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Un filósofo hace tiempo declaro que el tiempo es efímero y pasa tan rápido que cuando menos te das cuenta ya habrán pasado años desde el día en que pensaste esto. Y aquel filosofo del cual había leído la noche anterior tenía razón a su opinión, pues sin querer ya había pasado otro año al lado de su familia adoptiva.

Y como ya era costumbre su alarma sonó antes que cualquiera en esa casa provocando que estirara su cuerpo sobre su cama. Su cuerpo había cambiado a su opinión y de otros, más que todo por su madre que lo conocía desde los tres años. Según ella su piel antes era más blanca, pero ahora era un poco más oscura, pero sin dejar de ser suave al tacto, su cabello seguía siendo de aquel color azabache pero ahora más largo y ondulado. Quería cortárselo, pero su tío, hermanos y padre le decían que no porque aquello le hacía ver más guapo ¿Y por qué Rachel le decía que aquello le hacía ver más feo? No entendía porque las opiniones diferentes, así que se a escondidas se lo había cortado hace un mes, recibió un grito de su padre, no por el corte, si no por haberse escapado con la rubia a la peluquería sin permiso.

Soltó un suspiro abriendo sus ojos cuando había terminado de estirarse sobre la cama, se levantó de esta y fue al baño en común que había en la casa. Se adentró con su uniforme en la mano y se dio una ducha. Mientras que lavaba su cuerpo se dio cuenta todo lo que había crecido. Ahora ya no necesitaba de aquel banquito para alcanzar la cocina, se sentía orgulloso de eso. Con su toalla seco cada parte de su cuerpo, se puso su ropa y mientras se secaba el cabello se miró en el espejo viendo sus ojos color dorado. Había visto a gente con ojos de color amarillo, amarillo opaco o amarillo brillante, pero nunca ha visto a gente con ojos de color dorado y eso siempre le llamaba la atención. ¿Por qué era el único con aquel color tan feo en sus ojos? Como si aquella pregunta mental fuera un interruptor frente a él en el espejo una masa negra comenzó a subir por sus piernas hasta cubrir casi todo su cuerpo sofocándolo.

— Tranquilo Ha Baam. Inhala, exhala y sonríe.

Sus ojos se cerraron mientras repetía aquellas apalabras como un mantra hasta que esa sensación de sentirse sin aire desapareció. Cuando abrió los ojos ya no había nada en el espejo y solo tenía una sonrisa en su rostro. De esa forma salió del baño y bajo a la cocina colocándose a preparar el desayuno par su familia.

Puso a hervir agua, saco la fruta que necesitaba y era del gusto para cada quien, saco sus platos hondos de color para cada uno y comenzó a cortar la fruta mientras esperaba el agua. Al terminar todo coloco la fruta en el deposito correspondiente, saco el cereal y avena colocándolo a un lado y saco el yogurt del sabor favorito para cada uno en sus platos correspondientes.

— Vainilla para el hermano Blanco, fresa para el tío Yama, durazno para padre y piña para el hermano Karaka. Por dios, sí que somos muy diferentes.

Lo último lo dijo con un tono divertido antes de reírse de manera suave. Coloco un poco de miel en una cucharita y comenzó a ponerla sobre cada yogurt. Llevo cada deposito a los sitios correspondientes, luego coloco los cubierto y vasos, volvió a la cocina al tiempo en que el agua terminaba de hervir, la echo en la cafetera para que esta hiciera su magia con el café pasado. Mientras eso se hacía procedió a freír los huevos y tocinos, en la tostadora dejo los panes y estando atento a todo escucho como su padre y tío bajaban las escaleras.

— Buenos días padre y tío Yama

— Buenos días Baam/enano

Con una sonrisa acercó un plato a la tostadora sacando las tostadas colocando dos en cada plato, luego coloco el tocino y huevo a un lado para llevarlo a donde los mayores. Volvió a la cocina sacando el café listo, los colocó en tazas y sirvió cinco. Todos en esa casa tomaban café, hasta él a pesar de su edad. Con una sonrisa vio bajar a su hermano rubio con su cara de mal humor hasta sentarse en su sitio tomando de inmediato su café.

My Person [BaKhun]Where stories live. Discover now