Nuestros

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—Nena.

Oigo los dejos de su voz desde algún punto inaccesible de la oscuridad. En mi piel aún retumban los recuerdos de los túneles interminables de tierra húmeda, el calor de las aberturas, el susurro violento de la caída.

Y la ira.

Podía sentir las palabras de mi madre cederme en las venas, quebrajando mis células.

—Nena —Él vuelve a llamar, su tacto en mis hombros desnudos— Abre los ojos.

Parpadeo a la fría luz de un exterior. Hades está frente a mí, su cabello revuelto hacia un lado, sus ojos del color del fin del mar. Fijo la vista en su rostro contraído por la preocupación y el enojo, la infinitud de estrellas en su piel aliviando la acritud en la mueca hosca de su boca.

Estamos en el porche de su casa, ahora puedo verlo con claridad.

Hades me pasa una mano por el pelo.

—A veces estos viajes no nos llevan a donde queríamos ir —me explica, recorriendo mi cuerpo entumecido y agrietado por la transformación en busca de alguna herida.

Me encojo, tengo las manos aferradas a la estampa de su sudadera.

—Aquí es donde quería estar —admito, y los ojos se le encienden.

Posa su boca en mi frente, su nariz aspirando en mi sien.

—Eres la criatura más fascinante que he visto en mi vida, ¿Te lo he dicho ya?

Me sacudo, mis nervios destrozando mi humor.

—Lamento haberte empujado así. Ahora mamá piensa que...

Coge mi mentón entre sus dedos.

—Nadie más que yo podía traernos de esta manera hasta aquí antes. Me importa una mierda lo que tu madre piense. Estoy orgulloso de ti.

Algo dentro de mí se enciende.

— ¿De verdad?

Él besa mis manos, siento sus labios trazar las enredaderas punzantes en ellos.

—De verdad, tardé eones en lograrlo. Las primeras veces que lo hice, las paredes me rasgaron en dos. En las siguientes, el frío me dejó en carne viva. Y en las últimas, la oscuridad simplemente no acababa. El...—susurra por lo bajo, sus ojos fijos en los míos— El Inframundo no permite un traslado de quien no quiera estar en él.

Pienso en ello durante un minuto, el recuerdo de la inmensidad de los túneles punzando en mi mente. El calor del viento, los pétalos apenas iluminados por los destellos de la inmensa caída.

Ladeo la cabeza.

—Entonces me ha aceptado —digo, la emoción fluyendo en mi voz.

A Hades se le escapa una sonrisa incrédula.

— ¿Aceptarte? —Niega una vez— Mi vida, este lugar te ha reclamado.

Le toco la mandíbula con la punta de los dedos, y él coge mi mano libre para adentrarnos en el interior de la casa. Los cachorros se arremolinan entre nuestras piernas, en el aire aún se escurre el suave aroma de los inciensos que compramos en aquella tienda. Mis abrigos cuelgan a un lado del recibidor, el juego de llaves extra, los zapatos de tacón bajo...

Él cierra la puerta con lentitud, y puedo notar en sus ojos el reconocimiento de estos mismos detalles.

Se acerca por detrás de mí, sus manos en mi cintura, su barbilla en mi hombro.

—A decir verdad, cariño, algo me dice que yo te he reclamado primero.

Observo el desorden de mis cosas con una sonrisa boba en los labios.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now