Encontrarte II

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 — ¿Así de mal ha ido?

La voz distorsionada de Hécate se pierde entre el ruido impertinente de las oficinas. Empujo con fuerza la puerta de vidrio del ala oeste, mis pasos retumbando en un choque furioso.

Pienso por un momento en las palabras de mi hermano. La ciega arrogancia cargada en su actitud.

Gruño.

—Ha ido peor.

Hécate suspira, e inclino la cabeza hacia mi hombro para poder sujetar el móvil entre ellos. Mis manos ocupadas en guardar a toda prisa los papeles dispersos en mi maletín.

Las reuniones de gobierno eran, después de los caprichos de mis hermanos, lo que más detestaba de mi puesto. No ayudaba que detrás de ello estuviese en juego el pellejo de Perséfone, ni que Zeus se mostrase, si es que era divinamente posible, mucho más irracional de lo que ya lo era.

Todos habíamos cometido un acto de ira, al menos una vez. ¿Y quería descargar su furia con ella? ¿Con ella?

Un pobre diablo se estrella contra mi en medio de mi camino. Frunzo el ceño hacia él, y se apresura a lamentarse en el momento justo en que atravieso la puerta de salida, dejándole con la palabra en la boca.

Contengo un suspiro en cuanto entro al coche. El asfalto del Olimpo perdiéndose a medida en que me adentro hacia el Inframundo. Hoy estoy casi agradecido de la infinita diferencia entre un reino y el otro.

Aquí no hay sol, ni un hermano estúpido e insensato.

—Realmente creo que este es uno de sus berrinches más peligrosos —sostiene Hécate, su preocupación latente a través de la llamada— Tendríamos que tener cuidado, Hades. Si no encontramos a Perséfone pronto, quizás él...

Aplasto mi puño contra el volante.

— ¡Él no va a tocarla! —Rezo, la furia atravesando y despedazando mis venas. Me obligo a calmarme en cuanto escucho el silencio en el móvil— No va a hacerle daño, Hécate. Me importa una mierda su jodido intento de tiranía. Puedo poner mi reino por completo en su contra si eso es lo que está buscando.

Hécate suelta una risa triunfal.

—Ah —dice, y puedo imaginármela recargada contra el sofá de su sala— El caos. Qué delicioso.

Volteo los ojos a medida en que el tráfico avanza. Observo con cuidado el reloj de mi muñeca y retengo un suspiro en cuanto caigo en cuenta que este marca dos minutos desde las doce de la noche.

Oficialmente, han pasado veintitrés días desde que vi a Perséfone por última vez.

—Tengo que encontrarla —le digo, y mi afirmación toma los matices de un ruego.

Hécate reflexiona sobre ello durante un momento.

— ¿Y qué harás cuando lo hagas?

—Protegerla. La resguardaré en casa hasta que...hasta que todo esto termine. Y luego la dejaré ir.

Escucho su risa ligera.

— ¿Y se supone que yo debo creer en esa mentira? Hades, que tengo los mismos años que tú. No soy ninguna idiota.

Refunfuño, y un latigazo de dolor me parte repentinamente en dos.

—Ella no confía en mi lo suficiente. Y no le costó nada dejarme atrás.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now