MALAS NOTICIAS

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Se llevaron a madre e hija como si no pasara nada, minutos después llegó Richi. Golpeó la puerta para que lo dejaran entrar, pero esta se abrió sola. Sospechó de inmediato e ingresó para encontrarse un charco de sangre sobre el piso, imaginándose lo peor gritó el nombre de Aytem por todo el apartamento.

La desesperación se apoderó de la situación, cuando escuchó un ruido viniendo del baño. De inmediato, se dirigió ahí y encontró a la señora desangrándose en la bañera; el joven se dispuso ayudarla, la cargó en brazos y mientras la sacaba del edificio escuchó lo que pasó, aunque no alcanzo a decir quien se las llevó pues ella cayó inconsciente ante la pérdida de sangre. La llevó al hospital, sin embargo, el diagnóstico médico no fue alentador, ella no despertaría hasta por lo menos dos días.

Por otro lado, los preparativos de mi boda estaban terminando, solo faltaba un mes para la ceremonia. Ana y yo hacíamos lo mismo que cuando éramos amigos, siempre haciendo locuras inducido por ella. Era una amante de la adrenalina y de las cosas que involucren el peligro con tal de divertirse.

Eran casi las ocho de la noche, ella me esperaba en la cama y yo terminaba de ducharme, entonces recibí una llamada y salí con urgencia, excusándome en el trabajo cuando en realidad estaba yendo a encontrarme con Richi.

       — Aytem desapareció y estoy casi seguro que Carlos está involucrado en esto — Me vio fijamente.

Abrió la puerta de la habitación que alquilaba e ingresamos. Quedé en silencio y luego respondí.

      — Pero él es su esposo y aunque así fuese, deberíamos dejárselo a la policía.

      — No puedo creer lo que estoy oyendo, ¿Acaso has olvidado lo que hicimos hace dos años? — Me tomó de la camisa — Los ayudé a escapar por el amor que se juraron.

       — La oíste aquel día, ella no quiere saber nada de mí y yo estoy a punto de casarme.

Richi se quitó la playera y dejó al descubierto las heridas que recibió por culpa nuestra, las cicatrices de aquella tortura que recibió por su padre, eran simplemente algo indescriptible.

     — Aposté mi vida, por su felicidad. Estas heridas no valieron nada ¿Por qué ya no se aman? Son patrañas, ambos se aman como la primera vez.

     — Lo del café... no puedo obligarla a que me ame, ya hizo su vida.

     — ¿Una vida? No tienes idea de lo que pasó esa niña en estos dos años — Giró enojado y luego de una pausa continuó — Tienes razón, no debí pedirte ayuda... no a ti, no ha alguien que no quiere arriesgarse por ella. Confié en ti Scott, te deseo una feliz boda.

Me marché, pero sus palabras retumbaban mi interior, «Aytem está en peligro ¿Enserio no haré nada?», pensé de camino a casa. Volví sin darme cuenta que Ana me siguió todo este tiempo y que oyó el nombre de Aytem cuando Richi y yo nos encontramos.

Ya en casa, me percaté que mi móvil tenía muchas llamadas perdidas de Ana y en Enterbook me había dejado el siguiente mensaje:

"Las chicas me invitaron a una pijamada, pero mañana temprano nos iremos de viaje, insistieron en que tenía que dar mi último viaje de soltera, volveré en una semana"

No pude dormir por la preocupación, sabia lo peligroso que era Carlos y la mafia que manejaban sus familias. Llamé a Richi y confirmé mi ayuda, después de todo Aytem era alguien importante para mí y la policía no era segura contra la mafia.

Salí a media noche, Ana permaneció oculta detrás de un árbol, ella me vio irme y obviamente sabia a donde me dirigía. Detrás de aquel árbol, una lagrima cayó por la mejilla de un ser enamorado, ella entendió que el amor no desaparece cuando es verdadero.

Nuestro punto de encuentro fue el parque de siempre, una vez allí me pidió que fuéramos a otro lado y así me diría lo que quería saber. La sorpresa llegó cuando nos ubicamos frente a la mansión del padre de Aytem. Una vez ahí, sacó una pistola que guardaba en la parte baja de su pierna derecha y de su maleta una escopeta.

      — ¿Sabes usar una escopeta? — Preguntó.

Me la entregó y comenzó a llamar a su padre. Rodolfo y los guardaespaldas salieron, solo los dos contras al menos un par de docenas de ellos.

      — Fueron ustedes ¿Verdad? — Apuntó a su padre — Es mejor que me digan dónde está.

      — ¿Levantas un arma contra tu padre? ¿Has olvidas quien te hizo todas esas cicatrices? — Respondió orgulloso.

       — Lo sé — Disparó y la oreja de su padre cayó al piso — Por eso no tendré compasión. Dime ¿Dónde está Aytem?

DOS ESTACIONES A SU LADO © (Completa) Sin editarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora