Temblar.

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Los chillidos producen un constante eco en medio de las paredes de madera a medio pudrir. Jadeos, gemidos y gruñidos envuelven cada uno de mis sentidos mientras mi mirada se ancla al techo. Una pequeña viga se atora de esquina a esquina. Cierro los ojos, y recuerdo a Persefone reír. Su risa tiene más peso y sentido en mi cabeza que toda la ola violenta a mi alrededor.

Observo a Ares dar su última embestida, sus nudillos magullados y rojizos, y la respiración de fuego se enciende aún más en cuanto Apolo coge aire entre sus dientes.
Ares da un último paso hacia él, balanceandose. Pequeñas gotas de sudor bajando por su cuello.

—No tenías puto derecho. ¿Entiendes lo que te digo, jodido imbécil? —Sus dientes se muestran en una mueca amarga— Ni sobre ella ni sobre nadie más. Solo lo diré una maldita vez: te veo cerca de Persefone de nuevo y me desgarraré las tripas para encontrar la forma de matarte.

Escupe sobre la mejilla hinchada de Apolo, antes de dar dos pasos hacía atrás. Su mirada se topa con la mía y asiente hacía mi, con los ojos entrecerrados. Sangre dorada y espesa embarra su camiseta deportiva. Presiona el hombro de Eros, obligándole a dejar su posición de cuclillas frente al cuerpo destrozado que tiene por delante.

Eros observa a Apolo con la mandíbula tensa, y sus ojos están nublados nuevamente. Ha llorado con cada golpe que ha embestido, y un sincero dolor ha escapado en cada grito contenido de su garganta.
La cólera baila en su rostro tembloroso.

—No creas que obtuviste algo de ella —murmura, su voz suave y frágil— Tú no obtuviste nada, jamás obtendrás nada. No voy a permitirlo.—Las lágrimas mojan sus mejillas, y él no hace nada por ocultarlo. Siento una pequeña pizca de orgullo rondar en mi interior entumecido. Él coge un puñado de lodo, y embarra con dureza el pecho magullado de Apolo. Esboza una sonrisa amarga—Has tocado a una de mis mujeres, y haré de tu vida una miseria de ahora en más. Te has ganado a pulso el odio de un dios del amor, y puedo torturarte más de lo que un golpe físico hará jamás.

Ambos recorren la poca distancia que queda hacia la puerta, y Eros voltea hacia mi.

—Dime si necesitas algo de nosotros, o si Persefone lo hace. Iré a donde ella quiera a cualquier hora. Espero que lo sepas.

Asiento, y desaparecen lentamente en medio de lo que queda de noche. El rostro desencajado de Hermes emerge de sus sombras, y pequeños destellos de lágrimas brillan en sus ojos negros.

— Tú —murmura, y su tono acusador se ve roto en cuanto coge aire. Centra su mirada en Apolo, mientras camina hacia él— Tú...

Un gemido emerge del dios en el suelo, y parte de mi -la que aún desea venganza- quiere golpear su garganta otra vez, hasta que su voz desaparezca para siempre.
Hermes recorre a pasos vagos el tramo que los separa, y observo su cuerpo sacudirse en pequeños espasmos mientras Apolo intenta extender una mano hacia él.

Doy un paso adelante, negandome a concederle cualquier tipo de piedad, pero Hermes me sorprende azotando la palma extendida de Apolo hacia el suelo.
Su grito es desgarrador.

—¡Tú la lastimaste! Te...¡Te he llevado allí cada maldito fin de semana! Todo este tiempo...—coge aire, nuevos espasmos lo recorren— Dijiste que...¡Todo este tiempo estuvo asustada! ¡Aterrada! ¡Me hiciste ser partícipe de esto!

Deja escapar un gemido lastimero, y de repente su puño se estrella en el rostro -ahora irreconocible- del que alguna vez ha sido el consentido de mi hermano.

—¡La quiero! —jadea— ¡Tú sabías que la quiero! ¡Y la lastimaste!

Espero pacientemente hasta que los golpes cesan, y los sollozos rompen el silencio de la noche. Noto la sangre esparcirse en el suelo mientras rodeo a Hermes y avanzo hacia Apolo. Sus ojos han desaparecido, y no hay forma reconocible de la curva de su boca. Sus brazos se retuercen en posiciones imposibles, y su pecho en carne viva ruega por un oxígeno que no ha de llegar jamás.

Hermes coge aire, su voz fuerte y ronca.

—Tú no sabes —le dice— de lo que ella es capaz. Y voy a estar allí, en primera fila, para disfrutar de lo que será tu verdadero castigo.

Parpadeo, y Hermes capta mi mirada. Sus ojos son vacíos. El tinte sádico ha desaparecido.

—Déjame deshacerme de él por ti. —dice, agachando la cabeza — Es lo menos que puedo hacer.

De repente, el muchacho frente a mis ojos parece incluso más mayor que yo. Miro sus puños sangrantes, y asiento. Doy media vuelta hacia Apolo, y mi verdadera figura de dios del inframundo saca de él un grito aterrorizado.
Desgarro con paciencia el borde su mejilla, sintiendo su sangre emerger. Me inclino hasta alcanzar su oreja con mi boca, y la voz helada acelera el pulso que siento en su piel.

—Tan solo mírala una vez —siseo— y no habrá nada en ti que puedas reconstruir.

Me incorporo, volviendo a mi forma natural, y observo con cierta satisfacción su ser descompuesto. Cuando las lágrimas han comenzado a caer sobre su rostro otra vez, dejo la casucha atrás, y no me permito echarme a temblar hasta que me he escabullido silenciosamente en la ducha de mi hogar. Sangre se pierde por medio del agua, y siento mi garganta cerrarse dolorosamente, privandome del aire.
Sus dulces ojos.
Solo puedo pensar en sus ojos mientras sonríe, y en la mirada desgarrada de hoy.

El cielo es naranja por el ventanal del baño, y pequeños destellos de sol se filtran por él en cuanto decido a salir.
Agotado, me desplomo sobre el borde de la bañera y observo los cortes profundos en mis nudillos.

Dos manos pequeñas envuelven las mías, y los temblores vuelven a mi en cuanto su mirada calma me observa.
Ella cierra los ojos, y besa pacientemente cada herida en mi piel. Antes de que tenga oportunidad de esconderme en su cuello, un sollozo escapa de mi pecho, mientras aferro con fuerza su cuerpo pequeño al mío.
Cuando siento su beso en mi frente, y sus dedos acariciando mi cabeza, la habitación ha sido totalmente iluminada.
Y ella ha conseguido que deje de temblar.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora