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Y allí estaba el castaño mirando su techo de color blanco como si fuera lo más interesante del mundo o como si tuviera la respuesta de sus dilemas. No había podido dormir bien desde hace una semana después de aquel incidente en donde la sonrisa de su amigo de ojos azules lo había hecho avergonzarse.

Desde aquel día había tenido sueños raros, algunos eran inocentes en donde solamente era abrazado por el mayor de ojos azules o que le tomaba de la mano mientras caminaban hacia cualquier lado, pero en esos sueños siempre estaba la sonrisa de aquel día. Podía vivir con esos sueños, pero luego había sueños en los que no podía ni mirar a su amigo a la cara sin que esta explotara en un tono rojizo. En esos sueños su amigo de ojos azules le acariciaba de manera suave y lenta su rostro hasta juntar sus frentes haciéndole que aguantara la respiración y cuando menos se lo esperaba sus labios ya estaban juntos en un beso lento, tranquilo. Aquellos besos le quitaban el aliento y cuando se separaban estaba esa sonrisa que solamente hacía que su pulso se acelerara como si hubiera corrido una maratón.

A su parecer ya se estaba volviendo loco, así que por eso estaba mirando el techo. Tenía ganas de pintarlo hace tiempo, de tonos azules. No porque ese tono le recordara a su amigo, solo que era su color favorito. Si era por eso. Además, gracias a los sueños raros que tenía ya no podía mirar a la cara a su amigo, porque recordaba no los sueños bonitos, si no los sueños raros en los que se besaban. Lo había evitado bastante y sentía que lo estaba lastimando.

Soltó un suspiro mientras se levantaba de su cama, ya era como el mediodía y aquel día sábado no tenía ganas de cocinar así que le había dicho a su padre que pidiera comida. Lo cual extraño a la mayoría de la casa, pero prefirieron no preguntar sabiendo que el menor ya les contaría el porque estaba de esa forma a su debido tiempo, aunque el mayor de todos tuvo que controlar a cierto rubio para que no fuera a atacarlo de preguntas.

Salió de sus pensamientos cuando sintió su celular sonar, vio que era su amigo de ojos azules y dudo un rato en si contestar o no, al final contesto con algo de duda.

- ¿Si?

- Baam ¿Puedes venir?

La voz alterada y la respiración de Agüero lo alerto bastante, su amigo solo se ponía así si estaba a punto de tener un colapso mental de tanto guardar en su interior. De manera rápida tomo una polera de color negra para salir corriendo de su habitación y bajar con rapidez las escaleras de su casa.

- Baam ¿A dónde vas?

- Tengo que irme, Agüero me necesita

- Pero hoy se supone que conocerías a tu padrino

- Lo puedo ver después, esto es más importante.

Y sin decir más dejo a su padre con la palabra en la boca, después se disculparía con él, ahora tenía que ayudar a su amigo. No fue por la puerta principal, salto la valla que había a un costado y fue corriendo a la casa del árbol en donde estaba seguro que estaría su amigo. Ni bien subió las escaleras vio un bulto de mantas. De manera lenta se acercó hasta este y se sentó al frente.

- Agüero ya llegué

Del bulto se asomó una mota de cabellos celestes junto a unos ojos azules que estaban de color azul profundo que al verlo comenzaron a temblar. De manera rápida el de ojos dorados abrió los brazos invitando a que el contrario lo abrazara y no pasaron ni dos segundos en lo que el menor sintió el peso del mayor caer sobre su cuerpo. Ni dos segundos más envolvió en un abrazo al mayor.

No comento nada, solo se quedó allí acariciando los cabellos del chico mientras que lo sentía temblar más no llorar, aquello no le preocupaba. Ya había aprendido que su amigo de ojos azules cuando se ponía en estado solo necesitaba ser abrazado mientras le acariciaban su cabello. Tampoco necesitaba palabras, solo necesitaba a alguien que estuviera allí para él. Él hablaría cuando fuera el momento adecuado.

My Person [BaKhun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora