Pasos pequeños

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Nena.

El suave gruñido me detiene, una mano fuerte ciñéndose en advertencia contra mi cadera. Hago una mueca hacia la oscuridad, y me obligo a bajar lentamente la mirada hacia los ojos somnolientos que observan con amonestación mis intentos de escape.

Su cabeza está apoyada contra mi estómago, sus largos brazos envolviendo mi cintura tal y como mis piernas lo rodean a él. No debían de ser más de las seis de la mañana, y el cuerpo cálido de Hades contra mi piel desnuda era toda una invitación para nunca salir de la cama. Sin embargo, el móvil no había parado de sonar, y podía sentir los gemidos lastimeros de Cerbero a través de la puerta, despertándome. Paso los dedos sobre su cabello rebelde, mi voz pastosa e inentendible en un bostezo.

—Han llamado al menos unas seis veces.

Su mano me recorre con lentitud las curvas a su alcance.

—Deja que suene —susurra con aspereza.

—Está poniendo de los nervios a los cachorros.

—Ellos solo quieren una excusa para venir a dormir aquí. Su madre los ha estado mimando demasiado.

Frunzo la boca.

—Podría ser algo importante.

—Ya hemos pasado por esto antes, y no. No voy a ir al trabajo, Hécate no puede obligarme a separarme de ti otra mañana.

— ¿Entonces por qué no coges el teléfono y se lo dices de una vez?

Él estudia mi sonrisa irónica con incredulidad, sus palabras lentas y pausadas como si yo no fuese capaz de comprenderlas del todo.

—Porque Hécate me asusta. Creí que estábamos de acuerdo en que ella es espeluznante.

El sonido chirriante de la llamada vuelve a llenar el silencio. Hades suelta un gruñido contra mi ombligo, su ceño fruncido mientras tira un cojín con fuerza hacía el móvil. Abro la boca para reprochar su comportamiento infantil cuando una voz alegre canta para nosotros a través del altavoz.

¡Arriba todo aquel que esté desnudo!

Hades se empuja hacia atrás, ambos devolviéndonos una mirada de incredulidad.

Carraspeo, intentando estirar mi mano a través del suelo.

— ¿Ares?

Hola, muñeca. Buenos jodidos días para ti.

—Llama cuando sea de día y quizás en ese momento sean buenos —Hades sisea, una arruga tensa a los costados de su boca.

Ares parece meditarlo, y yo intento separarme del enorme cuerpo que me retiene para coger el teléfono. Su mano vuela hasta ceñirme testarudamente a su lado otra vez. Me detengo con un suspiro divertido.

Allí nunca es de día —Ares dice.

Hades besa las líneas de mi cadera, recompensándome por quedarme quieta.

—Perfecto, entonces no llames nunca.

— ¿Cómo has conseguido mi número? —pregunto.

He secuestrado el móvil de Eros, quería ser el primero en darte las buenas noticias. ¿Has atendido sin ver quién llamaba?

—Quisimos ignorarte, pero la suerte no estuvo de nuestro lado—Hades masculla con impaciencia.

—No es a ti a quien estoy buscando, de todas formas.

Él suelta una risa amarga.

—No me digas.

Pers —él lloriquea— Saca el jodido altavoz, él no tiene derecho a escuchar mis chismes matutinos.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now