CRISIS DE AMOR

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"Los ojos no pueden callar lo que el corazón siente"

Scott Campos Barrantes

Cinco meses pasaron desde la última vez que nos vimos, aquel día donde Aytem se posó frente a mí para decirme lo bien que le fue junto a Carlos. Por mi parte yo invertí este tiempo para fortalecer mi relación con Ana.

Poco tiempo después de iniciar nuestra relación planteó la posibilidad de casarnos, era una idea algo apresurada, pero creí conocerla lo suficiente, después de todo fue mi mejor amiga los últimos dos años. Dejé la casa de mis padres, empecé a vivir en un pequeño apartamento que solvento con mi primer trabajo y aquel día Ana se mudaría conmigo.

Mi historia con Aytem terminó. Le debía mucho a mi mejor amiga, lo sé, habíamos pasado buenos momentos como pareja y ese día estuvimos toda la tarde acomodándonos para nuestra nueva vida. Formalizar una vida a los 22 años, no lo creí tan malo.

Fue hasta la noche cuando decidí tocar el tema, estábamos echados en la cama y mirábamos una película del gran Jackie Chan.

         —¿En serio quieres casarte conmigo? — Pregunté de repente.

Ana se levantó de un salto, y comenzó a gritar por toda la habitación. «Claro que quiero. Lo quiero», se descontroló. Su reacción fue la ilusión tomando forma, la felicidad esperada y el deseo cumplido.

¿Cómo debería llamarla ahora? ¿Futura esposa?... Creo que eso no importa mientras ustedes entiendan la historia. La felicidad que evidenciaba no podría arruinarse, así que cogió su portátil y la encendió.

     — ¿Qué haces? — Pregunté extrañado.

     — Vamos a dar la noticia a todos, haremos un vídeo y la subiremos a Enterbook.

Nada parecía detenerla y no quería arruinar su felicidad con mis complejos, no me gustaban las redes sociales, pero solo esta vez grabé un vídeo con ella, anunciando nuestro compromiso obviamente.

Las felicitaciones no se hicieron esperar, los padres de Ana se pronunciaron también, eran grandes personas. Algunos amigos de la escuela e incluso de la universidad hicieron presentes sus buenos deseos.

Richi lo vio y se lo envió a Aytem, quien al verlo se sorprendió. La noticia obviamente le afectó y recibió una llamada de su amigo mientras estaba en su apartamento en Boston.

      — ¿Cómo te encuentras? — Preguntó.

     (Estoy bien, estoy feliz — Su voz se apagó un poco)

     — Esto no es justo para ninguno de los dos. Deberías cuestionarte lo que has hecho.

     (Todo lo que hago... — Se derrumbó ante alguien que no podía mentir — Todo, todo está mal. Todo es mi culpa, nunca debí enamorarme de él en principio... y jamás debí lastimarlo)

     — Debes volver a casa y decirle lo que sucedió en estos dos años que estuvieron ausentes.

     (No hay vuelta atrás, lo siento. Nuestra historia murió aquella noche, en aquel café.)

     — ¡¡Por un demonio!! Deja de comportarte como una niña de secundaria. Piénsalo Aytem, si no se lo dices tú, lo haré yo.

Dicho esto, terminó la llamada. Las tensiones para este punto de nuestras vidas se comenzaron a acumular sobre los hombres de personas que apenas empezaban a conocer la vida como adultos y la dureza con la que te recibe. Ana y yo nos casaríamos el 22 de diciembre del 2018.

Nada nuevo paso en nuestras vidas luego de esto, pero si en las de Aytem y su hija, porque al fin decidió volver con el mismo motivo por el cual regresó la primera vez.

      — Creo que debiste volver hace mucho, es más, debiste decirle la primera vez que fuiste. No entiendo tu comportamiento — La madre de Aytem jugaba con su nieta.

     — Entiendo eso, por eso volveré a arreglar mi error — Se colocó sus pendientes.

Tuvo su conversación mientras terminaba sus maletas, pero el destino tenía otros planes otra vez. El timbre del apartamento sonó de repente, cosa que les resultó extraño.

     — Richi dijo que vendría a las diez — Miró su reloj de pulsera — Apenas son las 9, seguro está muy ansioso.

     — Yo abriré, termina de arreglarte. — Dijo su madre.

Se dirigió a abrir la puerta y luego quedó en un silencio misterioso. Aytem salió de su habitación y su rostro expresó palidez y miedo, vio a Carlos cargando a su bebé y a su madre sangrando sobre el piso.

     — Bueno señores, lleven a mi esposa a la camioneta, es hora de celebrar mi luna de miel. — Ordenó a los hombres que lo acompañaban.

DOS ESTACIONES A SU LADO © (Completa) Sin editarWhere stories live. Discover now