Más.

2.1K 186 33
                                    


—Solo es un minuto, Perséfone. Dame un minuto, puedo explicar todo solo con eso.

Entrecierro los ojos al hombre inclinado en la pared del corredor. La puerta oscila vagamente detrás de su cuerpo alto y ancho, y sus ojos me inmovilizan en el suelo de una manera prepotente. A pesar de sus ruegos, pienso, él aún actúa como un jefe.

Tengo los brazos cruzados en el pecho al hablar, fingiendo que mi short gastado y una enorme sudadera puesta al revés pueden otorgarme cierto grado de dignidad.

—Un minuto es lo que te habría tomado levantar el teléfono y darme una señal de vida hace tres días. —mi pie descalzo golpetea inquieto, las flores cayendo rencorosas tras mi espalda— Y, debido a que no lo has hecho, me parece injusto regalarte más tiempo que el que necesito para decirte esto: Vete. De. Mi. Casa.

Las aletas de su nariz se dilatan, mientras da un paso inseguro hacia mi. Nos separa un brazo de distancia, pero de repente el calor en la habitación es sofocante.

—Desapareciste tres días, no volviste al trabajo. ¿Qué querías que pensara? —musita con los dientes apretados.

Trago la furia que se engrosa alrededor de mi garganta.

—Te fuiste de aquí luego de...—mastico las palabras antes de que se escapen, y opto por mirar su mentón a fin de mantenerme cuerda—Y...y no conforme con eso, ¿Te enojas porque preferí recoger mi dignidad y no presentarme a un lugar donde no soy imprescindible?

—Eres imprescindible.

—Soy una becada, hago trabajos de becada.

—Trabajos por los que te pago y por los que deberías informarme si te ausentas. Informarme a mi, no a Hécate, no a la secretaria, no a la torre II. A mi.

— ¡Cualquiera puede sustituirme!

Hades gruñe, tomándome del brazo y tirando hasta que estoy tan cerca de él que nuestros gritos rozan los labios del otro.

—Yo no quiero que nadie te sustituya —murmura por lo bajo, sus ojos ardidos de enfado.

Elevo la barbilla, y su nariz roza la mía. Nuestras pupilas se lanzan dagas entre sí, y un ligero pero violento aire sopla constante entre nosotros. Una de mis flores vuela hacia su cabello, pero la discusión nos mantiene con las garras afiladas, sin importar nada más.

—Eso —rezongo a su comentario anterior— es un capricho de niño. Y lo sabes.

—No es un capricho de niño querer que la empleada que contraté, a quien ofrecí una oficina, instruí, y facilité cada labor se presente a trabajar. ¡O al menos, que tenga la decencia de avisar porqué va a desentenderse de su trabajo sin una buena razón aparente!

—Escúchame una cosa, Hades. Tengo decencia, tanta, tanta, que aún no te he echado como te mereces. Te lo recuerdo de nuevo: tu empleada tiene un permiso firmado y aprobado para no presentarse, así que no tienes nada que hacer aquí.

Su agarre en mi brazo se aprieta, y yo cojo el cuello de su camisa en un puño. Mi pecho y su abdomen se acoplan, pese a que lo estoy inclinando para que su rostro quede a mi altura. El temblor en nuestros cuerpos se traslada a nuestras voces, y los sentimientos en mi estomago comienzan a alborotarse.

Estoy enfadada, me recuerdo. Y luego sus manos envuelven mi cadera, y su boca forma una línea recta, tiesa y furiosa.

—Tengo mucho que hacer aquí —me resopla en los labios— Porque soy tu jefe, y tengo que comprobar que no te ausentes por una niñería que fácilmente podríamos solucionar si habláramos.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now