E t e r n i d a d (HadesxPersefone)

Brillante

— ¡Eres un canalla, Christopher D' Luca! ¡Engañarme con mi propia hermana gemela! ¿Cómo te atreves?

— ¡Sí! ¿Cómo te atreves? —Hades sisea, sus ojos angustiados fijos en la pantalla del plasma. El drama de media noche acaparando cada pequeño rastro de su atención.

Sonrío de medio lado, recogiendo mis rodillas hasta el pecho. La habitación del living está a oscuras, salvo por el destello azulado de la televisión en vivo, y los reflejos de la ventana.

—Es raro que aquí siempre sea de noche —comento, y él voltea su mirada hacia mí.

Revolotea sus pestañas con nerviosismo.

—Sí...no puedo...yo, aunque haría todo lo que me pidieses, no puedo traer el sol hasta aquí, cariño.

— ¡No! Diablos, no. Estoy perfectamente bien sin...el sol en el Inframundo. Gracias.

Creo vislumbrar en sus gestos la comprensión, pero decido jugar con mis dedos para evitar todo lo referente a Apolo esta vez. Carraspeo, y trato de amainar la charla.

—Tú te adaptaste perfectamente, por lo que he podido ver.

Se remueve, otra vez el tic incómodo en su mandíbula.

—Ya conocía de antemano a la oscuridad. Creo...creo que simplemente no estaba destinado para nada más.

Me sonríe, con esa sonrisa tensa y agria que utiliza para zanjar un tema. Sin embargo, aunque lo he intentado, no puedo olvidar lo que Minthe ha recalcado.

No lo conozco. No sé qué hay más allá de este iris negro atormentado. No sé qué significan sus cicatrices, no he preguntado sobre lo oscuro en él.

—Me gustaría hablar sobre ello, si tú quieres y te sientes cómodo.

Se retuerce, sus dedos tirando del cabello en su nuca.

—Quiero que sigas viéndome como alguien bueno, la verdad. —me dice, una chispa amarga y burlona colándose en su voz.

— ¡Alessandra Gabriel! ¿Es acaso tan débil mi amor que desconfiáis así de mi?

Sonrío a la imagen de Christopher D' Luca, y tuerzo el gesto hacía Hades. Mi mente hurgando en el diccionario para encontrar las palabras adecuadas.

—Tu parte resplandeciente me conquista todos los días, pero deseo saber...entender...qué hay después de eso, allí, entre las sombras. Solo si eso te ayuda a estar mejor a mi alrededor, a mi no me debes nada. —Cuando sus dientes toman presa de sus labios, mis manos tocan con gentileza sus nudillos— Tú seguirás siendo bueno para mi, siempre. En la oscuridad y en la luz.

Su mirada es abrasadora, casi tan cálida como la manta que nos cubre a ambos. Inspiro, su aroma me llena los pulmones, y su mano es dulce cuando me coge de la barbilla.

—Más te vale que aún me quieras para cuando el relato termine. —Me gruñe, y su boca muerde juguetonamente el lugar donde sus dedos me han sujetado. Luego, como si se no pudiese encontrar la manera correcta de empezar, carraspea. Tengo el pulso acelerado por la intimidad de su gesto, pero no hayo rastros de que él sea consciente de ello— No quiero ponerle a esto una fecha aproximada, ya me siento lo suficientemente viejo sin que tú sepas del todo mi edad.

Sonrío.

— ¿Unos dos mil y pico?

Jadea.

—Cierra esa boquita preciosa que te cargas antes de que me arrepienta —sisea. Y luego sus manos cogen un mechón de mi cabello, retorciéndolo entre sus manos como un trozo de papel— Yo no...no he sido el hijo más querido del mundo, para empezar. Nací de un amor raro, alguien demasiado dulce amando a un ser demasiado...En fin. Cuando nací, Cronos no estaba feliz, su cabeza para ese entonces había sido cegada por el poder, no se podía hacer nada. Por sobre todo, mi madre no podía hacer nada. No sé si has...oído lo que la gente tiene para decir sobre ella —suspira, sus ojos de repente claros, recordando— Supongo que tener la leve noción de algo es suficiente para difamar a alguien. Para retorcerlo. Como si nadie hubiese amado jamás, como si no se pudiese entender. A veces...quizás...ella amó una parte de él que nunca vamos a conocer, y simplemente no pudo dejar de hacerlo. ¿Entiendes? Mi madre fue buena, amé...fue todo lo que tuve y quise por un momento. No voy a culparla jamás por ello.