EL PENSAMIENTO DE LA AGONÍA

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Me encontré con Ana en una cafetería, pero me la pasé distraído, pensando en la noticia que recibí.

      — ¿Scott? ¿Estás aquí? — Dijo Ana.

      — Sí, claro. El café de este lugar es grandioso.

No podía decirle que después de dos años, al fin tenía información de Aytem.

      — Esta es nuestra primera cita como pareja. — Ella estaba muy feliz.

Era una joven amable, de ojos negros y de piel morena; trabajaba en las mañanas normalmente, pero ese día era su descanso, a sus 18 años era muy responsable, pues a pesar de trabajar no descuidó la universidad.

Tenía aprecio por esta niña, de eso no había duda... pero lo que me paso con Aytem era algo que no se iba de mí. La miraba y sabía que mi corazón debía estar junto a ella ahora que la mujer que estuve esperando tenía una vida al lado de ese sujeto.

Salimos del café, Ana sujetó mi mano y yo decidí no dudar más, propuse ir a otro lado, exactamente a un lugar que acababa de descubrir.

Era una vieja torre cerca del bosque.

     — Este lugar es muy alto, jamás me trajiste aquí — Hizo un puchero en el rostro.

Me disculpé y expliqué que era un nuevo lugar para mi también.

     — Entonces ¿Quieres que subamos allí? — Señaló apreciando lo alto de la torre.

Al final subimos hasta lo más alto, desde ahí apreciamos la ciudad en todas sus direcciones. Ana y yo tuvimos nuestro primer contacto más allá de lo fuimos durante estos dos últimos años, más allá de unos mejores amigos.

Sin duda, ella había esperado esa situación mucho tiempo, pues se notaba lo feliz que estaba, además pasamos horas conversando sobre futuros planes dichos por ella. Yo la observaba y de pronto, recosté mi cabeza sobre su hombro.

      — Había olvidado que se sentía estar así con alguien — Dije.

Guardó silencio unos segundos y luego respondió.

     — ¿Quieres casarte algún día?

     — Has sido mi mejor amiga todo este tiempo, creo que ya sabes esa respuesta.

     — Me refiero a si algún día te casaras conmigo.

No pude responder, pues vimos acercarse al guardia de la torre, si nos encontraba de seguro nos meteríamos en un gran lío. Bajamos lo más rápido que pudimos y corrimos hasta quedarnos sin aliento.

Ana no paraba de reírse, esa era su personalidad, era tan alegre, era medicina, ella me curó con tan solo acompañarme día a día desde que Aytem se fue, ella era una mujer increíble.

     — Creí que ese lugar estaba abandonado — Me dio un golpe.

     — ¿Recuerdas el día que nos conocimos? — Pregunté jadeando — Te acercaste a mí, te presentaste y luego me llevaste con tus amigos. Me veía deprimente, lo sé, no había sonreído en meses, pero cuando llegaste aquel día, olvidé todo, me distraje tanto... yo, realmente les debo mucho.

Cuando llega la encrucijada de nuestra vida, decidir es la única forma de avanzar, pero muchas veces la inseguridad invade cada rincón del cuerpo y necesitamos una salida, una manera de mirar al mañana para crear una nueva historia.

Creamos un fuerte lazo, todos lo hacemos con nuestros mejores amigos y para mi ella fue la única que tuve, permaneció día a día acompañándome, creando aventuras e invitándome a ser parte de ellas. Era extrovertida, y desbordaba energía con sus travesuras... a su lado siempre tuve el corazón agitado y llenó adrenalina.

Lo de la torre fue mi forma de mostrar que también podía hacer locuras y pasamos casi todo el día divirtiéndonos. Nos despedimos al atardecer, ella sostuvo mis manos y me besó, era lo normal, éramos novios.

      — Te veré mañana — Le dije dejándola en la puerta de su casa.

Su madre abrió la puerta y me saludó como de costumbre, siempre amable conmigo. Así también me dirigí a casa por la calle principal, miré mi foto con Aytem, aquella que nos sacamos en el parque de diversiones y entonces la vi, cenando en el mismo café donde Ana y yo habíamos desayunado «Aytem está aquí, ella volvió», dije para mí.

Me quedé mirando tras el cristal, ella cenaba con Richi y en sus brazos tenía un bebé, guiándome sobre lo que me dijo en la mañana, saqué mis conclusiones, ella realmente se casó y hasta tuvo una hija.

No había forma de detener lo inevitable, esta era la respuesta de la vida y el destino para nosotros, ellos no quisieron que nuestro amor triunfara... era momento de rendirse.

DOS ESTACIONES A SU LADO © (Completa) Sin editarWhere stories live. Discover now