Eternidad

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La oscuridad eterna del Inframundo llenaba cada porción visible desde los ventanales del cuarto, anunciando una noche calma para cuando la multitud de dioses dejó tranquila la sala de mi casa.

Perséfone se remueve bajo mis manos. Ella y yo somos este punto unido y amoroso en medio de las sabanas.

O al menos, casi amoroso.

—Tú estás siendo un idiota ahora mismo.

Tengo el rostro sumergido en el valle de sus pechos. Mis labios perezosos contra su piel tibia. Resoplo una vez.

—Me obligas a usar la artillería pesada.

—Cuando empezamos a salir dijiste que no me insistirías.

—Mi vida, para cuando dije eso tú y yo ya llevábamos un largo período de casados en mi mente.

Se estremece, y frunce la boca con dureza. Sin embargo, capto el atisbo de la sonrisa que intenta ocultar, y dejo un beso satisfecho sobre uno de sus senos.

—Antes no habrías insistido.

Pienso en ello durante un segundo, con mis ojos vagando en el delicioso tormento de su cuerpo en satín. Ella lucía como todo lo que yo quería cuidar para siempre.

Me relamo los labios.

—Antes no llevabas a nuestro niño en tu vientre.

Mala elección de palabras. Su cuerpo antes dócil vuelve a tensarse, y yo cierro los ojos, haciendo una mueca ante el discurso que he escuchado todo el día.

—No voy a casarme contigo por estar embarazada.

—Sabes que es solo una razón de miles.

—No me interesa.

—Pers —susurro, mis dedos clavándose en su piel.

—No.

—Por favor.

—Vete a dormir, Hades.

— ¿Ni siquiera vas a considerarlo un poquito?

—No.

Gruño, elevándome hasta que encuentro sus ojos testarudos.

—Perséfone —mascullo. Ella me da una mirada altiva, el fuego en su mirada desafiante.

Se incorpora un poco, sus ojos haciéndome frente.

—La gente no debería casarse por un niño —sentencia— Los niños merecen más que ser la razón de un acuerdo, merecen más que sentir culpa cuando este termina. Por sobre todo, Hades, mi niño merece más que eso. No vas a reducirlo a una razón. Él merece algo mejor.

Trago, el corazón latiéndome con fiereza. Perséfone sentada allí, con sus ojos de leona, el pelo suave en sus hombros, la mano oscilante en su vientre. Podía verla, a toda ella, a la madre que sería. Yo no podría haber esperado nada que la igualase.

—Por supuesto que merece algo mejor —susurro, mis dedos tirando de un mechón de cabello detrás de su oreja— La razón más importante es que me tienes colado. Entregado. Cada parte de mí te pertenece. Me casaré contigo por ello, porque lo sueño desde el primer día en que supe que te amaba.

—Sin embargo, tus comentarios sobre el casamiento solo rondan en el embarazo.

Estoy deshaciendo su muro, pienso, mientras escucho el retumbar de su respiración. Me armo de paciencia, y toco con gentileza la flor azul que ha nacido en su cabello.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now