Bueno.

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¿Cuándo te vas a dar cuenta?

Detengo mis pasos, mis dedos se aferran fuertemente a la chaqueta del traje. Una de mis manos sostiene la puerta a medio abrir. No hay entre nosotros más que una luz tenue y artificial. Los empleados han acabado el turno y he visto a Perséfone solo una vez más antes de que Artemisa viniese por ella. No hay una barrera que nos distancie: somos ella, la oficina y yo.

— ¿Piensas ignorarme? —El eco de sus tacos se pierde en la oscuridad de los pasillos. Toco con gentileza el pulso desbordado en mi muñeca y me concentro en cerrar la puerta con el más absoluto de los silencios. Ella está detrás de mi en cuanto el cerrojo da su último giro— Te he hecho una pregunta, Hades.

—No es bueno que tú y yo hablemos, Minthe.

Su risa es un soplo fingido.

—¿Y por qué no?

La tela de mi camisa comienza a asfixiarme, y de repente todo en mi son sentires. Siento, por sobre todo, el latigazo de temor recorriéndome la columna. Siento el rugir de mis oídos que se niegan a oír lo que Minthe tiene para decir. Volteo hacia ella, formándome de un valor que se escapa en los temblores de mis manos, y mis ojos se encuentran con los suyos.

No recordaba haber observado un negro tan profundo en ellos. Recuerdo, por supuesto, esta altanería en su barbilla elevada, y la terquedad de la curva dura y fina de su boca. Pero no recuerdo el negro, este negro, como si algo en ella doliese.

Se echa el cabello hacia un costado, y sus dedos trazan las hebras que tanto la he visto cuidar. Voltea hacia un lado, como asegurándose de nuestra privacidad, y entonces sonríe. Nunca he visto a Minthe sonreír de forma genuina, y esta no es la excepción.

—El tiempo corre lento cuando uno se niega a ver la realidad —ronronea. Alza una ceja en mi dirección antes de darme la espalda para dirigirse al escritorio principal. Apoya su cadera contra este y, sin verme nuevamente, agrega con malicia— Solo tú puedes ser tan idiota como para creer que le gustas a una niñata de la tierra.

Trago.
Mis manos hurgando en mis bolsillos por un trozo de papel que retorcer. Trato de recordar las palabras de mi terapeuta, los pasos a seguir para deshacer este nudo creciendo en mi garganta. Trato de recordar el lema, aquellas tres frases sencillas:

No fuiste el culpable.
Eres amado.
Eres bueno.
Bueno, un dios bueno.

—Eres la muerte después de todo —Minthe zanja con desdén, volteando levemente hacia mi— No sé qué cuento te has tragado para olvidarlo, pero el hedor del Inframundo no es bienvenido en los dioses terrenales. Tú te llevas todo lo que ellos construyen, tú matas todo lo que ellos crean. Allí arriba no es diferente que aquí abajo: eres aberrante.

Tiro de mi labio inferior, la furia y el terror quemándome las pupilas. Sé que ella puede verlo, siempre ha visto detrás de la oscuridad.

La voz de Kore susurra desde mi conciencia.

"—Te quiero a ti siendo tú mismo."

Alzo los ojos hacia la ninfa frente a mi, tengo un temblor en la boca que no puedo deshacer.

—Yo soy bueno. —le digo, casi en un susurro.

Por un momento, la sorpresa baila en sus ojos. Una sonrisa lenta y compresiva le adorna la cara.

—Tal vez lo seas a medias para una ninfa del río. No puedo quejarme, tantos años de caridad a tu lado han dado sus frutos: me encariñé. Eres casi tan bueno para eso —murmura, entrecerrando sus orbes hacia mi— Pero no lo suficiente para una diosa. Debo repetirte la pregunta: ¿Es que aún no te das cuenta? ¿No has visto este lugar? ¿No has tenido consideración por ella, por lo que tiene que ver aquí? ¿Pretendes enamorarla mostrándole cómo te cobras miles y miles de almas? Ella es una diosa de la vida, Hades. Y tú eres la muerte, tú llevas y no devuelves. Lo arruinas, lo empobreces, lo matas.

Jadeo hacia ella, mis ojos quemando por sentimientos que me niego a mostrar en su totalidad.

—Yo no mato —intento rugir, pero se me quiebra la voz— No he tenido elección, Minthe, tú lo sabes. Sabes que esto es lo que me tocó.

Toma dos pasos hasta que sus zapatos tocan la punta de los míos, su rostro contraído en una amabilidad inexistente.

—Yo lo sé —me susurra, estirando la mano para tocar mi rostro— Pero eso no cambia la situación, Hades. No quiero que salgas lastimado por no prever antes el delirio de todo esto. Tú y ella no van a funcionar.

Esquivo su toque.

—Hécate dice...—carraspeo, tratando de elevar el tono— Hécate dice que es posible.

Minthe ríe.

—Hécate le mentiría al mismo Zeús si tú lo pidieras, no creerás que lo dice en serio. De la única forma en que lo vuestro podría ser viable es que aceptaras...bueno, los términos y condiciones.

Parpadeo.

— ¿Términos y condiciones de qué?

—De Perséfone, por supuesto. No creerás que esta "fascinación" que ella siente por ti sea algo que te ganarás gratis.

Las tiras de papel se deshacen en mis palmas. No soy capaz de sostenerle la mirada.

—Ella no es de ese tipo.

Minthe resopla, el negro en sus ojos ganando cada vez más terreno.

—Por supuesto que es de ese tipo, no hay otra explicación posible para que acepte estar contigo. Serás lo que serás, pero hay una corona en tu cabeza, hay un status, una billetera, un renombre. Y una niñata codiciosa no puede resistirse a...

Abro los ojos de par en par, los músculos en mi cuello tiran y aflojan mi tensión.

— ¡No...no hables así de ella! ¡Tú no tienes permiso para hablar así de Perséfone! —grito, y algo en Minthe se sacude. Siseo hacia su mueca incrédula— Y te recomiendo, Minthe, que busques la manera de aceptar la situación, o te consigas otro empleo de mierda, porque no toleraré que hables así de la mujer que amo.

No me detengo lo suficiente para contemplar el dolor que cruza como un rayo en su expresión. Giro sobre mis pies, y jalo el picaporte de la entrada principal. Tengo un estallido en el pecho, un momentáneo acto de valentía, y una sombra oscura y forzosa que ha vuelto de las tinieblas para recordarme lo que siempre he sabido: No soy suficiente.

Pero quiero serlo.

Oigo su sollozo tras mi espalda, y me permito un minuto de serenidad antes de voltear a mirarle. La voz me tiembla cuando le digo, antes de cerrar la puerta:

Ella dice que soy bueno.

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Les juro que no he muerto, nada más lo hago por unos tantitos días mientras la universidad se come mis ganas de vivir. Gracias, Rachel, por los capitulos recién publicados que me haceN INDESTRUCTIBLE.

(?)

Y a ustedes, siempre me divierto con sus comentarios. Gracias por tanto y disculpen cuando no contesto -la campesina no tiene buen internet-

Cambio y fuera. 

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now