MOVIMIENTO

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Esperaban la respuesta de Emma, pero el padre no soportó más y se desesperó, era de madrugada y los estudiantes no podían regresar a casa, así que decidieron cooperar ante la causa.

Richi susurró el oído de su esposa y luego llevó a su hijo a su habitación, se recostaron en la cama y explicó lo que había pasado. Era pequeño, no obstante, entendió la situación con madurez e incluso pidió a su padre que trajera de regreso a su prima Inohue. El padre sintió orgullo y salió a buscar a Scott, de esa forma, ambos irían a buscar a las niñas y Ana se quedaría en casa esperando la llamada.

Tomaron sus armas y se despidieron, estando en la puerta uno de los estudiantes se acercó mostrando su teléfono, allí se mostró una dirección.

    —Pero... ¿Cómo es posible que tengas la ubicación de mi hija? —dijo su maestro.

    —Fue para una tarea, nos pidieron instalar una aplicación que nos permitía saber dónde estaban nuestros integrantes del grupo —respondió.

    —¿Eso es cierto? —Richi preguntó a los estudiantes.

    —Sí, es cierto, pero eso fue en el semestre pasado por lo que todos lo desinstalamos —confirmó Lizzy.

El único que no había desinstalado la aplicación de ubicación fue Rodrigo y se notó nervioso ante lo sucedido. No hubo más preguntas de parte del maestro, pero le pidió el móvil, acto que el estudiante rechazó, él quiso ir con ellos. No hubo opción más que aceptar y los tres subieron al auto, el maestro al volante, Richi de copiloto y el joven estudiante detrás.

    —Piensa con claridad, vamos a encontrar a tu hija —calmó su fiel amigo.

    —Hace quince años, cuando ella fue secuestrada por Carlos, tuve la oportunidad de matarlo, pero no lo hice... quise que pagara sus pecados lentamente —Golpeó el volante —Debí matarlo.

El muchacho escuchó la conversación en silencio.

     —¿Crees que Aytem hubiera querido eso? ¿Qué te convirtieras en un asesino? —agregó el copiloto.

     —Ella está muerta, él la mató y debí pensar en lo único que me importaba, mi hija.

Aceleró hasta el pie del bosque, allí había un camino en dos direcciones, se detuvieron porque Richi necesitaba ir a otro lado. Entonces, Scott abrió la guantera y dejó caer un pequeño oso de peluche que era muy querido por su hija cuando fue una bebé.

    —Fallé —dijo — Fallé como padre, no pude ganarme el corazón de mi hija... ojalá y Aytem no hubiera muerto, realmente me hace falta.

    —¿De qué hablas? —Cogió una tarjeta —Educaste una niña maravillosa, lo hiciste solo e Inohue realmente te ama, aunque no lo demuestre. Estoy seguro que mi hermana está orgullosa de ti, este donde este.

Ahí separaron sus caminos y Scott junto a su estudiante siguieron la ubicación del GPS, llegarían a la meta en al menos treinta minutos, durante ese lapso de tiempo solo le quedaba rezar para que el demente de Carlos no toque un pelo de su hija.

Y en alguno de los edificios de la ciudad, el fugitivo tenía otros planes, estaba en una fábrica abandonada cerca a la playa y había reunido a muchos subordinados que en su mayoría eran fugitivos. Su intención era revivir la mafia que un día murió cobrando la muerte de Willians, es decir, quería regresar la mafia Vongola.

     —Él vendrá —informó —Lo conozco y sé que vendrá junto a su perro faldero.

     —Estamos aquí por lo que nos prometiste —habló un fugitivo a su servicio— Si nos pagas, con gusto le volaremos las entrañas a esos que vendrán.

     —Cálmate, August. El dinero estará en sus manos apenas pueda acceder a la herencia que ocultó mi padre —Arregló su traje y avanzó —Ahora, déjenme con la niña.

     —¿En serio abusaras de ella? —preguntaron.

     —¿Tú que crees? —respondió con semblante oscuro.

Se fue y caminó por un pasillo oscuro hasta donde se encontraba uno de sus hombres. Luego le pidió retirarse e ingresó a la habitación donde tenía a Inohue, la miró de pies a cabeza y se acercó para quitarle la mordaza.

      — Perdona lo bruscos que fueron mis hombres, no saben cómo tratar a una dama —dijo el hombre con el rostro quemado.

Su cicatriz le recordó a un personaje del que habló su padre en su libro, pero no quería pensar que era él en persona.

     —Déjame ir, por favor...

La cayó colocándole un dedo en la boca

     —¿Cuántos años tienes?

     —Apenas cumplí diecisiete —respondió — Es un delito secuestrar a las personas y mucho más grave si es una menor de edad.

     —Lo sé —Giró sobre sus pies —¿Cómo decirlo? Tengo experiencia en este tema.

El sujeto no dejó de ver los senos de la niña desde que ingresó a la sala. Empezó a retirar el cabello de su rostro, acarició sus mejillas e invadió su espacio, la situación generó pánico en la hija de Scott.

     —Confieso que conocí a tu madre y te pareces mucho a ella, excepto por las ondas de tu cabello que me traen malos recuerdos —Se quitó el cinturón.

De inmediato, ella retrocedió. Tenía las manos atadas y no había forma de defenderse de lo que estaba a punto de pasar, la pobre niña tenía al frente una bestia en busca de venganza. No, más que una bestia, Carlos era el demonio que abusaría sexualmente de una pequeña indefensa.

      —No me culpes por lo que va a pasar, tampoco es tu culpa. Esto es parte del pecado de tu padre, el culpable de tu desgracia siempre será Scott Kampell.

DOS ESTACIONES A SU LADO © (Completa) Sin editarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora