Importante

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—Por mucho que yo lo desee, Hades, no puedes pasar tu eternidad escondido debajo de las mantas. Así que —ojea su reloj de muñeca, sus labios elevados brevemente en una curva alta de impaciencia— ¿Puedes dejar de ser un niño ya, y enfrentar lo que sea que haya ocurrido? Es hora del té.

Murmuro una negación penosa. El timbre de mi voz parece adecuarse estrechamente a lo patético de mi situación.

—Hades —Hécate lo intenta nuevamente, su tono maternal y conciliador— ¿Todo esto tiene que ver con el pedido de Perséfone?

Me mantengo callado, y la oigo suspirar.

—Debí imaginarlo: ella no pediría ausentarse indefinidamente solo porque si. ¿Qué ha sido tan grave como para que una muchachita te tenga lamiéndote las partes cual animal herido?

El roce de la almohada en mi mejilla me consuela en cuanto me refriego contra ella.

La había jodido.

En. Grande.

Podría haber fingido que no era un apodo importante, podría haber actuado como si fuese por el Inframundo llamando mi amor a quien me pareciese genial. Podría, pero no lo hice.

Era mi amor desde la primera vez en que posé mis ojos en ella. Es mi amor, y quería que lo supiera, así fuese que no me correspondiera. Y claro que no me había correspondido: no había visto su pellejo en tres días. Luego de mi huida cobarde en casa de Artemisa, Perséfone simplemente desapareció.

—Sabes que adoro la hora del té.

El ruego de Hécate retumba en medio de los recuerdos distorsionados de mi mente.

—Le he insinuado...bueno, he sido un poco demasiado directo con Perséfone en cuanto lo que siento.

— ¿Lo que sientes...? —murmura, no muy segura. De repente, siento cómo tira de mi manta hacia atrás, descubriéndome y aniquilándome con sus ojos feroces. Las preguntas bullen de ellos como un río rabioso— ¿Le dijiste...le dijiste que la amas? ¡¿Ahora?!

Carraspeo, parpadeando a la luz tenue de la oficina. La tela del sillón cruje, y la almohada que he usado de consuelo se desliza en silencio hasta el suelo.

—Hécate...

— ¡Ella está luchando por mantener una relación tranquila contigo hasta solucionar los problemas con su madre! ¡¿Y tú le dices que la amas?!

—No le he dicho...

—Yo sé que es difícil de entender, Hades, pero ella es aún un pimpollo. Tiene cosas que arreglar antes de dedicarse a florecer por allí. Tú conoces a Deméter, sabes que no es fácil de tratar. Tú y tus hermanos se cagan en sus pantalones para hacerle frente, así que imagino que podrás juzgar lo complicado que la tiene la única, sobreprotegida y joven hija de esta loca mujer.

Remuevo los pies, incorporándome. Con mis manos juntas en mis rodillas, la cabeza gacha, y Hécate parada cual alta era, seguro representábamos una escena de lo más tragicómica: un viejo idiota castigado por su madre.

Madre se vuelve hacia la ventana, tratando en vano de ocultar las llamas de sus ojos.

—Pobre chiquilla, ha de tener los nervios hechos trizas. Seguro es su primera confesión... ¡Seguro eres su primer romance! ¡Y al paso que vas, con estos aires de rey, serás el último antes de que la encierren en una jaula!

Jugueteo con el borde de mi pulgar.

—No me molestaría ser el último...

—Hades.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now