — Somos amigos desde pequeños. Por favor no seas parte de esto — Le susurró cuando este lo ataba.

         — Confiesa ahora y nada pasará — Respondió el guardaespaldas.

La pregunta que quizá todos ustedes se estén haciendo ahora, es... ¿Por qué un padre trataría con tanta crueldad a su hijo? Pues la respuesta está por revelarse.

Rodolfo cogió unas pinzas y le arrancó la bala de la pierna, para luego rocear alcohol sobre la herida y encenderle fuego. Un grito de dolor y desesperación se estremecía entre las cuatro paredes de la habitación.

        — ¿Qué me dices ahora? ¿Lo confesarás?

       — ...pff... Ahhhh — Richi estaba por perder la conciencia a causa del dolor — ¿Por qué? ¿Por qué padre, por qué?... ¿Por qué siempre me lastimas sin remordimiento alguno?

Hizo una pregunta que lo había atormentado por años, en reacción Rodolfo cogió la navaja y le hizo corte sobre su cuerpo.

        — No vuelvas a llamarme padre... ¡Maldito seas! ¡¡Tú no eres mi hijo!! Exclamó Rodolfo.

       — ¿Qué dices? Por favor no digas eso. Perdóname padre, por no ser como tú quieres que sea, pero Aytem es feliz ahora, no puedo decirte donde está.

       — No eres mi hijo. Tu madre y tú, bastardo... son mi desgracia en vida. Debí matarte junto a ella.

Una confesión que derritió el alma de una joven víctima de la venganza de un hombre invadido por el rencor. Una noticia capaz de quitarle la cordura a cualquier hijo que ame a sus padres.

          — Eres tan bueno como ella y eso me hace odiarte tanto... Tú no eres mi hijo. Tu madre, esa maldita prostituta, se revolcó con otro hombre y cuando lo descubrí, la asesiné con mis propias manos.

         — ¿Tu mataste a mamá? — Richi tenía el rostro pálido.

         — ¿Ahora lo entiendes? ¿Entiendes por qué nunca mostré ni una pizca de compasión frente a ti?

Willians también quedó petrificado por lo que veía y escuchaba, él no podía reaccionar frente a esta situación. Por otro lado, Rodolfo seguía lastimando sin remordimiento a Richi y este aun forzándose a mantenerse consiente preguntó:

        — ¿Y mi padre? ¿Quién es mi padre?... Dímelo.

Quería saber quién era su padre, manteniendo la esperanza de que algún día pueda abrazarlo, este joven era como la manzana buena entre las podridas.

       — ¿Tu padre? — Rodolfo elegía otro instrumento de tortura — Si lo supiera ya lo hubiera asesinado también. Siéntete desafortunado por recibir el castigo de aquellos que me arruinaron la existencia.

Y así lo torturó durante 2 horas y Richi no dijo ni una sola palabra sobre el paradero de Aytem. Luego de este tiempo Willians detuvo la masacre, él sentía que todo esto era injusto, que Rodolfo solo lo torturaba por resentimiento.

        — Tío, ya fue suficiente por hoy... Si lo mata no conseguirá la información que busca.

        —Si... Tienes razón, ahora átalo de pie.

        — Esta bien — Willians no podía tolerar más tiempo en esa habitación.

Mientras era atado y con todas las heridas vivas por la tortura, el joven de ojos oscuros y corazón bondadoso disculpó aquella injusticia.

       — Eres quien me crio desde el primer día de mi existencia y aunque siempre demostraste que no me quisiste ni un poco, yo te doy las gracias... gracias por todo este tiempo papá.

Richi fue atado de pie y dejado en esa posición toda la noche. Sin comida, sin ser atendido, con las heridas vivas por la tortura.

No es justificable la venganza, no podemos dañar a quien nos dañó y mucho menos a quien no lo hizo. Las acciones egoístas, nos llevan a cometer una serie de pecados sin sentido y aunque mantener el alma en armonía puede ser difícil cuando se es traicionado, no podemos hacer que justos paguen por pecadores.

DOS ESTACIONES A SU LADO © (Completa) Sin editarWhere stories live. Discover now