Acepto

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Hades está paseándose a mi alrededor, sus ojos ocultos en sus cejas fruncidas, los pasos de sus pies descalzos como ecos suaves en la habitación.

Finalmente, me mira. El reproche escrito en todos sus gestos.

—Pero estás embarazada.

Mastico el donuts en mi mano, entrecerrando mi vista.

—No me digas, qué buena noticia.

Él jadea.

Pers.

—Es mi madre, y el lugar en donde crecí, Hades. No es peligroso.

—Estar mucho tiempo en la Tierra te debilita. Nuestro hijo...

—Será solo por una hora.

—Nunca pasa nada bueno cuando vas.

—Solo he ido tres veces este mes.

—Y la última vez tu madre organizó una fiesta cuando Ilitía claramente te prohibió el estrés social.

Coloco la lengua contra mi mejilla.

—Creo recordar que amaste esa fiesta.

— ¡Ni siquiera fui invitado!

Sonrío.

— ¡Ah! Es verdad. Estabas tan enfadado. Eso fue gracioso, el bebé pateó todo el camino de regreso a casa.

—Yo tomaría eso como una protesta.

Nah, fue una celebración.

Me inclino un poco, sus manos extendiéndose delante de mí para que pueda aferrarme a ellas e impulsarme lejos del sofá en el que me encuentro tirada desde hace dos horas. Cuando mi barriga impacta con su cuerpo, sus ojos se derriten por un momento, sus manos ansiosas sobre la piel descubierta de mi ombligo.

Beso su boca.

—No estés preocupado.

—Ella ni siquiera ha mandado una carta con Hermes —dice, ignorándome totalmente— Ella siempre envía una carta. Es la única persona que se niega a usar un móvil como la gente normal. ¿Y de repente te envía un mensaje de texto? Ni siquiera tenía un celular, siempre ha llamado desde el fijo. Yo creo...

—Hades.

Suspira.

— ¿Demasiado paranoico?

—Demasiado paranoico —Coincido, besándole una vez más— Estaremos bien. Ve a arreglar ese jodido defecto en la Torre D o Hécate nos matará a ambos cuando tomemos la licencia por el embarazo.

Finalmente, una sonrisa tira de sus labios.

— ¿Sabes? Tú y yo somos los dueños de esta empresa, no ella.

Me río.

—Oh, no le digas eso, por favor. Quiero que mi hijo tenga un padre.

Me aprieta la cadera, su barba matutina aún en su piel y raspando contra mi cuello. Se remueve contra mí, como siempre que me escucha reír. Él dice que es su parte favorita del día.

—Te amo —dice entonces, y yo me derrito contra él.

—Y yo te amo a ti, majestad. Aunque seas un rey sobreprotector.

—Eres mi reina, mi deber es protegerte.

—Y tú eres mi rey, y mi prometido, y no por ello te envuelvo en una caja de cristal. —Los músculos de su cuello se endurecen, y el filoso rastro de su mandíbula se hace más evidente. Hay algo en lo que he dicho que no lo convence. Ladeo la cabeza, mi mano escalando hasta ahuecar su rostro— ¿Qué ocurre?

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now