Persefone.

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Coloco el índice sobre la cuarta página sin leer del menú, sintiendo los ojos de Hades quemar mi rostro. Con disimulo, suavizo una arruga invisible en el escote del vestido.
¿Estaré mal vestida?

Él solo se había presentado frente a la puerta, y su mirada no se había despegado de mi desde entonces. Incluso en la brevedad de nuestra charla, podía sentirlo intranquilo.
Carraspeo.

—La sugerencia del chef parece genial ¿No crees? Quizás podríamos pedir eso.

Sus ojos parpadean hacia mi un par de veces.

—Sí, es hermosa. —Alzo una ceja, y Hades sonríe confuso antes de tomar el menú y mirarme por encima de él— Quiero decir que sí, sí. Es genial, podemos pedir lo que tú quieras. —Sugiero que ordenemos un vino, y él asiente— Sí, el vino del Olimpo es hermoso…¡Delicioso! Quiero decir delicioso. Sí.

Coloco la punta de mi uña entre mis dientes -un gesto que aún no he podido dejar- y trato de ocultar una sonrisa nerviosa.

—Me gusta tu traje —susurro— es mi favorito hasta ahora.

Lanzo sobre él una mirada entre mis pestañas, fingiendo que sé cómo coquetear con mi jefe. Suelto sobre mi rostro una cascada de cabello, así no puede evidenciar el rubor que se extiende sin descaro en mis mejillas.
Soy una mujer, no una niña. Puedo seducir, puedo ligar.

—Hécate —él dice, con los ojos vidriosos y su voz lejana— ella me vistió, yo no sé hacerlo.

Oh.

Él me sonríe, hasta que sus pupilas se dilatan y una mueca de horror adueña su boca.

—¡Ella eligió el traje, no me vistió! ¡Puedo vestirme solo! De verdad, no me ha visto desnudo ni nada. Simplemente no sabía qué ponerme porque no sé cómo demonios actuar con todo esto. No sé si debo o no ser yo. No quiero que te aburras y pienses que quizás estoy siendo un maldito dios soberbio. Y estoy hablando sin parar porque no puedo detener esta competencia que me impongo todos los días para ser un-completo-idiota.

Cojo su mano antes de que vuelva a hablar.

Soy solo yo.

Él me mira, su gesto atormentado.

Ese es el problema.

Miro nuestras manos entrelazadas. Las flores que he tratado de ocultar desde que me ha cogido la mano por primera vez en la noche florecen a un lado de mi muslo.

—Si te hace sentir mejor…he tardado una eternidad en buscar qué vestir.

Hades abre sus ojos, vagando su mirada desde mi escote hasta la punta de mi rostro.

Luces tan…
—Con permiso —carraspea el camarero a mi lado— ¿Están la dama y el caballero listos para ordenar?

Hades lanza sobre él un ceño fruncido, y el pobre sujeto se aferra a la libreta en sus manos. Sonrío, y aprieto mi agarre hacia él. Una vez que sus ojos se topan con los míos, suspira y coge mi mano entre las suyas. Puedo leer la tregua bailando en sus orbes y sé que será él por el resto de la noche.

—¿Sabes que puedo escuchar tu mente trabajar ahora mismo, verdad?

Mi tacón retumba en el encerado, mientras aferro mi agarre a su brazo. Las pulseras de plata de mi mano repiqueteando ante mi abrupto movimiento.

Lo siento —susurro— Son solo tonterías, lo juro. Nada de qué preocuparse.

Un dedo suyo traza, como en descuido, el borde de mi muñeca. Un vaivén que eleva los vellos de mi cuerpo.
Siento el tragar de su saliva, y observo de reojo el subir y bajar de su nuez de Adán.
Sus pasos se detienen, y, con su mirada en un hermoso tormento, musita sin mirarme:

—Te ves hermosa.

—No tenías que decirlo, era solo un capricho de niña.

Da dos pasos frente a mi, su mandíbula recta. Coge mi mentón entre sus dedos, y su aliento me hace cosquillas en los labios.
Sus ojos me abrazan en el momento en que me mira.

Estás más hermosa que nunca. Ese ha sido mi maldito problema en toda la maldita noche.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora